Esta revista cumple 10 años y seguimos celebrando con una serie de anécdotas escritas por nuestros amigos, cómplices y colaboradores. En esta ocasión, les compartimos el texto de La Señorita Masturbación, poeta maldita del DF que conocimos hace algunos ayeres y que le dio a nuestra publicación un toque punk y femenino que mucho le hacía falta…
Quédate sentado detrás del hombre que lleva un revólver y dispara
Quédate al lado del hombre que bebe
Estarás lejos de las balas y la abstinencia”
Señorita Masturbación
Aquella mañana en un localito de los portales del zócalo moreliano Francisco Valenzuela puso en mi mesa un jugo de naranja fresco con vodka: “Aquí a dos mesas mataron a alguien hace dos meses, salud” nunca me supo mejor un desarmador, imaginé que podría ser el último de mi vida, también imaginé el horror de estar cerca de la muerte. Valoré aquél jugo, me pasé el susto a sorbos grandes. Llegaron los chilaquiles con carne asada, me olvidé de la muerte. Más tarde nos reunimos con Gafitas Salvador Munguía, acá el Chavita en la radio.
No recuerdo qué hablamos aquella tarde entre el programa Los Clásicos del rock y caguamas. Por la noche después de la lectura fuimos a un bar, me senté entre Lluvia [que me contactó para invitarme a Morelia] un guapete rubio llamado Josafat y una writer sosa que no recuerdo cómo se llamaba, intentamos hablar, me pareció lo correcto socialmente, ella no recordaba la calle de Tepito donde vivió muchos años [una ficción más, supongo. Me aburrí] Vodka tras vodka y caguama tras caguama todo perdió importancia. Después una fiesta extraña, para rematar unos tacos de pastor en medio de la madrugada, entre borrachos, albañiles, infieles, dílers, putas y travestis.
Mis guías morelianos por la mañana me llevaron al paraíso y al infierno, vi los cerros, el cielo, un paseo en troca cortesía de una morra a toda madre. En todo momento celebramos habernos conocido. Meses más tarde Francisco y los reveses visitaron mi casa, lo pasamos hablando, bebiendo hasta altas horas de la mañana, tarde, noche o en el viacrucis de cantinas del centro, el viejo más hermoso del mundo: mi padre, nos agasajaba con birria y birras, mi madre toda generosidad les acomodó un colchón en medio de aquella estancia.
Una noche Francisco y la que suscribe nos enfiestamos de forma terrible, aquello consta en una linda foto, estamos tirados junto a las oficinas del jefe gobierno, estábamos discutiendo sobre el horror del éxito, el odioso amor, sobre aquellos amores perdidos, sobre la asquerosa “limpia” de la ciudad [cerraron una de mis cantinas, ojetes] con intención de reclamarle al Peje sus chingaderas salimos del bar Cosmos cantando el recuento de los daños de Gloria Trevi, el mundo nos parecía un sitio siniestro, decidimos abandonarlo todo y tirarnos ahí mismo, es lo último que recuerdo de aquella noche.
Nada que una barbacha, coronas y caldo no curaran al otro día. Con el entrañable Gafitas Salvador Munguía, toqué bajos fondos bebiendo caguama con whisky, toque, rol y rock and roll. Con Lluvia recorrí la ciudad de noche, lloramos, reímos y hasta cantamos las de Lucha Villa en Garibaldi. Revés [y los reveses] seguirán en mi corazón hasta el final de los tiempos, en este momento desearía estar sentada en un portal moreliano, escribo frente al mar de Ventura Beach, el agua helada, amaneció hace un par de horas, comienzan a llegar los chicos con sus tablas y sus cuerpos sin grasa, se pasean calentando y calentándome, añoro Morelia, cambiaría todo este desfile de culos por un jugo de naranja con vodka [desarmador] y que chingue a su madre el diablo, salud.