El otro día, por una extraña razón que no me interesa indagar, llegó a mis manos un DVD repleto de videos de música grupera, especialmente de banda y Movimiento Alterado.
Por Jorge A. Amaral
“No pensarás ver esa cosa”, dijo una parte de mí, esa que me hace ser un tanto intransigente; “espera, hay que ver de qué va esto”, respondió la otra parte, esa que a veces me hace ver y escuchar cosas que no debería pero que termina complementando a la otra mitad.
Total que lo puse y me acomodé bien para no dormirme, y más porque en la caja se amagaba con videoclips de La Arrulladora Banda El Limón. Un video tras otro, un grupo tras otro, La Arrulladora, El Buki, El Komander, las bandas El Recodo, San José de Mesillas, La Trakalosa y Carnaval; Calibre 50, Régulo Caro, Julión Álvarez, Espinoza Mamá Ratona con Sombrero Paz, Saúl El Jaguar y toda la constelación de la música popular. A cada video que pasaba me daban más ganas de quitar el disco, pero a medida que vía las constantes y los clichés, más quería seguirlos viendo para ver si en algún momento cambiaba algo. “Quita esa madre”, decía mi parte mamona cada que empezaba un video; “no, aguanta, quiero ver en qué termina”, decía la otra mitad llena de morbo.
Los gruperos son tan predecibles y por ello divertidos en sus videos, que hasta podrían parecer kitsch, la diferencia es que ellos lo hacen en serio. Comparemos. Los artistas pop, sobre todo los hispanohablantes, suelen hacer videos en los que el factor predominante es la cara del cantante, y es que, ¿qué sería del video de “La incondicional”, de Luis Miguel, si él no saliera piloteando un avión de la Fuerza Aérea?, ¿alguien se imagina un video de Miguel Bosé en el que no se explote esa personalidad tan fuerte que lo ha caracterizado todas estas décadas de carrera?, y así nos podemos ir, desde el video de “Querida”, con un Juan Gabriel fuera de clóset explotando su capacidad histriónica a la hora de cantar, hasta el moreno ese que cantaba con Camila (siempre se me olvida su nombre) o Jenny and The Mexicats, que a pesar de venderse como algo muy sui generis tirando a medio jipi, medio hipster, no deja de ser una güera guapa con sus secuaces, si no fuera así, el nombre de la cantante ni siquiera figuraría como lideresa del grupo.
Pero la constante es, salvo algunas excepciones, mostrar al artista. Eso se debe en gran medida a que el público del pop es más visual que auditivo, es la razón por la que Enrique Iglesias, a pesar de pujar y pujar hasta defecar sus canciones, vende y vende y nadie dice “oye, qué bien canta”, sino “qué galán está”, lo mismo que sucede con todas las boys band de México y el extranjero, rescatando quizás a egresados de estas agrupaciones coreográfico-corales como el ex Menudo Robi Draco Rosa o Justin Timberlake (admitámoslo, tiene cosas agradables muy posteriores a NSYNC).
Y así como el público pop es más visual y quienes filman los videos lo saben, el público grupero gusta de proyectarse en sus ídolos y ellos son conscientes de ello. Por esa razón los videoclips de los géneros populares muestran una descontextualización que llega a ser inverosímil, o bien se casan con clichés que les permiten proyectar aquello que su público anhela. Si bien la dicotomía pobre-rico siempre ha estado en la música popular mexicana, en el género grupero, la idealización de ese amor prohibido se instauró con Los Muecas, quienes dejaron asentado “que un muchacho pobre no tiene corazón”, es por eso que a los gruperos les encanta, por un lado, ser dignas víctimas de la pobreza, de su pobreza (pobre pero honrado), como el que se enamora de la muchacha rica y ella no lo valora a pesar de que el susodicho es de buenos sentimientos, pero cuando él se vuelve rico y la desdeñosa voltea a verlo, a él ya no le importa porque descubrió que ella es una interesada que seguramente acabará mal: “y de ese vatillo con el que andabas yo soy el patrón”.
Antes pensaba que los gruperos exageraban, pues muchos filman sus videoclips en fastuosas mansiones, eso creía hasta que se dio a conocer el estilo de vida de El Chino Antrax, conocido y poderoso sicario sinaloense que incluso aparece en una fotografía con una estúpidamente millonaria Paris Hilton. Poniendo eso como referencia y ante el auge de la narcocultura y todo lo contenido en ella, no es de extrañar que en los videos, aunque no se hable explícitamente de narcotráfico, sí haya alusiones al tipo de vida, a las buchonas y buchones que se pasean en poderosas camionetas y veloces coches de lujo, tomando champaña, o bien whiskey con Boost y agua mineral en vaso rojo. En los videos de este tipo de música, además, la mujer en ropa interior o traje de baño es indispensable, ya que el buchón manifiesta su “pesadez” con tres cosas básicas: su carro, sus fiestas y sus mujeres, y no es machismo de mi parte, pero para ellos, desgraciadamente, las mujeres son cosas, accesorios que valen incluso menos que su carro porque siempre habrá otras dispuestas a enrolarse en esa vida con tal de tener una vida de lujos sin trabajar por ello, aunque más tarde terminen prostituyéndose o incluso encajueladas, colgando de un puente o en alguna brecha con un tiro en la cabeza. Es lamentable pero sucede.
El caso es que los videos gruperos muestran tres clichés básicos: uno, la nostalgia por la vida allá, en el rancho grande, donde bastan “buena silla, buen caballo y buenas patas pa’ correr”, como rancia herencia del cine campirano de la década de los 50 con esa idealización de la vida rural; dos, la realidad de muchos clasemedieros o migrantes que eran felices lavando platos o limpiando albercas pero tuvieron que fijarse en la hija del magnate, lo cual acarrea un montón de desgracias pasionales que llevan a una salvaje borrachera en compañía de los siempre solidarios amigos (véanse los videos de ese grupito de música pop en que se ha convertido la Banda El Recodo), y tres, la proyección de los chacas y buchones hacia un ideal de vida ostentosa de buenas bebidas, mujeres exuberantes, carros de lujo, insultantes mansiones y una fiesta que nunca termina, a menos que “el jefe” o “patrón”, figura paradigmática en la narcocultura, llame al Nextel y haya que acudir para hacer un “trabajo”.
Si a ello le sumamos toda esa gama de películas y videohomes de narcos que se han hecho desde los 70 hasta la fecha, no es de extrañar que los realizadores de los videoclips gruperos tomen ciertos recursos de Jorge Reynoso, Sergio Goyri o los hermanos Almada para ambientar las historias que pretenden contar de manera visual.
Como sea, el DVD no alcanzó a terminarse porque llegó el momento en que me cansé de lo mismo tras lo mismo y para purgare mis oídos puse un disco del que ya hablaré la siguiente semana si Yisus Antonio Solís de Nazaret nos da licencia.