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Rompan Todo y el mito de la censura en el rock

Rompan Todo, autohomenaje producido por Gustavo Santaolalla, ha desatado la discusión pública sobre diferentes tópicos. Uno de ellos, quizá el más recurrente, es la parcialización en cuanto a los artistas revisados para esta que pretende ser “La historia del rock en América Latina”.

Ahí se encuentra un primer error grave, pues por decisión propia se omite lo sucedido en Brasil, lo que nos llevaría entonces a pensar que el documental aborda solo al rock en español, pero entonces, ¿dónde queda España? Si fuera una tesis universitaria, el asesor ya hubiese regañado al alumno, obligándolo a delimitar su tema con precisión: “Breve e incompleta historia del rock en español interpretado en América Latina. 1960-2000”. Y es que, tras los primeros discos bendecidos por el gurú entre los 90 y la primera década del nuevo siglo, ya no hay demasiado material en el documental, si acaso testimonios dispersos de integrantes de Little Jesus, quienes, claro, se asumen como hijos de esas excelsas generaciones.

Pero esta no es una tesis académica, es un producto comercial con meros fines de entretenimiento. Por eso lo firma Netflix y no la UNAM. Visto así, Gustavo Santaolalla puede hacer lo que se le venga en gana y de ahí que lo que se le vino en gana fue hacerse un reconocimiento a sí mismo, porque quizá nadie se lo iba a hacer.

El tributo a su propia trayectoria incluye no solo proyectos personales que pasaron por el new wave para seguir las vanguardias europeas, sino, en una etapa posterior ya entrada la década de los 90, músicos que el argentino “descubrió” gracias a su poder visionario y, claro, a su capacidad para sacarle brillo hasta a los ejecutantes más primarios como La Maldita Vecindad o Café Tacuba.

No rompan ni un plato

No vamos a sumar más críticas a cada uno de los capítulos porque seguro ya leyeron un montón. Solo nos concentraremos en algo que se reitera a lo largo de la miniserie: la censura con la que se encontraron los músicos mexicanos en su carrera. Si bien es cierto que luego del festival en Avándaro el rock se fue a los hoyos funkies, lo que sucedió a finales de los 80 e inicios de los 90 fue una comercialización absoluta del género, tanto así, que los medios masivos de comunicación impulsaron a una y otra banda, pero principalmente a las pertenecientes al corporativo Santaolalla.

Maldita Vecindad, Caifanes, Café Tacuba y Fobia, por mencionar solo a cuatro, eran invitados recurrentes a programas familiares como Siempre en Domingo. También hacían su playback con Paco Stanley y encabezaban portadas de la revista Eres. (Y ya ni hablemos de Maná, porque se derrite este teclado).

Pese a ello, a varias de estas agrupaciones les funcionó el mito de que sufrían de censura. Molotov publicó el ¿Dónde jugarán las niñas?, pero salieron a venderlo a las calles porque, según ellos, las principales cadenas de discos no querían exhibir la sugerente tapa. Puro marketing efectivo, pues encontrar ese disco era muy fácil. Sencillos como Voto Latino y Gimme the power se repetían una y otra vez en MTV, brazo mediático de este supuesto rock contestatario.

Molotov Dónde jugarán las niñas

 

Qué vida tan dura

Escuchar a Leonardo de Lozane en el documental diciendo que El Microbito también fue censurado provoca de esas risas que te hacen escupir el café. Pensar que esa generación emergió desde la independencia, pero al mismo tiempo saber que a los 18 años el cantante de Fobia ya estaba grabando en Nueva York es similar a la “difícil vida” de Samuel García en los campos de golf de su papá.

Esto no quiere decir que las bandas en cuestión no hayan tenido sus méritos. Varios de esos discos son parte de la historia de la música contemporánea, pero la cantaleta de la censura no fue otra cosa que estrategias de disqueras para vender más. Si Café Tacuba hubiese sido un proyecto de rompimiento, Raúl Velasco nos los habría aceptado en su inofensivo show. Si Molotov era tan mal portado, ni MTV ni Telehit lo hubieran repetido hasta la saciedad. Y si Caifanes era tan raro, jamás lo habríamos conocido en estaciones de radio cien por ciento comerciales. ¿Censurado Alex Lora? ¿Alguien querría censurar a un guadalupano en un país guadalupano?

Sin embargo, Rompan todo es tan pretencioso que mezcla la historia de América Latina, sus dictaduras y catástrofes naturales, con la escena del rock. De ahí que escuchar a Camilo Lara hablando del 68 es más forzado que una camiseta de Fer con la estampa del subcomandante Marcos. Es un desfile de rockeros venidos a sociólogos, historiadores y politólogos. Tampoco es que un músico no pueda mostrar conciencia social, pero el montaje del documental quiere que veamos a la historia de estos artistas como una respuesta a los regímenes políticos, cuando, en muchos de los casos, resultaron solo un entretenimiento para la chaviza alternativa.

Mejor, vean esto

Si se quiere ver un documental auténtico sobre el proceso de resistencia en la escena del rock underground, echen un vistazo a En la Periferia (Alberto Zúñiga, 2018) donde sí veremos a proyectos jamás tomados en cuenta por los MTV, por los Telehit o por los shows para toda la familia.

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