El sistema educativo en México se conforma de quince años de estudio en su tipo básico y medio superior. Con ello, presuntamente, se obtienen los conocimientos necesarios para desenvolverse en el mundo actual, pero a la fecha la educación más fuerte no se da en un aula con más de treinta alumnos y un maestro al frente diciendo cosas que probablemente a los alumnos ni les interese.
?En clase de civismo, ética, valores, o como se le haya ocurrido al sistema ponerle como nombre a la materia, con suerte se aprende a no escupir groserías o “maldecir” como lo dicen algunos asustadizos que consideran un terapéutico “chinga tu madre” como un conjuro del mundo mágico.
No es en el aula donde se aprenden los principios éticos fundamentales, sino en lugares más íntimos, con pocas personas, con gente de confianza y con símbolos que se construyen en formas poéticas.
Hablo, claro, de las paremias, o sea, los refranes.
México es un país paremiológico, en donde hay padres que prefieren decirle a sus hijas e hijos que no “se desayunen la cena” en lugar de hablar sobre sexualidad.
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Estas paremias abordan cada rincón de nuestra conducta, por ejemplo, la selección de nuestros amigos depende de un proceso licantrópico, porque el que con lobos se junta a aullar se enseña.
Hay frases para advertir a los advenedizos de no caer en el mito de la meritocracia, diciéndoles que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Así, lo regresan a su lugar de origen, pero al mismo tiempo se excusan las injusticias con “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.
Cuando los humanos nos damos cuenta del sin sentido de la vida, para no abrumarnos con la excesiva libertad que poseemos, nos decantamos por el suicidio filosófico y nos ponemos todos clericales: “que sea lo que Dios quiera”. Si el resultado es positivo afirmamos que el que nace pa’tamal del cielo le caen las hojas, y si es negativo, decimos “cuando te toca ni aunque te quites”.
Existen algunos refranes absolutos que invitan a un comportamiento discreto: “en boca cerrada no entran moscas”; a veces se le agregan tintes concupiscentes: “el que come callado come dos veces”.
Nos volvemos indiferentes ante las injusticias con un simple “el que mete la paz saca lo demás”.
Qué fácil sería decirle a alguien “disculpa, no me agrada tu tono”, pero preferimos afirmar “no es que me digas perro, sino la perra forma en que me lo dices”.
Sí, México es un país paremiológico, pero no hay por qué creernos la última Coca Cola del desierto, esto ocurre en todo el mundo, y hasta las premisas son las mismas:
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En Sicilia, por ejemplo, la frase qualis pater, talis filius hacía referencia a una tradición cristiana donde solo se consideraban las virtudes que se heredan de padres a hijos, con la extensión de su uso pasó a “de tal palo tal astilla” en España. Mientras en Perú usan “de tal tronco tal astilla, y de tal rama tal semilla”, los mexicanos lo resumimos a “hijo de tigre, pintito”.
¿Cuántos intelectualoides necesitaban que alguien les dijese a tiempo “burro que compra libros, burro que los carga”? Quizá se evitarían muchas pedanterías.
Por ahora dejaré de buscarle chichis a las hormigas, porque estoy seguro que el valor de lo que digo ustedes ya lo saben, no estoy inventando el hilo negro, a fin de cuentas, el mundo es mundo desde hace mucho tiempo.