La violencia que se vive en México ha dejado su huella en Cannes. Tanto La civil de la debutante de Teodora Mihai, como Noche de fuego de Tatiana Huezo, formaron parte de la sección Un certain regard, en donde la última de ellas se llevó una mención especial del jurado. Habrá que esperar unos días más para hablar de La civil que se estrenará en el FICM (de acuerdo a los rumores que circulan acerca del festival moreliano). En tanto, la de Tatiana Huezo ya está en cartelera desde hace algunos días.
Noche de fuego (2021) se desarrolla en un pequeño poblado de la sierra, en donde los hombres se marchan para Estados Unidos y las mujeres se encargan de la crianza de los hijos mientras trabajan en los campos de amapola. En este lugar pasan de la infancia a la adolescencia tres amigas que al crecer entenderán el significado de ser mujer en un país devastado por la violencia.
La primera ficción de Tatiana Huezo es una continuación natural de su trabajo documental. Tempestad (2016) y El lugar más pequeño (2011) cuentan respectivamente la pérdida de un ser querido a causa de la trata de personas y la corrupción institucional. Además, el conflicto armado que asoló al pueblo salvadoreño en la década de los ochenta.
El guion de la cineasta salvadoreña-mexicana está basado libremente en la novela Ladydi de la autora estadounidense, radicada en México, Jennifer Clement (en español el libro está editado por Lumen). Es una historia que se desarrolla en la sierra guerrerense y entre los principales cambios realizados al momento de hacer la adaptación, está el del medio físico en donde sucede el relato Ante la imposibilidad de trabajar en Guerrero debido a la inseguridad, la filmación se llevó a la Sierra Gorda de Querétaro, específicamente en una pequeña comunidad del municipio de Landa de Matamoros.
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El medio rural es captado con maestría por una cámara en mano que sigue a las tres chicas en sus paseos por los caminos bordeados de árboles, los arroyos de agua helada y las casas abandonadas por aquellos desplazados que han jurado volver, pero que saben que nunca lo harán. Los juegos infantiles incluyen una peculiar versión del escondite: ante la llegada de camionetas repletas de gente armada, las chicas deben ocultarse en un agujero en el piso, cual entierro anticipado ante el peligro latente.
A llegar a cierta edad, las chicas enfrentan el callado ritual de cortarse el pelo, de parecer niños. Porque en ese lugar donde los maridos y hermanos se marchan para no volver, “lo mejor que le puede ocurrir a una niña es nacer fea”. Y es que al llegar esa noche de sangre y fuego del título, las niñas son secuestradas por el cartel en turno, como una más de sus terribles actividades.
El ánimo documentalista de la cineasta se refleja en el ánimo veraz de sus imágenes y sonidos, que no resultarán extraños para aquellos que han pasado mucho tiempo en las pequeñas comunidades rurales de nuestro país: el silencio de los habitantes ante los foráneos, el amenazante rugido de las camionetas en la terracería, la complicidad mal disimulada entre autoridades y criminales, el surgimiento de las autonombradas defensas comunitarias, así como la educación como único, pero insuficiente factor de cambio.
A diferencia de otros trabajos que abordan el tema, en este caso se evita caer en la tentación del tremendismo, no hay aquí llanto fácil ni abundan las balaceras. Noche de fuego es mucho más que eso. Es el fin de la infancia de tres chicas que aprenden de la peor manera el significado de crecer en un país que ha perdido el rumbo. Pero es también una mirada a la amistad, a la lealtad que se forja desde la infancia, así como un llamado a la rebeldía y al inconformismo adolescente.