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México: todos contra todos

Cuánta violencia y cuánta confrontación de verdades ocurren hoy. Vivimos rodeados -y entre- trágicos sucesos cotidianos, naturalizando el horror de manera inconsciente, mientras damos likes y shares a imágenes siniestras que ocurren a lo largo y ancho de nuestro país con la misma facilidad que se lo otorgamos al desayuno o la travesía del amigo.

Hace unos días fue la emboscada a los policías en Aguililla, casi de inmediato otra en Guerrero; 28 asesinados en dos días -sin contar los acontecidos diariamente, que no son pocos-. También lo ocurrido en Culiacán, escenas que parecieran sacadas de películas de acción: comandos, vehículos incendiados, ráfagas, camionetas modificadas con blindajes, operativos de narcotraficantes planeados con logística precisa.

Tanto miedo, tantos muertos. “Ni tantos”, dicen los que ya se acostumbraron al porcentaje, a la cuota, de sangre. Poco a poco ha sido lugar común caminar entre cadáveres. Como si fuese una peste inevitable, aceptamos el sonido de las balas y las granadas, el grito de los torturados y la ausencia de los desaparecidos; esto en medio de una creciente cadena de oración que ni de consuelo funciona y una burocracia anunciada repetidamente en los diarios: “El personal de la Fiscalía General se encargó de los peritajes correspondientes y de abrir la carpeta de investigación.”

La descomposición humana y social es tal que saca de nosotros los instintos básicos: vociferamos, gritamos, nos golpeamos el pecho y arremetemos contra el otro ante un desdén del gobierno, el cual parece ya dimos por finado. Se nos ha ido la vida y la historia culpando a los poderes en turno.

Cansados y decepcionados de los fracasos de estos, emprendimos ahora una batalla contra el prójimo, el que piensa diferente el que cree en distinta ideología. Y ello parece no darnos consuelo pero sí satisfacción. A muchos se nos olvida que las crisis políticas y de seguridad de México no son cosa reciente. Somos simplistas, de argumentación corta. Echamos culpas a diestra y siniestra, que si al PRI, al PAN, o a los partidos en peligro de extinción (o ya extintos) que han gobernado distintos estados. No se diga MORENA, actual depositario de fe y reclamos, quien habrá de cargar con ellos durante todavía varios años; ¿y después quién? ¿Es así de sencillo?

Indudablemente no y debemos tenerlo claro para evitar dejar en manos exclusivamente de los especialistas el análisis de nuestra realidad. Entro a redes sociales y veo arder los perfiles de amigos que se declaran la guerra unos a otros por hechos tan complejos que escapan del entendimiento y son reducidos a la apreciación sesgada. Nos gana la pasión y el deseo por imponer nuestras razones. Cuesta trabajo poner todas las cartas sobre la mesa y hacer la adecuada reflexión.

Así entonces descargamos la frustración con el primero que lance comentario a nuestras opiniones; intentando ganarle, explicar el caos, pero en su lugar encendiendo aún más el fuego. Pareciera un filme de ciencia ficción donde el gobierno nos manipula en una especie de experimento cuyo fin es exterminarnos mutua y sutilmente. Porque hasta ahora los ciudadanos vamos perdiendo. Y seguiremos, eso parece, puesto que el amor y las buenas intenciones de nada han servido. Muchos apelan al largo plazo, al mismo tiempo que llevó echar a perder nuestro país para poder enderezarlo. ¿Será posible? Cada día transcurrido, cada nueva tragedia, parece más difícil de creer.

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