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Resistir, resistir

Por Víctor Rodríguez Méndez

 Sin más armas que nuestra pasión futbolística, tomemos con estricta seriedad nuestras opciones y devociones ante el Mundial ruso. Habrá que estar preparados para presenciar en cada partido el ondear de las banderas y el resonar de los himnos como gritos de guerra para inflamar el orgullo nacionalista (un Mundial genera tantos efluvios nacionalistas que de pronto todos parecen obligados a demostrar su mexicanismo, argentinismo o españolismo). Habrá que estar preparados para las decepciones habituales y el consecuente e inevitable vacío de espíritu (“sin consuelo para el alma”, tituló un diario argentino la eliminación de su selección un Mundial pasado) y habrá que prestar oídos sordos a las vociferaciones mediáticas.

Habrá que resistir, porque nuestra convicción futbolística será nuestro escudo, una resistencia pasiva que enaltecerá más que la soberbia del triunfo. Vale resistir, incluso, al exceso de la pasión futbolera si eso significa doblegarse y no asumir riesgos. Resistir y jamás resignarse a la euforia vana y mezquina será la marca perfecta del vencedor.

Así imagino a los orgullosos rusos organizando su Mundial, mostrando su hegemonía y tratando de resarcir el fracaso inminente de su participación en el certamen. Porque un Mundial también suscita historias insospechadas que hablan de una resistencia histórica que conlleva toda clase de desafíos y venganzas, como las victorias de Senegal ante Francia, la de Argentina ante Inglaterra en México 86, o la de Inglaterra ante Argentina en Japón–Corea. En ocasiones se defiende el orgullo, sí, pero también se exalta como un sol la rabia y el gozo de pertenencia.

La resistencia será parte ineludible de nuestras vidas en esta época mundialista. Desde ya está entre nosotros, silenciosa, oscura. En su forma negativa bien puede ser esa persistente nebulosidad que nos cubre mientras intentamos tomar decisiones. En otro sentido, tal como lo señala Ernesto Sábato, la resistencia es la capacidad de resistir al abandono y la masacre, lo que nos da idea de un tipo de resistencia con una arista esperanzadora.

Vista desde una posición de firmeza y convicción, señala Sábato, la resistencia es ese coraje que “nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre”. Es decir, en medio de la tragedia cotidiana, los actos de resistencia son actos de valor en los que la osadía adquiere un sentido mayor que nuestras obligaciones. ¿Y dentro de la frivolización deportiva qué actitud más altiva y leal que la del fanático y su pasión futbolística, alejado en su infortunio incluso a lo estrambótico de la mercadotecnia consumista?

Resistir es no resignarse, no perder la voluntad y no ceder al conformismo. Hoy día la obsesión por el orden y la pulcritud marcan como un síntoma enfermizo la individualidad moderna. No hay lugar para el error ni para el descuido en el imperio de la eficacia. Es aquí cuando la resistencia pierde su dimensión en contra del sometimiento, sobre todo cuando todo es aséptico e inconmovible como los esquemas tácticos de la mayor parte de los equipos participantes en un Mundial.

Imágenes: https://www.remontada.es/

 

En otros mundiales y Eurocopa hemos visto a los equipos grandes padecer el infortunio de su incapacidad por asumir riesgos, por insistir en una resistencia mal entendida, terca, absurda. Italia, Argentina, Francia, Inglaterra y el propio Brasil han apostado por el resultado conveniente y resignado, y con desilusión vieron palidecer su estrella, al grado de que algunos favoritos hicieron maletas con el fracaso a cuestas. Sus prematuras eliminaciones fueron el justo pago a la mezquindad de transar con el derroche y la emoción futbolística en favor del aseo técnico y táctico.

Y esto aplica a consorcios comerciales que han hecho de su club una marca como el Real Madrid o el América de México. Su afán efectista ha transgredido el espíritu deportivo de competencia para convertirse en una suerte de pasividad y sinsentido. Para los héroes actuales del futbol ya no hay lucha ni razón, sólo resignación y autocomplacencia. “Todos, una y otra vez, nos doblegamos”, asevera Sábato. Para este tipo de héroes, para sus publicistas y sus consumidores, ha llegado el tiempo de doblegarse de la manera más estrepitosa. Un fanático difícilmente lo hará. El Mundial ruso ha llegado y más vale disfrutarlo como talo, porque lo que viene será literalmente puro pan y circo.

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