Revés Online

“Purificar es tirar mierda”: una entrevista con Jorge Ayala Blanco

I. La kakancia o la crítica catártica de Ayala Blanco

Una vez más el crítico de cine Jorge Ayala Blanco se anda purificando la mirada después de ver 114 películas mexicanas, pues trae bajo el brazo un nuevo libro, es La khátarsis del cine mexicano, (UNAM, 2016), la actualización de su Abecedario del cine nacional que comenzó con La Aventura del cine mexicano, en 1968.

En este volumen de 467 páginas, el crítico de cine hace catarsis porque como dijo el actor Jorge Zárate durante la presentación de este título, y que Ayala Blanco lo recordó y juró que escribiría algo al respecto en el prólogo de su siguiente obra: “purificar, es tirar mierda” y es que la palabra catarsis, entre otras acepciones, está la de “expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo”.

Así que no sólo comer, coger y cagar son momentos catárticos en la historia mínima de cada ser humano, sino también criticar y en tiempos de los audiovisuales criticar cine mucho más. La khátarsis de la crítica comprende —explica Ayala Blanco en el prólogo— que “es hacer la exégesis de una película [que] jamás será platicarla de manera neutra, imparcial y desindividualizada, sino al contrario, polarizada, parcial, personalizada”. El maestro ha dicho que él “publica y luego existe”, es decir, que primero hace la crítica —o deshace la película— y luego todo lo demás.

katarsis

II. “Soy un bodrionauta. Sí, que navegas entre bodrios”

Al final de la presentación del libro, realizada la noche del 21 de septiembre en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM, en la que estuvieron los críticos de cine Rafael Aviña y Carlos Bonfil, así como la directora del festival Distrital, Paula Astorga, además del actor Jorge “El Pozolero” Zárate, entre cineastas los cuales bateaba diciéndoles que su película está en el siguiente libro, críticos de cine que pedían con los ojos vidriosos una foto, alumnos que querían tomarse la ya tradicional selfie, seguidores y amigos que pedían la atención del crítico de cine, pude retenerlo un poco para charlar sobre esta khátarsis literaria algunos minutos.

—¿Qué significa que aparezca este libro en septiembre de 2016?

—Yo lo veo como una manera de apoyar al cine mexicano, pero sin llegar a ese culto beato de… “¡Vaya a ver películas mexicanas!” Es una segunda oportunidad a las películas que seguramente dieron el semanazo y que muchas veces la gente no se entera de que existen. Lo que yo trato de ofrecer es una reflexión sobre las películas y sobre la época en que se hicieron.

—¿Son las películas mexicanas de 2010 a 2012?

—Exactamente, cayó la guillotina del libro cuando se fue Felipe Calderón. Entonces es absolutamente sensacional porque son las películas que rebelan el imaginario de esa época, que sí es muy agobiante. Ya visto en términos generales podría haberse llamado la kermés del cine mexicano, pero obviamente es cualquier otra cosa menos algo festivo.

—¿Hay alguna diferencia entre La Aventura del cine mexicano a La Khátarsis del cine mexicano?

—Sin duda, es otra época, otro mundo, otro escritor, se pensaba el cine de otra manera. A mí todavía en La Aventura… me tocó el cine de la época de oro.

—¿Cómo lo significarías tú?

—Yo lo vería como una especie de actualización de actualizaciones, pero también de cambio de enfoque y por supuesto de lenguaje. Lo que se escribió en La Aventura… ya no tiene nada que ver conmigo. Ya eres otra persona, por lo menos eres diez más: a personalidad y a postura por libro, pero hay pociones irrenunciables.

—¿Cómo encuentras el nombre para el libro?

—En el momento en que trato de encontrar un concepto con esa letra, que sea lo suficientemente fértil para recibir todas las películas, desde ese punto de vista y el nombre es más que un simple título atractivo, es un concepto revelador y por supuesto es una manera de estar recibiendo las películas. Sería un poco las armas que tienes.

—El termino khátarsis es de origen griego, no hay otro libro del Abecedario del cine mexicano con una palabra que no fuera mexicana…

—Fue una manera de hacer trampa porque era con “c” en español. Entonces me fui al origen de la palabra y es totalmente lícito. También era un chiste, ya que no existen palabras con “k”, entonces todo mundo me inventaba palabras. Las dos únicas que existían era kermés y khátarsis. Algunos decían la karmática, pero el cine mexicano no es karmático. Es otra cosa. En cambio sí es catártico.

—Pero esa catarsis no es el reflejo de un país…

—Por supuesto, no hay mejor reflejo de un país que a través de su cultura y el cine dentro de la política cultural y de lo que es la vida interrelacional de las personas, está ahí. Nos gusten o no nos gusten son esas películas como Miss Bala o Los otros cristeros.

—¿Por qué decides que la portada del libro fuera la película El paciente interno?

—Porque yo creo que era la más fuerte de todas y la que más removía. Nunca me imaginé que alguien la leyera como Rafael Aviña, como una alegoría de lo que está pasando en México.

—Jorge Ayala, tú eres como un vampiro del cine.

—Alguien me dijo que soy un bodrionauta. Sí, que navegas entre bodrios. Afortunadamente no sólo escribo estos libros sino otras dos series; una de investigación directa, dura y la de cine extranjero. Son tres series.

