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No soy quien crees: una mirada a las apariencias

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Ante la incertidumbre provocada por la pandemia, las distribuidoras han optado por retrasar el estreno de sus películas más importantes. Debido a la escasez de títulos, el re-estreno ha sido una alternativa para las cadenas que quieren mantener los complejos abiertos. Este es el caso de No soy quien crees (Celle que vous croyez, 2019), coproducción franco-belga que debutó en las salas a finales de febrero y que por estos días puede verse de nuevo en las pantallas.

El sexto largometraje que dirige el bayonés Safy Nebbou debutó con críticas encontradas en el Berlinale Special, uno de los programas más versátiles del festival alemán. Aunque es un cineasta experimentado, poco de su trabajo ha sido visto en México. La excepción es su anterior producción, En los bosques de Siberia (Dans les forêts de Siberie, 2016), que tuvo un breve paso por la cartelera local. Nebbou suele involucrarse a fondo en la escritura de sus guiones, que suelen ser adaptaciones de obras recientes. La cinta que nos ocupa está basada en una novela de la escritora francesa Camille Laurens. La obra acaba de ser editada en español por la editorial Sitara, con el título Clara y Claire.

Claire y Clara son la misma persona, una mujer madura, recientemente divorciada y madre de dos hijos. ¿Cómo es que ambas son la misma? Muy simple, decidida a seguir los pasos de un joven ex amante, Claire decide crear un falso perfil de Facebook: una encantadora chica de 24 años llamada Clara. Ante la imposibilidad de ser aceptada por su ex novio, intenta acercarse a través de su mejor amigo, con quien desarrolla un enamoramiento virtual que en poco tiempo toma tintes enfermizos.

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La historia está contada a partir de los recuerdos de la mujer, quien narra su reciente historia de amor a una atenta terapeuta. La narración se fragmenta y en ello basa gran parte de su encanto. Vamos una y otra vez de la sala de consulta al fugaz enamoramiento de una mujer madura con un joven que no sabe que ella no es quien dice ser. Llega un punto en que Claire y Clara se confunden en la mente de su creadora, llegando al punto de temer a su propia creación.

El papel de las redes sociales es fundamental. Claire (Juliette Binoche) las utiliza para manipular a un joven (Alex, interpretado por François Civil), de quien termina profundamente enamorada. Al jugar con esta doble identidad, la mujer alterna la seducción con el papel que le asigna la sociedad. El director manifiesta claramente esta dualidad: a través de los cristales la sensualidad, mientras que los espejos nos muestran a una mujer insegura y dependiente.

Cuando cae en una espiral de deseo y culpa, la protagonista muestra descuidos en sus obligaciones maternales al igual que en su vida profesional. Al tiempo que retarda y manipula el encuentro real con su nuevo y joven amor, finge la aceptación de su reciente divorcio. Empero, en el fondo y a través de una peculiar revelación, nos damos cuenta de que jamás lo ha superado.

El deseo, el divorcio, la mentira y los amores virtuales invocan el papel de la mujer madura en una sociedad que privilegia la apariencia. Claire es una mujer que no soporta la idea de no ser aceptada y en su conducta acosadora esconde una especie de venganza. Fuera de un coprotagonista desangelado y algunos apéndices innecesarios (como la vida imaginaria de Claire, con muerte por atropellamiento incluida), la cinta de Nebbou es un melodrama lo suficientemente entretenido como para estos días en que aún no se supera la pandemia.

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