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Más fuerte que las bombas: el dolor ante la pérdida

Por conducto de Cine Caníbal se acaba de estrenar en cartelera Más fuerte que las bombas (Louder than bombs, 2015), tercer largometraje y primero que rueda en inglés Joachim Trier, cineasta noruego que había recibido buenos comentarios con su ópera prima, el drama de escritores Vivir de nuevo (Reprise, 2006).

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Su más reciente trabajo no se quedó atrás y también tuvo un recorrido importante por el circuito de festivales, arrancando con su presentación en la selección oficial de Cannes en su edición del año pasado. Más fuerte que las bombas es un drama familiar. Tiempo después de la muerte Isabelle (esposa y madre de familia, además una afamada fotógrafa de guerra) en un extraño accidente automovilístico, el resto de los integrantes de la familia se ven obligados a reunirse para la próxima presentación de una retrospectiva de su obra: el afligido esposo, el hijo mayor que acaba de obtener un doctorado en sociología y el menor, un adolescente rebelde e introspectivo. La reunión pretende limar asperezas y sanar las heridas, pero abrirá otras más debido a la manera en que cada uno de ellos quiere recordar a la fallecida.

El cineasta noruego coescribió el guion con Eskil Vogt, quien ha sido su colaborador en todas sus películas. Juntos eligieron una narrativa fragmentada como la mejor opción para darle forma al relato. La utilización de una variedad de recursos: explosiones detenidas en el tiempo, el accidente de auto que se repite una y otra vez, además de las numerosas idas y vueltas del relato en inesperados flashbacks, pudieran sugerir un simple capricho narrativo, pero al verla con detenimiento nos damos cuenta de que la obra se construye a partir de los personajes, es decir, el relato va tomando forma conforme confluyen las diferentes esferas de cada uno de los integrantes de la familia.

Joachim Trier utiliza la pérdida como punto de partida de la regeneración del tejido familiar, ya que cada uno de sus integrantes pasa por un momento decisivo antes de su reunión: el romance con la maestra del hijo en un intento de recomponer el camino, el nacimiento del primogénito acompañado de un miedo irracional a la responsabilidad, así como el enojo con la madre ausente a la par del surgimiento del amor adolescente. Pero es Isabelle (un gran desempeño, como suele hacerlo cada vez la francesa Isabelle Huppert), quien hace girar los engranajes familiares: es a la vez apoyo y distanciamiento, fortaleza y depresión. Sus largos viajes y la cercanía con la muerte a causa de su labor periodística la habían puesto antes de su fatídico accidente al límite de sus fuerzas.

El filme por momentos acusa una complejidad innecesaria, también nos conduce irremediablemente a un desenlace previsible. Pero la construcción de sus personajes es tan sólida, incluso para aquellos que aparecen muy poco tiempo en la pantalla (la maestra enamorada que soporta las agresiones del menor, la sensual languidez de la novia de la secundaria), que la película sostiene sin dificultad un drama que en otras manos se hubiera perdido en la primera media hora de metraje.

Más fuerte que las bombas nos ofrece un estilizado recuento de las debilidades humanas ante la pérdida: el miedo, el aislamiento, la furia, la apatía y el difícil camino hacia la recuperación. Es también una carta de presentación muy interesante del cineasta noruego a la compleja industria estadounidense y un antídoto eficaz ante el embate de los insufribles blockbusters veraniego.

 

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