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Me valen madre las estadísticas de la Unesco: Taibo II

Con su inseparable coca cola de lata, muchos cigarros prendidos y una camiseta de la Banda El Recodo, el director del Fondo de Cultura Económica camina por las calles de Morelia. En las inmediaciones del Planetario, Paco Ignacio Taibo II recibe una carta-petición por parte de un encargado de la Biblioteca Pública Francisco J. Mújica, donde le solicitan una donación de libros para los adolescentes que los visitan. Fiel a su estilo, el escritor de novela negra le dice al emisor de la misiva que olviden el protocolo y sin más le entrega un pequeño lote de casi 30 publicaciones. “Vamos a dejarnos de burocracias, aquí están los libros, si te sirve, te firmo la carta, pero lo importante aquí está”.

Es la mañana del domingo y en Ceconexpo se presenta una exposición de vestidos de novia; en el jardín que queda a unos metros, cientos de motociclistas se reúnen para comprar y vender nuevos modelos, mientras que en otro rincón se ha puesto el famoso tendido de libros del FCE y la librería Educal. Los títulos se ofrecen a precios de verdadera ganga, desde los 10 y hasta los 50 pesos.

En punto de las 11:00 horas comienza la ceremonia de inauguración y algunos discursos políticos recurren a los lugares comunes. Pero cuando toca el turno a Taibo II, rompe los esquemas acartonados e invita a todos para que formen parte de la República de Lectores, como le llama a su principal programa para fomentar el gusto por la lectura. “Lo que importa en este país es salir de la era de la apariencia, el derroche, el abuso y la demagogia para entrar a la realidad de los ciudadanos”, afirma. Luego agrega que se necesitan lectores más allá de los números fríos, “a mí me valen madre las estadísticas de la Unesco, esto no es para pasar del 3.7 al 3.9; no, es para transformar la vida de quien se acerca a un libro”.

Taibo II

Momentos después y lejos del templete le comenta a alguien que la editorial ya se quedó sin libros infantiles porque en diciembre del año pasado la SEP le compró dos millones de ejemplares. “Nos dejaron sin nada qué vender, traían un subejercicio y nos compraron dos millones, ¿y ahora qué vendemos”, se queja mientras enciende otro cigarro.

Dice que su gira por la violenta Michoacán es todo un éxito, que vendieron un montón de libros, que van a construir una librería en Paracho y regresarán en tres meses. México, asegura, “me queda grande, es un país enorme con conflictos de todo tipo, con zonas donde hay 49 por ciento de analfabetismo, ¿dónde están los responsables de esa tragedia?” Tiene la esperanza en la gente, en que en verdad se enamoren de los libros, y que éstos lleguen a todas partes: “¿Cuándo había llegado este tipo de programas a la frontera de Tamaulipas? Tenemos que llegar a Reynosa, a Nuevo Laredo y a Matamoros con los librobuses. Estamos participando en 100 ferias del libro cuando antes el Fondo participaba en tres y las comisionaba a particulares; ¡ahora ni madres! Este año editaremos 520 libros, ahí vamos, paso a paso”.

Luego se mueve al Mercado Independencia para platicar con diversos promotores de lectura, a quienes promete ayudar con la dotación de más libros. Festeja que los niños lean, pero advierte que el reto es otro. «Los niños sí leen, el problema son los adolescentes, ¡ah, cómo se batalla con ellos!»

En uno de los pasillos conoce al encargado de una librería de Pátzcuaro, quien le presume algunos de sus títulos. Con otra coca y otro cigarro, el funcionario se voltea hacia su asistente y le pregunta: “¿Por qué no incluimos a Pátzcuaro en la gira?, ¡chingao!, ¿cómo se nos fue a olvidar?”

Así, entre muchos libros que firma y otras fotos que le piden, un cansado Taibo II sigue recorriendo distintas zonas de Morelia con su camiseta del Recodo. El hombre que odia al neoliberalismo pero ama a las coca colas no parece funcionario, por fortuna, pero habrá que ver si en el largo plazo logra su sueño: que los mexicanos nos pongamos a leer mucho, y sólo por placer.

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