Icono del sitio Revés Online

No hay finales felices en Happy End, de Michael Haneke

Una de las películas más esperadas de la sección de Estrenos Internacionales del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), era indudablemente Happy end (2017), lo nuevo de Michael Haneke. El largometraje número doce en la cuenta del cineasta austríaco formó parte de la selección oficial de la más reciente edición del Festival de Cannes en donde recibió críticas mayormente positivas.

La película se sitúa en Calais en la costa norte francesa. En esa ciudad, la familia Laurent, conformada por el patriarca Georges, la mayor de sus hijas Anne, quien se encarga del negocio familiar junto a su hijo Pierre, también están el doctor Thomas y Eve, la hija de su primer matrimonio. Todos ellos deben lidiar con una serie de problemas y situaciones desquiciadas que amenazan la frágil estabilidad familiar.

Ésta ha sido la más larga espera para un filme de Haneke, ya han pasado cinco años desde que presentó Amor (Amour, 2012). La tardanza se debió a que el cineasta se enfrascó en un guion al que finalmente no consideró lo suficientemente bueno para filmar. Sin embargo, algunos de los elementos del proyecto cancelado fueron retomados para su más reciente producción.

Para Happy End, Haneke retoma algunos de sus temas recurrentes, como los problemas que se ocultan tras la aparente tranquilidad de una familia burguesa: tentativas de asesinato y suicidio, hijos carentes de atención, filias sexuales, soledad y falta de empatía. Además, se vuelve a poner en entredicho el papel de los medios de comunicación, particularmente las redes sociales: youtubers, Facebook, transmisiones en vivo… cuya superficialidad marca el ritmo de las relaciones actuales.

Como buena parte del filme se rodó en Calais, región tristemente célebre por el campamento de refugiados conocido como “La Jungla”, se hablaba de que la película tendría como un elemento importante y notorio la cuestión de la crisis de refugiados en Europa. Sin embargo, fuera de un par de escenas, el tema no es tan evidente en el transcurso del metraje. También se hablaba de que sería una secuela de Amor, en buena medida porque repiten en los papeles principales Isabelle Huppert y el veterano Jean-Louis Trintignant, quien ha salido dos veces de su retiro solo para tener el placer de trabajar con Haneke. Pero el cineasta austriaco de inmediato atajó la cuestión asegurando que no existe ninguna relación entre los personajes de ambos trabajos.

No existen grandes sorpresas ni revelaciones en Happy End, sin embargo, la ambigüedad va tirando de la trama hasta provocar cuestionamientos en el espectador sobre la cordura de los integrantes de la familia con cuestiones como las detalladas charlas sexuales a través de las redes sociales, la insidiosa necesidad de videograbar todo en los teléfonos celulares, el asesinato a sangre fría y sin consecuencias, etc.

Aunque parece que varias escenas de Happy end las hemos visto ya en anteriores películas de Haneke, el filme logra sostener el interés del espectador gracias a su espíritu vago y retorcido, además de un elenco inmejorable y cierta dosis de humor negro. Es probablemente una de las cintas menos originales del cineasta austriaco, pero es lo suficientemente buena como para mantenerlo dentro del selecto grupo de grandes cineastas de la actualidad.

Salir de la versión móvil