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Red Rocket: cómo envejecer mal en el porno

Porno Red Rocket

Quienes pronosticaban una victoria segura de Hillary Clinton en las elecciones del 2016, subestimaban la gran cantidad de votantes que encontraban en el discurso simplista de Donald Trump, una respuesta a sus propios deseos y aspiraciones. Al final, los resultados reforzaron el estereotipo de que la población rural y los habitantes de ciudades medias aquejadas por la falta de oportunidades son más susceptibles a las peroratas de esta clase de políticos.

En Red rocket (2021), Sean Baker nos lleva al sureste de Texas en los meses previos a la elección presidencial. Enormes anuncios con el lema de Trump (“Make America great again”) contrastan con la pobreza circundante. Las enormes refinerías del golfo que pretenden reflejar prosperidad desentonan con los patios llenos de chatarra y los locales cerrados ante la falta de clientes.

La primera escena comienza con un acercamiento al asiento de un autobús. Conforme se abre la toma vemos el rostro magullado del protagonista mientras dormita en camino a su ciudad natal con el Bye, bye, bye de N’Sync de fondo. Pronto nos enteraremos que Mikey ha pasado lo últimos veinte años de su vida en Los Ángeles, tratando de hacerse un lugar en la industria del porno. Vapuleado y apenas con lo puesto, llega a la casa donde viven su suegra y su todavía esposa para quedarse “por unos días”. Sobra decir que en todo ese tiempo nadie lo ha extrañado.

El descaro de Mikey no conoce límites. La promesa de buscar un trabajo lo lleva a emplearse como vendedor de drogas al menudeo y su deseo de agradar a la esposa atiborrándola de donas y café, se convierte en una obsesión por la precoz adolescente que atiende tras el mostrador (con el sugerente apodo de “Strawberry”). Ese comportamiento irreflexivo, que obedece solo a sus impulsos más elementales, puede ser el origen del título de la película, que en la jerga estadounidense es una clara referencia a las erecciones caninas.

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A decir del propio Baker, el encanto apenas superficial del protagonista es un reflejo de la típica estrella del porno venida a menos. Su parloteo imparable y vacío no va más allá de las anécdotas de filmación de alguna escena olvidada y su interacción poco amigable con algunas de las actrices. Pero aunque la historia se centra en Mikey, es Lexi, la aún joven pero demacrada esposa, quien ofrece una visión a modo de espejo, de la fallida carrera del primero. Iniciada muy joven en la industria por su pareja, termina viviendo en casa de su madre, con una adicción a la heroína y ofreciendo servicios sexuales en páginas de internet.

No fue difícil elegir esta zona en particular para ubicar geográficamente a los personajes. Después de todo, la mayor parte de las nuevas integrantes de la industria del porno son originarias de Ohio, Florida y Texas. Lo que en un principio parece una conquista en toda regla pronto se convierte en un torpe intento de reclutamiento. ¿Conseguirá Mikey convencer a su joven pupila de hacer carrera en esta actividad? El final es abierto pero sugerente.

Baker no juzga a sus personajes y en cambio nos cuenta con un humor que roza el absurdo, las circunstancias que han guiado sus decisiones. Lejos de ofrecer un punto de inflexión, vemos que al final del día no han aprendido nada. Y es que al igual que los protagonistas de sus películas anteriores, son personas que con una ilusión contenida viven en la marginalidad, lejos de las oportunidades que prometen los políticos antes de cada elección.

 

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