La charla se va como agua, quedamos algunos cuantos en el salón. Jorge Ayala Blanco trae un poco de prisa —él duerme temprano, diez de la noche, y ya son más de las nueve—, le alcanzo a preguntar sobre Iñárritu: “Desgraciadamente aquí no está, pero estará en el siguiente libro…” ¿Y de Cuarón? Está haciendo una película mexicana… “Esperemos que esta sí le salga”. Va a ser un reencuentro… “Esperemos que sí”.

 

III. La última cagazón o la primera khátarsis póstuma

En el décimo primer libro del Abecedario del cine mexicano de Jorge Ayala Blanco, además de hacer catarsis con películas garañonas como Alucardos: retrato de un vampiro, de Ulises Guzmán; o la emborráchese antes de verse Post tenebras lux, de Carlos Reygadas; o con ese narcocuento de Miss Bala, y muchas más, está la película de su hermano oscuro, el cineasta Arturo Ripstein, ese que demandó por la vía civil en 1991 al crítico por daños patrimoniales y morales por su crítica al filme Mentiras piadosas, publicada en el periódico El Financiero en abril de 1989. (Ver los por menores de este caso en el libro A gritos y sombrerazos, de la periodista Patricia Vega; Conaculta, 1996).

Así que el libro del decano académico del CUEC inicia con Las razones del corazón. En su segmento referente a La khátarsis póstuma (“es decir, las películas de directores veteranos”) leemos las palabras expulsadas por el hermano luminoso de Ripstein. Se lee entre sus párrafos: “El nuevo enésimo opus póstumo ficciones de un Arturo Ripstein de 68 años íntimamente vencido (tras los pavorosos fracasos en todos los órdenes estético—taquilleros de La virgen de la lujuria (2002), ya vuelto vampirizador mendicante de un crew posjuvenil extracuequero, pero apoyado para variar en otro escalofriantemente pretencioso libreto anticinematográfico de la autora de los guiones autosuficientes más ridículos y misóginos de la galaxia fílmica actual y anexas de Paz Garciadiego, sólo pretende corregirle con modestia la plana a la novela Madame Bovary de un tal Gustave Flaubert, sin jamás mencionar en sus créditos ni la obra ni al autor”.

La crítica de Ayala Blanco a Las razones del corazón de Arturo Ripstein (o Rip, como lo llama en su crítica), me hizo recordar ese 2011, cuando se estrenó ese filme en el Cinépolis Xoco, así como más adelante definió a la Cineteca Nacional refundada por Paula Astorga. Me hizo recordar la visita del director de cine a Oaxaca el 11 del noviembre de 2011, en la Feria del Libro de Oaxaca (FILO), el mismo día que murió el segundo Secretario de Gobernación en el sexenio calderonista en un accidente aéreo. El tema central de la FILO fue la literatura y el cine. Aquí ese recuerdo, (publicado, en el 2012, en la revista Replicante, en una crónica llamada Finales de película, http://revistareplicante.com/finales-de-pelicula/).

 

“Es 11 del 11 del 11. Llegó el cineasta Arturo Ripstein a Oaxaca para presentar su película Las razones del corazón (México-España, 2011). Le pregunto si tenía algún significado llegar a Oaxaca en fecha tan cabalística, a lo que respondió que no significa nada, nomás que su avión no se cayó —le siguió una risa oscura y entrecortada. Hubo una conversación entre Ripstein y escritor Guillermo Fadanelli, pero como me lo expresó el autor de Insolencia, literatura y mundo [Almadía, 2012], “El viejito no quiso responder nada”. En algún sentido tiene razón, sus respuestas fueron escuetas.

Meses después, ya entrados en Ripstein y en finales de películas, Paula Astorga, directora de la Cineteca Nacional, con el cineasta a su lado, dijo en la función de gala de Las razones del corazón, con la que se inició la 53 Muestra Internacional de Cine en la antigua Cineteca Nacional: “Les presentamos la última película de Arturo Ripstein”. ¡Aplausos! Y yo no sé si fue amenaza o afirmación. El asunto es que la Cineteca —aquella a la que hace un par de años el entonces secretario de Gobernación Santiago Creel le dijera “Cinequeta”— inició una serie de cambios arquitectónicos y con la Muestra Internacional de Cine, y también el cierre de un ciclo de penumbras a la Leonardo García Tsao con ese filme. Con Las razones del corazón, que es gris, sobreactuada y des-graciada se concluyó un ciclo de la ahora nueva Cineteca, que esperemos sea, por lo menos, funcional.

“Así, “de la fregada”, como dice Arcelia Ramírez en su personaje, para no decir de la chingada, es la película de Ripstein, o como expresara Da Jandra durante la reunión de Ripstein y Fadanelli en Oaxaca: “A mí me fascina la caída, porque es en la caída donde vemos la verdadera dimensión del ser humano. Y si hay una disciplina que tiene esa capacidad de sublimar, no de imitar o de plagiar, sino de sublimar esa caída, es el cine”. Algunas veces, me parece”.

 

Así esta última kakancia o cagazón —a la mexicana— de la crítica de cine con “K” de Jorge Ayala Blanco.

Salir de la versión móvil