Ausentarse un tiempo y después de ese tiempo volver y darse cuenta de que todo sigue igual, que la revolución aún no inicia, que la revuelta civil aún no detona porque estamos ocupados…
…unos viendo la telenovela y el último fracaso de Monarcas y otros porque estamos demasiado atareados organizando la resistencia civil con incendiarias publicaciones en redes sociales, viendo los videos que el gobierno no quiere que veamos, creando mártires de la nada y tomando partido siempre a favor de los oprimidos, no importa si a los oprimidos les da igual que estemos de su lado o no.
De repente me siento como si hubiera estado en criogenia durante 100 años y al despertar, sabiendo el tiempo transcurrido, esperara algo diferente y me ofuscara al darme cuenta de que no, de que “el tiempo estaba a favor de los pequeños” pero a los pequeños les valió madre porque sólo querían un buen trabajo, un carro para irse a trabajar, una casa dónde vivir con su familia y una televisión para descansar y entretenerse. ¿Y eso es malo?
Los caudillos contemporáneos le llaman conformismo pero es porque ellos ya lo tienen (no todos) y saben que no es suficiente y por eso les molesta que los pequeños se conformen con tan poco pudiendo aspirar a más porque la vida no es un Soft parade.
Ante el concierto de las voces libertarias, sentir que le estás fallando a la humanidad porque no crees que se esté gestando revolución alguna, que en todo caso hay mucho malestar pero nadie sabe qué hacer con él, como ese litro de whiskey que te tomaste la última vez, y al ser demasiado, tu estómago terminó por vomitarlo, y así, en esa desafortunada analogía, ves camiones incendiados, edificios con mobiliario destruido y vidrios rotos y te preguntas qué se logró con eso, y con una sensación de vacío te das cuenta de que no se logró nada porque adentro de ese camión incendiado no iba el gobernador ni adentro del edificio destrozado estaba el presidente.
Pasa como cuando matan a un panista fotógrafo de bodas y de inmediato la chairiza lo quiere “espinosar” y volverlo un mártir del Oriente michoacano pero no crees que sea para tanto, un suceso desafortunado y ya, y resulta peor cuando defiendes el derecho de su partido a quejarse y reclamar y exigir que se esclarezca el caso, pero claro, los militantes de los partidos no tienen derecho a reclamar porque los chairos, pequeños seres ciegos e ignorantes, sólo quieren ver correr sangre y rodar cabezas pero no están dispuestos a cortarlas por sí mismos. Nunca pensé que lo diría pero cuánta razón tenía Alberto Luquín, si lo tuviera enfrente me disculparía.
Quizá me estoy volviendo viejo, quizá envejecí desde hace mucho y por eso no veo a ningún revolucionario, y menos cuando contemplo a un Fidel Castro usando sus Adidas o a un contingente de marxistas leninistas exigiendo dinero al gobierno, pidiendo alimento a la mano que, dicen, los mata.
–He visto a las mejores mentes de mi generación defendiendo a capa y espada a AMLO.
–Entonces no eran las mejores.
–Pero es que Salvador Allende ha dicho que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica.
–¿Y qué cabrones sabes tú de Salvador Allende que no te haya dicho otro chairo con un meme?
–Pero hay mártires revolucionarios.
–Los mártires no sirven más que para inspirar y lucrar pero no empuñan armas, no escriben manifiestos, están muertos como piezas de museo. Acción mi chavo, acción; toma una pistola y mata a un soldado, compra explosivos y ponle una bomba al presidente, aviéntale una granada pero al gobernador, no a los que nada tienen que ver, captura a un raterillo y con tus vecinos dale un castigo ejemplar, recuerda que la lapidación tiene un toque romántico, la hoguera tiene mucho simbolismo y el desmembramiento denota creatividad.
–Pero eso es malo, la violencia sólo genera violencia.
–Entonces no estés chingando y quédate donde estás, espera a que te manden un Guats o un inbox avisando que la rebelión está en marcha.
Un diálogo similar sostuve conmigo mismo para darme cuenta del error que significa gritar y patalear sin hacer algo al respecto, pero algo real, no recolectar firmas electrónicas ni inventar hashtags. Pero soy consciente de que no pienso iniciar la revuelta, no tengo tiempo, tengo cosas más importantes qué hacer. ¿Pero qué puede ser más importante que la revolución?, preguntará el Pepe Chairo, y yo responderé que un montón de cosas, “¿y tus ideales?”, mi familia representa todos mis ideales.
A la verga la fantasía de la revolución y los afanes libertarios, no necesito libertar a nadie, prefiero empezar por inculcar en mi hija el sentido de la libertad y ella se liberará a sí misma cuando lo necesite. Se entenderá que no es una tarea fácil y tengo demasiadas cosas qué hacer; por eso, camaradas, ahí me avisan cuando empiece la revolución para no venir a trabajar.
Foto de Slide: Glenn Halog