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Oiga, Sanjuana, no soy un bot, ¡soy un ser humano!

Cansado de ser visto como un fenómeno de circo, el Hombre Elefante de David Lynch (1980) le grita a un grupo de personas que lo rodean con morbo: “¡No, yo no soy ningún monstruo, no soy un animal, soy un ser humano, soy un hombre!”

Este clásico que apenas marcaba el inicio del alucinante viaje Lynchiano da muestra de cómo los seres humanos clasificamos a todo aquel que no es como nosotros. Nos suele disgustar lo diferente; no toleramos a quienes no son nuestros espejos y preferimos organizar linchamientos públicos antes de conversar sobre nuestras, quizá, irreconciliables percepciones.

El pasado fin de semana, la directora de Notimex Sanjuana Martínez adelantó en su cuenta de tuiter el avance de una investigación sobre supuestas granjas de bots que atacan a la agencia de noticias y a ella misma. “Diariamente recibimos entre 3000 y 4000 ataques de bots. Estamos identificando cuentas, direcciones y el origen. Son ataques orquestados que difunden montajes para dañarnos”.

La denuncia tuiteada a manera de hilo el 6 de julio es complementada con una gráfica en la que vemos a ciertos “comunicadores golpeadores” con miles de bots a su servicio. Entre otros, aparecen en su lista negra personajes como Héctor de Mauleón, Rafael Pérez Gay, León Krauze, Joaquín López Dóriga y hasta el youtuber Chumel Torres. O como diría el patrón de Sanjuana, “la prensa fifí, conservadora e hipócrita”.

Entre una nube de bots al servicio de esta mafia que no quiere una cuarta transformación, aparece la humilde cuenta de quien esto escribe: @fvalenzuelam. La noticia de que soy miembro de una granja de derecha la supe gracias a la bloguera @wera, pues la señora Sanjuana me tiene bloqueado, a pesar que los funcionarios públicos no deben ponerle candado a nadie en las redes sociales, según la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

La señora Martínez afirma que tiene pruebas sobre el pago a los bots: “…cuestan entre 200 y 300 mil pesos mensuales, y a nosotros nos atacan miles”, denunció en la red social del pajarillo azul. Dice, además, que los bots “inventan, hacen montajes y son especialistas en bulos”, pero que ya los investiga, que ya los trae entre ojos.

Señora Sanjuana, por una parte le agradezco que incluya mi bipolar cuenta tuitera en sus investigaciones periodísticas que sin duda competirán por premios internacionales, aunque las haga con el dinero de nuestros impuestos, pecata minuta. No sé, me siento halagado, me siento fantástico de ser observado por su equipo de trabajo, ¡muchas gracias!

Bot

Pero vaya, hasta las mentes más lúcidas como la suya, admirada Sanjuana, podrían equivocarse. Le cuento: abrí mi cuenta de tuiter en el ya lejano 2010, cuando nos gobernaba el pillo de Felipe Calderón, a quien le habré dedicado centenares de tuits reprobando su gobierno de características infernales. Después llegó EPN como candidato y recuerdo haberme retorcido de la risa con su capítulo en el FIL de Guadalajara, para lo cual los ociosos tuiteros alimentamos el hashtag #LibreríaEPN, considerado todo un clásico del bullying cibernético. Hasta la fecha, he escrito la increíble y al mismo tiempo vergonzosa cantidad de 42 mil 700 tuits, fiel reflejo de mi ocio y necesidad de comunicarme con gente que ni conozco. Tiempos modernos, que le llaman.

En todo este tiempo, el tuiter ha sido un desahogo que tristemente no he logrado monetizar. Apenas cuento con 1,134 seguidores, quienes seguramente se enfadan cuando tuiteo sobre temas tan equis como lo mal que juegan mis Chivas, de cómo me afectan las crudas a mi edad o por qué ya no aguanto ir a festivales de música que antes amaba. En nueve años de tuitero, nadie me ha pagado para “alimentar un bulo” ni “crear montajes”, mucho menos para darle RT a quienes usted y su patrón identifican como la mafia mediática. Algunos de ellos, por cierto, ¡me cagan! Perdone mi aspaviento, pero ni Chumel ni López Dóriga son de mi agrado.

Y mire qué cosas, admirada Sanjuana, yo también soy periodista, aunque claro, no con las distinciones con las que cuenta usted. No, ni hablar, ni siquiera estoy cerca de todos sus premios, sus libros, sus investigaciones. Soy un periodista cultural, escribo y edito sobre cine, literatura, teatro, danza, música y esas manifestaciones que apenas ocupan una página en los medios importantes. Hasta la fecha, el portal en el que trabajo, @revesonline, no tiene convenios con gobiernos ni instituciones, nadie nos paga por escribir a favor o en contra de nadie, no nos cae dinero de los políticos, que son los que siempre tienen más dinero.

Si fuera parte de una granja de bots y recibiera dinero por cada tuit que escribo contra la 4T, seguramente no tendría problemas para comprarme tantos libros que me faltan (ninguno suyo, perdón, pero hay prioridades). Es probable que con ese dinero arreglara muchos desperfectos de mi casa o me comprara una moto para rolar por la ciudad. Tuiteo tanto contra la clase política (la de la 4T, la del PRIAN, toda) que de ser más inteligente o influencer, el dinero no sería uno de mis problemas.

Dice Wikipedia que un bot “es un programa informático que efectúa automáticamente tareas repetitivas a través de Internet, cuya realización por parte de una persona sería imposible o muy tediosa”. Señora Sanjuana, hasta donde yo sé, no soy un programa automático. En mi acta de nacimiento no lo indica, tampoco en mi INE o en mi CURP. Ahora que, si su investigación periodística lo demuestra, habré de acudir antes las autoridades civiles para que borren mi nombre y me asignen un número. Si puedo elegir, que sea “Bot 666”, nomás para hacerme el malo de la granja.

Pero créame, admirada San Juana, hasta donde sé, tengo un cuerpo desperfecto, pero alejado de programas computarizados. Lejos estoy de replicar mensajes, no tengo la capacidad de reintegrarme como el villano de Terminator 3 y aunque no soy guapo, a veces resulto simpático.

Querida Sanjuana, me despido de usted deseándole éxito en su investigación y reiterándole algo desde el fondo de mi corazón:

No soy un bot, ¡soy un ser humano, un hombre!

 

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