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Mis cuentas pendientes con La Sonora Santanera

La Sonora Santanera

DALE PLAY

Su palpitar es dorado
Como metal de clarín
Su corazón, Colorado
Y es el que lo hace vivir

(A muchos años, Sonora Santanera)

Ese domingo en que Fabián y Cris-mis vecinos melómanos del barrio Los Vergeles- pusieron a la venta una mínima fracción de sus discos en internet, no lo dudé y como buen coleccionista, lancé la clásica palabra con la que uno se pretende asegurar del Lp: “¡Mío!”. Se trataba de una colección nacional de 15 éxitos de la Sonora Santanera bajo el sello de CBS Récords. La edición no valía más allá de los 50 pesos, pero ese día yo me hice del mayor tesoro que guardo musicalmente.

Muchos de los recuerdos que tengo de mi infancia se remontan a aquellas noches de sábado en que mi padre encendía el viejo tocadiscos de bocinas altas y un amplificador de múltiples botones para girar, uno a uno, los viniles de la Sonora Santanera. En esa casa de dos pisos del poniente de la ciudad, era casi un acto religioso recorrer la discografía de la agrupación que se hizo famosa por su combinación de danzón, bolero, tropical y cumbia.

Cuando la banda visitaba Morelia como parte de su gira, mis padres se las ingeniaban para delegar la responsabilidad del cuidado de mi hermano y mío a alguien más. Aquellos bailes que tenían como sede El último tren o el Teatro Morelos eran sucesos imperdonables que pocas veces dejaban pasar.

La Sonora Santanera eran para mis papás lo que Los Beatles para toda una generación. Cuando Raúl Velasco anunciaba la presencia del grupo en Siempre en Domingo, mi madre pegaba un grito desde la habitación que retumbaba hasta la sala, donde mi padre maniobraba con el control remoto hasta dar con el volumen máximo.

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Gracias a esas sesiones musicales que en ocasiones se extendían hasta la madrugada, aprendí que el jefe de jefes era Carlos Colorado, ese trompetista que llegó a la Ciudad de México proveniente de Barra de Santa Ana, Tabasco, para conformar un proyecto que tuvo alcances internacionales.

Pero también comprendí que igual de fundamentales eran los hermanos Juan y Pepe Bustos, Silvestre Mercado y Andrés Terrones, compañeros fundadores que figuraban en primera línea sobre el escenario y que se convirtieron en los favoritos de los seguidores.

Entre pista y pista, asimilé que la Sonora Santanera era más que La Boa y que, hasta el día de hoy, es una absoluta desgracia mediática que esos versos que se esconden en una carrera de más sesenta años sigan ser descubiertos por el colectivo.

Con la muerte de Andrés Terrones, último miembro fundador del grupo, las disputas entre los familiares han sido una constante, lo que ha derivado en la conformación de varias agrupaciones. Pese a ello, la misión sigue siendo la misma, la de Carlos Colorado: llevar la música de la Sonora lo más lejos posible.

Por mi parte, aunque he cumplido con el objetivo de que La Santanera tenga un espacio privilegiado en mi stand de discos, todavía tengo cuentas pendientes: el poder ver sobre el escenario a la banda que marcó a mis padres y que, de alguna manera, lo han hecho conmigo. No es un mero capricho, sino una responsabilidad generacional.

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