Por Jorge A. Amaral
Hay discos que dejan huella por la excepcional calidad que los vuelve clásicos conocidos por todos, al menos como referencia, tal es el caso de -por poner sólo un ejemplo- The dark side of the Moon, de Pink Floyd; otros dejan huella por marcar a una generación al ubicarse en un contexto social, político o hasta bélico específico, tan es así que se vuelven emblemáticos de una época, y pienso en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles (Los Bicles para la banda) o artistas como Bob Dylan. Pero hay otros cuya importancia radica, además de la calidad, en que constituyen un mosaico que permite atisbar hacia un momento sociocultural específico.
Esta semana me reencontré con un disco que hacía tiempo no escuchaba y que ilustra perfectamente lo que acabo de decir. Pachuco boogie representa una ventana para asomarse musicalmente al fenómeno de los pachucos del sur de Estados Unidos y el norte de México, pero también a la música que dio origen a una identidad que después se configuraría como el movimiento chicano.
Este disco contiene 21 temas de la crema y nata de los músicos de la frontera norte, sobre todo de El Paso y San Antonio, Texas, a mediados del siglo XX. En un entorno de braceros y pachucos, esta música es la primera manifestación del sincretismo musical que se dio entre lo mexicano y lo norteamericano con la presencia de géneros de aquel lado del Río Bravo como el woogie boogie, el blues y el swing, estilos que los pachucos ya bailaban pero sin dejar a un lado su herencia hispana marcada por la música ranchera, la guaracha o el mambo, que por aquellos entonces ya estaba de moda gracias a Dámaso Pérez Prado, alias El Cara de Foca.
Artistas en su momento tan importantes como Don Tosti, Lalo Guerrro o el Conjunto San Antonio Alegre están en este disco, y es que la música mexicoamericana es incomprensible sin temas como “Muy sabroso blues”, “Los chucos suaves” o “Güisa guaina”, que describen la idiosincrasia de los pachucos de mediados del siglo XX, retratados sin compasión en el tema ranchero “Los pachucos”, de Las Hermanas Mendoza: “Pido permiso señores / para empezar a cantar / tocante a esos pachucos / que no saben trabajar. // Ay cuervos tan elegantes / de tirante y pantalón / que no saben trabajar / pero le hacen al talón. // Usan su pelo ondulado / y muy envaselinado / sus pantalones de embudo / para que dé el resultado. // Unos tirantes de a cuarta /el saco estilo levita, / la corbatita no falta / para engañar su chavita. // Hay pachucos y pachucas / que les gusta el vacilón, / compran vestido a la moda / que haga juego al pantalón. // Todos esos pachuquitos / en la esquina se hacen bola, / si no andan pidiendo trapo / siempre andan pidiendo trola”. O bien la historia que cuenta el Dueto Taxco sobre cómo un bracero trata de conquistar los favores de una pachuca; así, mientras el bracero recita amorosos poemas en perfecto español, ella, al no entender ni jota de lo que su pretendiente dice, se limita a contestar: “Nel ese, ya párele con sus palabras de la alta que por derecho me agüitan ese, mejor póngase muy al alba con un pistazo de aquella y un trapito del fuerte pa’ después poder borrar”, y sin embargo, “cansados de borlotear, el bracero y la pachuca se tuvieron que amarrar”.
Hay un tema que me llamó la atención desde la primera vez que lo escuché pues, si usted ha escuchado cantar a Germán Valdés, de inmediato reconocerá el estilo y que posiblemente haya sido la influencia de Tin Tan, me refiero a “El Tirili”, de Don Ramón Sr., tema que además pone de manifiesto el gusto por la mariguana en este sector de la población: “¿Nunca han visto un tirili?, son los vatos que se ponen buti high, luego luego quieren fight, pero no le peguen que es un tirili. ¿Con qué me puse todo tirili? La cervecita, no, no, no; el vinito, no, no, no; la tequilita, no, no, no; el zacatito sí, sí, sí”.
Vaya, es un disco que vale la pena escuchar como referente cultural, sobre todo si se quiere entender un contexto que conocemos sólo de oídas, y lo que puede ser peor, desde la perspectiva de Octavio Paz, quien de entrada lo negó asumiéndolo como autonegación. Pero Pachuco boogie no sólo es un referente cultural, sino que vale escucharlo por el valor musical de quienes coadyuvaron en la configuración de la identidad de un grupo social que, hoy conformado por millones de personas, sigue luchando por el respeto a sus derechos en una nación de por sí conformada como un rompecabezas racial.
La recomendación de la semana
Cambiando radicalmente de género, esta semana recomiendo comprar o descargar o escuchar por cualquier medio un clásico que marcó toda una época del rap, un disco que por su perfección es considerado por quienes se dicen críticos como uno de los discos imprescindibles del género: Ready to die, de The Notorious B.I.G., de 1994.
Siendo “Juicy” el primer sencillo de este álbum, el estilo de Biggie Smalls se destaca sobre el de otros MC por su flow duro y contundente que se adaptaba perfectamente a cada sampler. Así, mientras, por ejemplo, Tupac se enfocaba más en las letras, la voz de Notorious B.I.G. fluye como el agua dando los toques de dramatismo cuando es necesario y siendo duro cuando hay que serlo, al grado de que los samplers parecen haber sido diseñados en función de las letras y no como en el caso de Eminem, que rapea a diez kilómetros de distancia de la música, tanto que pareciera que se escucha dos canciones diferentes al mismo tiempo.
Temas que dan un gran valor a este álbum son “Gimme the loot”, “Warning” o “Big Poppa” (una de mis favoritas) con ese sampler de los Isley Brothers, o la depresiva y desoladora “Suicidal thoughts”.
Buen gangsta rap de Nueva York, la cuna del hip hop; un excelente rapero que, de no haber sido asesinado en 1997, posiblemente nos hubiera regalado otros excelentes discos además de Ready to die o Life after death, aunque hay discos póstumos que no demeritan en nada, como Duets: The final chapter o Born again. Salud y súbanle a los bajos, que retumbe, que retumbe.