Por Natalia Szendro
Hace aproximadamente seis años, en medio de un episodio turbulento de mi adolescencia, llegué a Morelia.
Para ese entonces los medios de comunicación tal cual no eran lo que son ahora; los blogs trabajaban sin mayores pretensiones, con los pies bien plantados en la tierra y los medios impresos aún no eran prescindibles. En Morelia podían darse el lujo de tener una revista impresa que reflejaba lo que vivían en esos momentos ciertos nichos de músicos, escritores y artistas en general; todo esto al no tener ese acceso directo a los medios nacionales por la centralización de éstos a la capital.
Mi primer acercamiento a Revés es más una anécdota que otra cosa, involucra una botella de tequila, un concierto de Quiero Club en Monterrey y terminar la noche en barandilla. Fue gracias a Francisco Valenzuela que, mi entonces novio y yo, abusamos de aquella botella auspiciada por la fiesta de cuarto aniversario de Revés en donde se presentó Amandititita.
Poco tiempo después, ya estando en Morelia, tuve la oportunidad de moverme en un círculo que ni en Monterrey había buscado estar; convivir con los artistas locales a mis diecinueve años me hacía sentir una persona importante, aunque no podría decir que realmente lo fui.
Mi paso por Revés, aunque fugaz, lo considero sustancial en lo personal. Fue entonces mi primer acercamiento con cualquier tipo de medio impreso y al bonito hábito de sentarse a escuchar un disco para después reseñarlo. Que debo de confesar que aquellas reseñas hechas por mí, nunca salieron a mi nombre, pero fue un buen ejercicio para empezar a descubrir mi amor por el periodismo musical o simplemente escribir.
Revés como lo recuerdo era ese espacio que compartíamos para leer ensayos, poemas, crítica musical, sostener debates desde feminismo hasta fútbol, promocionar tocadas, hablar sobre el festival de cine o películas en general y lo más importante de lo menos importante: nos daba una excusa para fiestear, ya sea en el Mukai o de juntarnos con Valenzuela en el lugar de ensayo de Stereoadicta.
No estoy segura si musicalmente hablando fue el mejor momento para la capital michoacana, pero haber lanzado compilaciones con Stereoadicta, Landrich, Voltron, Roma y Monoplug fue toda una experiencia; incluso para echar a andar mis pocas habilidades en photoshop – que aunque todo mundo decía que estaba bien, sabía que poner en sepia las fotos no era suficiente – para hacer las portadas. Era un tributo completo al Do It Yourself.
A mi regreso a Monterrey retomé prácticamente todo lo aprendido. Busqué lugares dónde escribir y después, por azares del destino la locución se convirtió en mi pasión.
Me hice de una carrera muy seria, para mi nada solemne personalidad: las ciencias políticas. Pero siempre conservé las ganas de escribir. Publiqué algunas cosas por aquí y por allá, me hice de unas columnas de política y crecí. Y a lo que voy es que, eso es justo lo importante de Revés, la gran plataforma que es para aquellas personas que teníamos algo que decir o expresar a través de música, diseño, poemas, fotos, ensayos o para quienes simplemente se toman el tiempo para leer.
Diez años suena pocos, pero Revés ha sabido reinventarse a las necesidades de sus lectores, y sobre todo a un mercado en dónde a lo mejor las ediciones impresas con un costo ya no son tan atractivas como sentarse en una computadora y tenerlo todo gratis.
Gracias a Francisco Valenzuela y a todas las personas que hacen posible que siga existiendo este espacio; que nos ha abierto las puertas a quienes llegamos a buscar nuestros propios caminos. Y felicidades a todos aquellos que colaboran, han tomado una de las mejores decisiones de su vida: su viaje apenas está comenzando, así como empezó el mío.
Fotos- arriba: Roma Transtorner, abajo: Stereoadicta
Nota: Las fotos de nuestras fiestas siempre son tomadas por gente alcoholizada, favor de no exigir demasiada calidad…