Por Raúl Mejía
Como suele ocurrir, una vez ocurrido todo lo ocurrible, nos sale toda la sapiencia en materia futbolera. ¿Croacia campeona del mundo? Pos puede ser, amigos y amigas. España ya decidió quién será su entrenador los siguientes dos años. Se trata del famoso Luis Enrique, ex capo del Barsa, quien llega con la consigna de mantener la esencia del fucho ibérico pero sin exagerar la famosa y agotada “tenencia del balón” y olvidarse del tiki taka, un concepto más allá de la ontología.
Mientras tanto, en México, no decidimos aún el rumbo del tri rumbo a Qatar. Por descontado, ni especulamos con Osorio. Ese chamaco vivió sus minutos de fama y beatificación en rigurosos noventa minutos inolvidables (la mitad contra Alemania y la otra mitad con Brasil) y se va con sus libretas a otro planeta.
He sostenido reuniones con varios intelectuales gramscianos -orgánicos y no orgánicos- del balompié en el pueblo donde por azar estoy viviendo y todos (me cae) coinciden en una cosa: México es una selección muy competitiva y no se explican los motivos para no traspasar la frontera del cuarto partido. Por acá no he escuchado reproches tan cañones a los aztecas tricolores y cuando en una de esas reuniones pidieron mi opinión al respecto (es decir, exponer qué pasó en los cuatro partidos) me dije “de aquí soy”.
Los hechos: los chicos matriculados en la Academia Osorio juegan en Europa, son lo mejor en existencia y eso “mejor” no es gran cosa porque la mayoría juega poco en sus equipos. Por supuesto: jugar en las ligas europeas da cierto roce aunque sea en oncenas rascuaches, pero nuestros guerreros no son requeridos con regularidad.
El plan de Osorio, desde mi punto de vista, era muy bueno y acertó, en el partido con Alemania, en eso de dejarle el balón a las hordas germánicas y “apretar arriba”, desde la salida de los teutones. Tener el balón dejó de ser la panacea y los 45 minutos contra los descendientes de Beckanbauer lo demostraron (y lo ha demostrado en cierta forma Bélgica): el contragolpe es la neta y una “defensa científicamente calada” ha sido la norma en este mundial.
Ahora bien, uno desde la comodidad del sillón, con una chela en la mano y los amiguitos alrededor es indiferente a la chinga que implica eso de andar como chile en comal por todo el campo por 45 minutos frente a escuadras técnicamente superiores. Por supuesto que el sistema funciona, lo que falla son los pulmones, las piernas, el corazón.
Con Alemania corrimos como si trajéramos un chile en salva sea la parte y con una disciplina defensiva de alto nivel. Con Brasil hicimos lo mismo, pero intentamos ser ofensivos y Brasil, no sé si lo recuerden, tiene a pura deidad en la defensa y sicarios en la delantera. Apenas salimos a la grama en el segundo tiempo, nuestra capacidad aeróbica era cercana a cero y así nos fue. La tribu azteca se preguntaba si la atmósfera estaba impregnada de amoniaco o se habían robado el oxígeno.
Desde mi modesta condición de técnico de selecciones nacionales desde hace treinta años, le propongo al nuevo DT tricolor una cosa: administración. Manejo de balón. Chequen a Bélgica que brindó 45 “minutos aztecas” y los siguientes 45 (ya sin aire) se dedicó a administrar los esfuerzos y poco faltó para una tragedia nacional en ese mestizo país (mestizo en su selección, claro).
Pero bueno, amiguitos, a la final, contra todos los pronósticos, se coló Croacia. Un país con casi los mismos habitantes que vegetamos en Michoacán. Un país al cual, a nivel futbolero y en citas importantes, sin fallar, les ganamos. Los momios nos favorecen, pero Croacia está en la final y nosotros cheleamos mientras ellos juegan los partidos importantes.
Una de las cualidades más reconocidas de los croatas es que corren un chingo de manera inteligente. El chile aludido más arriba les embona bien, pero lo administran mejor. En un diario inglés y uno español, cuando se refieren a Modric le llaman “el jugador incombustible”. Termina los partidos como si fuera damnificado de una hambruna y a los tres días ya está listo para echarse otro “ayuno”.
La llegada de los croatas a la final ha sido de las más sufridas, físicamente, de todos los equipos. Le agarró el gusto a los tiempos extras, pero como son incombustibles… pos no se funden. Si en algún lugar había de nacer un tipo como Nicolás Tesla (inmune a cualquier “fundida”) es en Croacia.
México, les decía, ha jugado los mejores noventa minutos de su historia mundialera, pero seguimos sin contar con ese “plus” que Croacia tiene: la “incombustibilidad”, el no fundirse… bueno, nos faltan más talentos como Vela o como Lozano. En pocas palabras, ser capaces de jugar al mismo ritmo que con Alemania y contra Brasil y eso se logra (creo) con una nueva generación de jugadores en Europa (para acompañar a cracks como Lozano) y con un curso intensivo de aguante croata.
Sí, a los croatas les hemos ganado en dos mundiales y varios amistosos (estos no cuentan tanto) pero ellos llegaron al séptimo partido y nosotros al cuarto. ¿Contó el azar? Sí. Como suele ocurrir con todo en esta vida. Esa macana de “da lo mismo si jugamos contra Brasil que contra Francia en la siguiente ronda” es una jalada. No es lo mismo, pero si la suerte no nos acompaña -se necesita- y carecemos de intelectuales en la cancha, la cosa se pone complicada.
Mi corazón está dividido entre Francia por razones amistosas (Sylvain) y Croacia, por la familia que me ha hospedado en estos meses lejos de Morelia. Sufriré en ese partido y quien gane será festejado como se merece.
Nomás porque me gustó mucho, les dejo el párrafo inicial de un artículo que salió hoy en The Guardian de Inglaterra. Ese equipo de “la pérfida Albión” dará muchas satisfacciones. ¿Por qué no la acompañamos haciendo lo que nos toca de aquí a Qatar?
Va el párrafo: “Leave the flags out. Have another glass. Take another look, if you can, at those moments from Kaliningrad to Moscow when this capable England team played above itself and turned a drowsy, toxic summer back home into something else.
*En la foto de portada, imagen de la agencia AFP