Semana atípica en la cartelera nacional con tres debuts interesantes, entre los que se cuentan la mexicana La delgada línea amarilla (2015), al igual que lo nuevo de Nicolas Winding Refn, El demonio neon (The neon demon, 2016). A las anteriores se suma el estreno de la distribuidora Mantarraya, Mis mejores días (Trois souvenirs de ma jeunesse, 2015), octavo largometraje que escribe y dirige el francés Arnaud Desplechin. La película recibió muy buenos comentarios desde su presentación en la Quinzaine des Réalisateurs, selección paralela del Festival de Cannes y hace casi un año pudo verse en la sección de estrenos internacionales del FICM.
La historia comienza cuando Paul Dédalus (probable álter ego del propio Desplechin, personificado por Mathieu Amalric), antropólogo viajero, decide regresar a París después de años de vivir en Asia Central. Un interrogatorio en la aduana por una aparente duplicidad en sus documentos de identidad le permite adentrarse en sus recuerdos: su infancia problemática, su viaje adolescente a la Unión Soviética, pero sobre todo del amor de su vida, Esther, una chica impulsiva y vulnerable, pero de una personalidad arrolladora, que décadas después sigue removiendo las heridas del apasionado antropólogo.
La película retoma los personajes de una de sus obras previas, la comedia dramática Comment je me suis disputé… (ma vie sexuelle) estrenada en el lejano año de 1996, Esther y Paul Dédalus (interpretados respectivamente por Emmanuelle Devos y el propio Mathieu Amalric), son presentados en sus años mozos, lidiando con los problemas de su relación y de su vida profesional. Lo nuevo de Desplechin vendría a ser una especie de antes y después en la vida de los protagonistas.
La cinta se divide en tres capítulos y un epílogo, su narrativa fragmentada es sin embargo, muy fácil de seguir. Desplechin despliega una serie de artilugios narrativos para potenciar el impacto de su relato, escenas musicales y de noticieros de televisión, el uso de pantalla dividida, voces en off y tomas fijas con largos monólogos que funcionan a modo de videos confesionales de los personajes. La nostalgia que aporte el espectador es un ingrediente más de una obra que apela a revolver el interior de las audiencias maduras.
El filme tiene esos gestos literarios siempre tan presentes en el cine del cineasta francés (no es casualidad que los libros aparezcan en buena parte de las escenas). Por momentos thriller de espías, drama familiar o relato de amor, la obra pasea sin dificultad entre géneros, respetando el funcionamiento paralelo de las tramas secundarias: el padre obsesionado con la muerte de la madre, la hermana insegura con su apariencia, el hermano fanático religioso y con tintes de demencia, todos ellos bien interpretados por actores jóvenes pero de gran talento. Aunque punto y aparte merece la pareja protagonista, personificada de gran manera por Quentin Dolmaire y Lou Roy-Lecollinet.
Muy poco del trabajo del cineasta galo ha pasado por las salas locales, si acaso Reyes y reina (Rois et reine, 2004), así como Confesiones de familia (Un conte de Nöel, 2008), que trajo el Tour de Cine Francés, han pasado por las salas locales. Mis mejores días es una de los mejores trabajos de Desplechin y una gran oportunidad para iniciarse en su filmografía. Es una obra emocionante y conmovedora, muy bien interpretada y cuenta con lucidez los entresijos de los grandes amores, de ese momento en donde termina lo emocionante de la adolescencia y comienza el temor a la responsabilidad.