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Rodin: la mirada intrascendente de Jaques Doillon

Jacques Doillon es uno de los cineastas franceses en activo más prolíficos: casi una treintena de filmes en más de cuarenta años de carrera. Sin embargo, muy pocas de sus producciones han incursionado fuera de Europa. De hecho, el cineasta parisino había estado ausente de los grandes festivales de cine desde hace casi quince años, cuando presentó en Venecia el drama intercultural Raja (2003). La presentación de Rodin (2017), en la más reciente edición del Festival de Cannes, marcaba el regreso de Doillon a las grandes ligas, sin embargo fue duramente criticada por la prensa internacional. Ya veremos como le va en México, en donde ya inició su recorrido en el circuito de arte por medio de la joven distribuidora Sky Media.

A finales del siglo XIX fueron muchos los artistas que cuestionaron los cánones establecidos para el arte. Ésta especie de revolución artística fue particularmente intensa en Francia, país que en aquella época contaba con grandes exponentes de las diferentes disciplinas. Con el paso del tiempo, esta nueva concepción del arte daría paso a las vanguardias que dominaron las primeras décadas del siglo XX. En su momento, el escultor Auguste Rodin, fue el más importante de la escena parisina y en la actualidad se le considera el fundador de la escultura moderna.

La cinta de Jacques Doillon se sitúa en los años en que Rodin, junto a su protegida y amante Camille Claudel, trabajaban en el famoso grupo escultórico “La puerta del infierno”, una obra que tomó más de treinta años para terminarse en yeso (cabe mencionar que su autor jamás la vio en bronce y una de las ocho originales que se fundieron posteriormente se puede ver en el Museo Soumaya de la Ciudad de México). Otra de las obras a las que se hace mención es el “Monumento a Balzac”, el cual fue duramente criticado en su época.

Pero el guion escrito por el propio Doillon no se centra exclusivamente en el trabajo del escultor francés, sino que hace un extenso recorrido por los amoríos con sus modelos y alumnas, su larga, ambigua y casi fraternal relación con Rose Beuret, así como el tormentoso romance que sostuvo con la también escultora Camille Claudel.

Dicha relación ya había sido llevada al cine antes por Bruno Nuytten en la larguísima Camille Claudel (1988). Y más recientemente, Bruno Dumont presentó una ficción sobre sus años de encierro en Camille Claudel 1915 (2013). Ambos trabajos, disparejos pero apasionados, contrastan con el tono académico y cansino de la obra de Doillon, quien desarrolla en poco más de dos horas una serie de viñetas sobre la vida profesional y amorosa del afamado escultor francés, sin profundizar demasiado en su objeto de estudio.

Ciertamente el Rodin de Doillon está bien ambientado y cuenta con la esforzada actuación de Vincent Lindon. Pero más allá de eso, la cinta parece incapaz de ofrecer algo nuevo al espectador que tenga conocimientos mínimos de la vida y obra del destacado escultor francés. Tristemente, al igual que la mayor parte de la filmografía de Doillon, el resultado es desapasionado e intrascendente… y sí, también es muy aburrida.

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