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Nunca estarás a Salvo: por fin llegó la cinta que explotó en Cannes

Seis largos años tuvieron que pasar desde la perturbadora Tenemos que hablar sobre Kevin (We need to talk about Kevin, 2011), para que Lynne Ramsay presentara un nuevo trabajo en las pantallas. Nunca estarás a salvo (You were never really here, 2017), cuarto largometraje que escribe y dirige la cineasta escocesa, tuvo un recibimiento impresionante cuando se estrenó en la septuagésima edición del Festival de Cannes (en donde se presentó una versión inacabada): ganó el premio a mejor actor (Joaquin Phoenix), además de compartir el reconocimiento a mejor guion con El sacrificio de un ciervo sagrado de Yorgos Lanthimos. Ha pasado más de un año desde entonces y recién se estrena en México por cortesía de la distribuidora Cine Caníbal.

Basada en la novela corta del mismo nombre, obra del escritor y humorista neoyorquino Jonathan Ames, que vio a la luz por primera vez en 2013 (en español está publicada en dos versiones por la editorial Principal de los Libros, con el título “En realidad, nunca estuviste aquí”), la adaptación cinematográfica nos presenta a Joe, un hombre taciturno quien vive con su madre. Joe sufre los estragos de su pasado militar en donde presenció toda clase de atrocidades, así como de una infancia marcada por un padre abusivo. Como paliativo a sus problemas, se dedica a rescatar adolescentes sometidas a la explotación sexual, su método es muy simple: entrar al lugar y matar a todos a martillazos. Pero cuando un político con una carrera ascendente solicita sus servicios, las cosas se ponen realmente complicadas.

Aunque en primera instancia parece una simple película de acción, Ramsay consigue plasmar su estilo sofisticado, mezclando hábilmente secuencias de realismo extremo con imágenes alucinantes sacadas de los sueños más inquietantes de su protagonista. Así transcurre la película: el justiciero Joe discute con su anciana madre y toma fotos a turistas en la calle, mientras llegan a su mente los recuerdos de su tortuoso pasado familiar y la violencia sin sentido que ha formado parte de su trayectoria laboral.

Aunque el tipo golpeando con un martillo a todo aquel que se mueva recuerda irremediablemente al sangriento Oldboy (Oldeuboi, 2003), de la trilogía de Chan-wook Park, en este caso Lynne Ramsay opta por editar buena parte de las secuencias violentas. No vemos el momento justo en que el martillo golpea la cabeza del contrincante, en cambio, vemos las consecuencias de ello, un apunte interesante sobre la violencia gráfica que le viene muy bien a la película. A esto debemos añadir una intensa banda sonora compuesta por Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead, quien cuenta con una importante carrera en el medio cinematográfico.

Joaquin Phoenix lo hace bien encarnando al pendenciero vengador de pulsiones suicidas, el actor se sacude su fama de intratable para dotar a su personaje de crudeza, austeridad y cierta debilidad hacia el género opuesto personificados en dos extremos: la senilidad maternal y la impetuosidad adolescente (la modelo Ekaterina Samsonov).

Pero al trabajo más reciente de Ramsay le sobra estilo y le falta historia. No carece de virtudes, pero le pesa la etiqueta de “obra de arte”, que han querido endilgarle. Esto no significa que sea una cinta despreciable, hay mucho para destacar, sobre todo el acercamiento de la cineasta a su sufrido protagonista, el cual no es a través de sus actos violentos sino a partir de sus procesos mentales, los cuales le permiten ayudar a otros, pero no lo dejan escapar de sí mismo.

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