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Ricardo Raphael: México es una fabricación de mentiras

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Era noviembre de 2018 cuando el periodista Ricardo Raphael invitó a su programa Espiral a la activista Isabel Miranda de Wallace, la mujer que 13 años antes denunció el secuestro y posterior asesinato de su hijo Hugo Alberto Wallace Miranda. Fue una entrevista dura, con un conductor incisivo ante todas las inconsitencias del caso. En el estudio, el comunicador hizo ver sus dudas respecto a la paternidad de la víctima, lo que indignó a su invitada. Pero sería justo ese el punto de quiebre, pues días después de transmitida la emisión, el verdadero padre biológico de Hugo Alberto contactó al periodista. “Si la señora Wallace mintió respecto a eso en cadena nacional, qué más cosas habrá inventado”, pensó Raphael, a lo que siguieron años de investigación que ahora se ven reflejados en el libro Fabricación, editado por Seix Barral.

“No me obsesionó el caso, lo que realmente me tiene obsesionado es cómo funciona la justicia en el país”, dice Ricardo en entrevista para Revés Online, luego de presentarse en la Feria Internacional del Libro de Morelia. “Tanto el libro anterior, Hijo de la Guerra, como este, interpelan esa obsesión. Y sobre todo, obsesión por saber por qué está tan mal, por qué es un sistema que no produce verdad, no produce justicia, no produce igualdad, no produce derecho”.

Para desenredar la complejidad del caso, el también abogado recurrió a lo que llama “mala literatura”, es decir, revisar con lupa las miles de páginas del expediente, algo que apenas fue el punto de partida.

¿Se cuenta mejor desde el periodismo, no?

Estoy convencido que yo no soy bueno, ni lo habría sido, para escribir libros sobre teoría jurídica, o para hacer un análisis desde la doctrina del derecho. Mi pluma y mi formación como periodista me entrega una herramienta más amable de comunicación. También es decir que la literatura me interesa y me gusta mucho, y que la decisión de hacerme de esta herramienta -entre periodística y literaria- me permitió abordar El origen de Los Zetas, que es el libro anterior de El hijo de la Guerra, y en este caso, observar la violencia que se ejerce desde las más altas esferas.

Y aquí es donde el caso Wallas se representó, lo voy a decir de una manera un poco rara, como un aporte circunstancialmente extraordinario de la vida, pues me permitió observar esa violencia con un nivel importante de detalle. Porque hay un expediente judicial donde puedo observar desde el propio proceso. Es un caso profusamente observado por la prensa, entonces, observar a los medios, observar al observador, fue un privilegio. Aunque al principio eran unas cuantas, terminaron siendo muchas las fuentes, las entrevistas que se animaron off the record, y también on the record, a entregarme información. La verdad es que yo no sé si ahí ocurriría la palabra obsesión, pero sí me di cuenta que había manera de cometer esta investigación, de atravesar esa larga jornada investigativa y de redacción.

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Creo que no he visto yo pasar ningún otro caso que me haya permitido observar con este nivel de detalle. He hecho investigaciones sobre el caso Ayotzinapa, pero difícilmente vamos a saber desde las más altas esferas del Ejército, por ejemplo, o de la Procuraduría, qué fue lo que pasó. He estado cerca del caso Acteal, del de Alejandra Cuevas, la hija de la cuñada del fiscal general. Pero estos casos que te muestro, es como si tuvieras una fotografía y gracias al caso puedes ver una esquina en la foto, el centro, otra esquina, pero no la foto en su completud. Creo que el caso Wallace arroja luz sobre mucho de lo que está pasando en el sistema de justicia y esta es la razón de investigarlo.

Probablemente no habría sucedido nada, no habría empezado esta investigación, si ella no me hubiera mentido en televisión nacional. Es decir, ella fue la primera que abrió la puerta y me dijo “pásale”. Involuntariamente -y seguramente se arrepintió toda la vida- pero ella cometió un acto muy serio: si un tema de justicia que tiene que ver con la verdad se presenta con una mentira, pues tú conoces el oficio, no hay manera en que la curiosidad no respingue y tenga intenciones de hacer el recorrido.

Ricardo Raphael

¿Es este país un país de fabricaciones?

Lo que yo te diría es que las cárceles están plagadas de inocentes. Yo calculo que la mitad de quienes están en las cárceles no cometieron el delito por el que están acusados y de hecho probablemente una gran cantidad no cometieron jamás ningún delito. ¿Por qué un país tan violento tiene tanta gente inocente en las cárceles? Y la respuesta que yo vengo encontrando es que la fabricación es el modus operandi de las autoridades para poder seguir siendo cómplices de los delincuentes.

