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Sanctorum y el fin del mundo

Uno de los más esperados filmes en la sección de largometrajes mexicanos fue sin duda Sanctorum (2019). La segunda película que dirige el poblano Joshua Gil se encargó de cerrar la Semana de la Crítica en Venecia. La cinta tuvo un cálido recibimiento durante la función de prensa, por lo que de momento se sitúa entre las favoritas para alzarse con el máximo reconocimiento del FICM.

Ubicada en la sierra de Oaxaca, la película nos acerca a las difíciles condiciones de vida que enfrentan los habitantes de la región. De acuerdo a la narrativa, la falta de empleos bien remunerados los orilla a trabajar en plantíos de marihuana, mientras que el gobierno los presiona para que dejen dicha actividad. Así, los pobladores de estas pequeñas comunidades serranas quedan atrapados en el fuego cruzado entre los narcotraficantes y el ejército.

“Probablemente el fin del mundo es mejor que lo que estamos viviendo ahora”, afirmó el director durante la rueda de prensa. No ahondó mucho al respecto, pero hizo referencia a las complicaciones que sufren los trabajadores del campo mexicano.

Lo anterior es solo una línea argumental que intenta dar cohesión a la parte mística del filme, la cual se representa mediante una serie de imágenes digitalizadas. Hombres de fuego, luciérnagas y horizontes plagados de estrella sugieren el fin del mundo o al menos el fin de las comunidades indígenas de la región tal como las conocemos.

La película está hablada en mixe y las líneas escritas por el director son contadas a través de las voces de habitantes de estas mismas comunidades. En realidad, Joshua Gil escribió un guion de doce o quince páginas, el cual complementó con escenas improvisadas con los actores (no profesionales), así como elementos visuales y frases inspiradas en la estructura del haiku.

Sanctorum
Foto: Carlos Sosa/Cortesía FICM

La parte más difícil probablemente consistía en integrar estas dos vertientes de la narrativa cinematográfica. La parte, digamos realista, con la parte mística. ¿Funciona? No necesariamente y no todo el tiempo. Buena parte de las escenas, algunas bellamente retratadas, caen directamente en una u otra vertiente, como si fueran agua y aceite.

A lo anterior hay que sumar cierta obviedad en los momentos iniciales: un niño que camina en el bosque llamando a su mamá, el río teñido de sangre y un soldado lamentándose. De alguna manera estas imágenes nos anticipan el desenlace del filme, el cual requiere un tercio del metraje total para preparar el enfrentamiento final entre la comunidad campesina y la milicia mexicana. (extrañamente olvidándose de los grupos criminales), antes de que la grandilocuente intervención de la naturaleza termine con todo.

Sanctorum (“santo” o “de los santos”, traducido al español), dará mucho de que hablar en los próximos días, probablemente la veamos en las premiaciones del FICM. ¿Pero seguirá hablándose de ella con el paso de los años? Solo el tiempo lo dirá.

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