“Es neta, esto es cine”, dijo con entusiasmo Marcelo Tobar al finalizar la función de prensa de Oso Polar (2017), película que forma parte de la sección de Largometrajes Mexicanos en Competencia en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). La entusiasta expresión del director hace referencia a que la obra en cuestión ha sido grabada enteramente con teléfonos celulares, específicamente el modelo iPhone 5s. Ésta es la tercera película que escribe y dirige el cineasta capitalino, a quien recordamos sobre todo por el drama familiar Asteroide (2014), el cual hizo su recorrido festivalero hace un par de años.
En Oso Polar (el título hace referencia a un juego de transposición de caracteres para formar nuevas palabras), encontramos a un Heriberto, Trujillo y Flor, un grupo de conocidos que se reúnen para acudir a la reunión de ex-compañeros de primaria. En el accidentado recorrido saldrán a flote recuerdos de abusos y reproches, viejas heridas que no han sanado y que desembocarán en un final imprevisto.
Marcelo Tobar cuenta que ya había decidido filmar su siguiente película con un teléfono, justo en el momento en que Tangerine (2015) hacía historia en Sundance al darse a conocer que había sido grabada solamente con tres teléfonos móviles. Por aquellos momentos, Tobar ya había escrito un guión inspirado en una propia reunión de generación: “Me despertó cosas muy densas, me di cuenta de que tenía muchas situaciones no resueltas desde los siete años… la percepción que ellos tenían de mí era distinta a la que yo creía, en ese momento me di cuenta de que no cambiamos tanto como creemos que cambiamos”, comentó al respecto el director.
La película funciona como una road movie, los compañeros de viaje comparten no sólo el apretado espacio de un auto desvencijado a través de las principales avenidas capitalinas, sino también una serie de recuerdos que cada uno interpreta de una manera distinta. Al final, ninguno de ellos ha resultado exitoso: Heriberto está desempleado después de fracasar en su paso por el seminario, Flor tiene problemas con la bebida, es una madre divorciada que no ha podido salir del apartamento de su insufrible progenitora y por último Trujillo, el eterno enfiestado, que busca salir adelante participando en toda suerte de esquemas piramidales.
La mayor parte de la cinta transcurre en tono de comedia: el auto que se apaga a la menor provocación, el recordatorio de burlas y apodos escolares, la imposibilidad de comprar unas botellas de tequila, el profundo desconocimiento de unos y otros, además de la insistente búsqueda del resultado de un partido de fútbol. Pero también se insertan una serie de flashbacks en los que Heriberto (muy bien interpretado por Humberto Busto), es el protagonista, en ellos se descubre su verdadero carácter, notablemente influenciado por un compañero de seminario.
Como era de esperarse en una película de estas características, la cámara y la falta de una iluminación fija influyen en la calidad de la imagen, pero la obra se sostiene gracias a un sólido grupo de actores y una historia ágil. “Todos somos verdugos de alguien”, atiza histérica el personaje de Verónica Toussaint, y es que al final todos son villanos a su manera, cada uno es culpable de los juicios que establece sobre los demás.
Se estrena en cines el 10 de noviembre, es una apuesta interesante a la que vale la pena darle una oportunidad, y es también un recordatorio de lo terrible que suele ser una reunión de generación.