El caso del juicio de Genaro García Luna en Nueva York lo explica bien. Él, por un lado, persiguió implacablemente a los Beltrán Leyva, persiguió al Cártel del Golfo, a Los Zetas, y por eso creció su popularidad y su respeto. Pero eso le permitió tener carta abierta para sus negocios con el Cártel de Sinaloa. Dicho en otros términos, tú de un lado tienes unos presuntos culpables, creces mucho los efectos, “el cine”, como dicen en el medio, la propaganda, y por el otro lado puedes mantener vínculo entre criminales y autoridades. Cuando no tienes a Los Zetas o al Cártel del Golfo en cantidades suficientes, empiezas a detener personas inocentes, fabricas delitos, con eso incrementas las cifras, con eso incrementas el número de víctimas que están en las cárceles.

Hablamos de mujeres pobres, jóvenes sin recursos, y esa es tu cifra. En términos contemporáneos, ¿qué son realmente los generadores de violencia? ¿Son realmente culpables? ¿Realmente hay pruebas contra ellos? ¿Realmente se van a quedar en la cárcel porque había un delito que cumplir o son la estadística necesaria para que la autoridad se haga de reputación mientras mantiene acuerdos en lo oscurito con el crimen organizado? Yo te respondería: la fabricación es más común de lo que quisiéramos.

¿Cómo enfrenta un periodista a alguien tan poderosa como era Isabel Miranda de Wallace?

Con astucia y gobernando tus miedos. Pero la verdad es que sí, miedo siempre hay, entonces hay que gobernarlo, hay que ser cautos. El oficio nuestro no es para mártires: hay que ver a quién te acercas, cuándo te acercas, a quién entrevistas, a quién no, cómo publicitas, cómo le entregas a tus colegas la información por si te pasa algo, que la den a conocer, cómo ese anuncio te protege. Yo tomé un noticiario todas las mañanas para blindarme y me funcionó.

No me interesa que mi familia ni mi persona sufran riesgos. Así que hay que calcular muy bien el tipo que estás investigando, cómo te vas a proteger frente a las amenazas. Las hubo, ella tenía el poder para ejercerlas, pero acabó teniendo mucho más miedo que yo, mucho más miedo ella de mí que yo de ella, y eso lo sé de buena fuente ahora que ella no está en este plano de conciencia, de gente que habló con ella hace un año, hace seis meses, y me dijo que lo vivió con mucho miedo.

¿Cuál es tu relación con la prensa que estuvo a favor de ella?

A muchos de ellos los invité a conversar y algunos dejaron de escribir a favor de ella. Otros matizaron sus argumentos y otros más la han defendido a capa y espada. Yo todavía no sé por qué un buen periodista, porque Ciro Gómez Leyva es un buen periodista, puede haber sido tan ciego frente a la evidencia. La única explicación que tengo, lo que llaman los criminalistas, es la visión del túnel: cuando entras en un túnel ya solamente ves la salida del otro lado, no eres capaz de ver qué pasa en las paredes, qué pasa en el piso, qué otra información hay.

Y sí, yo creo que Ciro Gómez Leyva ha caído en este caso, en el caso de Vallarta, ha incurrido en el problema del túnel, pero además lo ha hecho con arrogancia, porque en lugar de ampliar la conversación, en lugar de cuestionarse conmigo concretamente, ha utilizado términos que son agraviantes. Se refiere a mí como “los que escriben libros”. Ni siquiera dice mi nombre para que yo no me atreva a replicar con un gran desdén. Yo me refiero a él como los que NO escriben libros, y ahí nos vamos a encontrar.

¿Cómo se disciplina un periodista para hacer una investigación tan desgastante sin descuidar su oficio diario, que es tan demandante?

Una de las cosas complicadas en nuestro oficio es estar en la nota diaria y al mismo tiempo haciendo investigaciones de gran calado. Alguna vez me quejé con mi maestro Vicente Leñero, le dije que yo quería tener tiempo para escribir largo, como sus libros. Se rió y me dijo: “Yo he escrito mis libros entre los dos minutos que tengo en la mañana antes de desayunar y los seis que tengo en la noche antes de irme a dormir. No te imagines que en este oficio nuestro uno cuenta con meses y meses para escribir. Tienes que aprender a hacer tus investigaciones y tus libros mientras estás cubriendo la nota diaria”.

La verdad es que, para este libro, la pandemia ayudó, sobre todo a deconstruir el expediente. Es decir, cortar cada una de sus páginas, redactarlas, hacer el árbol de personajes, la línea en el tiempo, los argumentos. Son 130 mil páginas del expediente, lo cual suena muchísimo, pero también es cierto que una vez que tienes método, el método empieza a darte velocidad y de pronto es como salir a correr: primero corres 50 metros, luego corres 100 metros, luego corres un maratón. Así es lo que hacemos con un expediente. Primero revisas cinco páginas, luego 50, luego 100, luego150. Y luego ya el maratón no es tan complicado porque ya empiezas a discernir qué puedes soltar, qué puedes dejar.

Yo supongo que, en adelante, con los expedientes digitales y la inteligencia artificial, una investigación científica va a ser más fácil.

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