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Por un hijo: el afortunado debut de Xavier Legrand

Por un hijo (Jusqu’à la garde, 2017), es el primer largometraje que escribe y dirige el también actor Xavier Legrand. Después de un largo y exitoso recorrido por el circuito de festivales como Toronto, San Sebastián (Premio del público), así como el de Venecia, en donde se alzó con el reconocimiento a mejor director para el cineasta francés, la película llegó a los circuitos de arte de nuestro país de la mano de Cine Caníbal.

Todo comienza en la sala de un juzgado. Una audiencia reúne a una pareja que ha iniciado sus trámites divorcio. Miriam y Antoine comparten no solo varios años de matrimonio sino un par de hijos fruto de la relación. Una serie de alegatos de las abogadas concluye con la promesa de una pronta resolución de la jueza para otorgar la custodia de los menores. Desoyendo la petición de ambos menores de no querer ver a su progenitor, la jueza otorga una custodia compartida para el menor de ellos, de apenas once años de edad (la mayor está por cumplir dieciocho y por tanto se encuentra lejos de su alcance). Muy pronto se verán las consecuencias de dicha decisión.

En un principio se anticipa una película en el estilo de aquellos dramas que muestran la disolución del vínculo matrimonial y las consecuencias que tiene para los hijos, especialmente cuando la búsqueda del bienestar de los menores pasa a segundo plano. Una separación (Jodaeiye Nader as Simin, 2011), de Asghar Farhadi y Después de nosotros (L’economie du couple, 2016) de Joachim Lafosse, son algunos muy buenos ejemplos recientes. Sin embargo, pronto nos damos cuenta que el enfoque de Legrand es distinto.

Siguiendo los pasos de Antoine, paulatinamente vamos descubriendo su carácter: acosador y violento. Busca establecer un vínculo con su ex esposa a través de la tortura psicológica, realizada en forma sistemática contra su hijo. No hay en el progenitor un interés real en la convivencia con su descendencia, sino en satisfacer los intereses de su mente, lo suficientemente enferma para no aceptar una separación civilizada.

Legrand construye su entramado a partir de una serie de largas secuencias y planos fijos. Seguimos paso a paso la apertura del juzgado familiar y la primera visita de custodia compartida. Pronto la celotipia hará su parte, Antoine tomará una serie de decisiones equivocadas que terminarán con el rompimiento de sus padres y todas sus cosas retacadas en su pequeña vagoneta. A cada secuencia irá aumentando el terror reflejado en el rostro de su hijo y culminará con una confrontación con la ex esposa en la fiesta de dieciocho de la hija, cuya historia al final queda como un apéndice inconcluso.

Elegante, descriptiva e intensa, sin caer en el tremendismo ni en los vicios del melodrama, todo eso es Por un hijo. La cinta de Legrand resulta aún más dramática cuando entendemos que esto puede estar pasando ahí afuera. La violencia familiar no es una cuestión de género, la ejercen hombres y mujeres, no se suscribe únicamente a la agresión física: los ataques verbales, el comportamiento irresponsable, las mentiras y amenazas afectan también de una manera significativa a quienes las padecen. El gran mérito del director y actor francés es mostrar la situación sin concesiones, de una manera en la que podemos pensar que sucede en la vida real. Indudablemente un gran ejercicio de estilo de este cineasta debutante.

 

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