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Sin equipo de futbol: la nueva normalidad

Futbol Monarcas Morelia Primera división futbol mexicano

Por Emma Monroy

No es que antes fuéramos felices y no nos diéramos cuenta, sino que hace dos meses nadie imaginaba lo que vendría. Por eso hoy, ya de frente a esta “nueva normalidad”, añoramos tanto los días pasados: la cercanía, las promos de cerveza, la rutina del trabajo y las clases. Los viernes de futbol o los domingos de ciclovía. Muchas de esas alegrías tardarán en volver, otras no lo harán.

Entre las que no, la que más cala es la del viernes de futbol. El temido rumor sobre la venta de Monarcas descorazonó a todos los aficionados al confirmarse. Entre las decepciones que se leían en facebook y twitter, se colaban también comentarios sardónicos, escritos desde una superioridad moral que parece más bien oportunista. Como si el gusto por el futbol fuese despreciable y la afición que por 70 años apoyó a su equipo, mereciera un castigo por amar la playera o por su ingenuidad al creer que el futbol no es un negocio.

Esos que escriben con inquina, se regodean en la desgracia no de un deporte, sino de la gente con la que comparten ciudad. Les llaman despectivamente ridículos por llorar y los tachan de insensatos por marchar en tiempos de Covid. Y a lo mejor sí, pero ya veo a esos mismos que hoy se burlan, haciendo filas para comprar cervezas sin guardar distancia  y llorando borrachos por una morra. Así que, imprudentes y llorones esos que se burlan, también son.

Tampoco se espera, claro, que a quien no le guste el futbol se le rompa el corazón; ¡faltaba más!. No, solo un poco de empatía, acompañada, si no de palabras, al menos de silencio. El tono del sarcasmo no es el de un amigo que se mofa porque el equipo no jugará tal partido o porque se irá al descenso, sino uno que disfruta la desdicha. Estas personas o no conocen la sensación de saberse parte de una comunidad, o se sienten muy seguros porque creen que el deporte del que gustan está exento de negociaciones.

Al respecto, ya Martin Niemöller escribió un esclarecedor poema sobre la indiferencia. Para fines de este escrito, acortaré a una sola idea confiando en que tienen alguna noción del original.

“Primero vinieron por el futbol y yo no dije nada porque a mí no me gustaba el futbol…”

Si piensan que porque les gusta el rugby o el basquetbol, o encuentran más noble el tenis o menos masificado el voleibol, no se sientan seguros. Las razones por las que hoy le quitaron a Morelia el futbol profesional pueden ser las mismas por las que esos deportes nunca tendrán lugar en la ciudad: no son redituables y como tal, no merecen apoyo. Y por eso no hay espacios ni difusión para ellos.

Ahora que nuestra alienada conciencia a fuerza de necesidad comienza a despertar, elijamos un poco de empatía y un poco memoria. No por el futbol, no por el equipo; por la gente y por el deporte. Esa tragedia hoy se hace más visible en el futbol.

En estos días de añoranza, recordar por qué nos gustó el futbol o saber por qué le gusta a la gente con la que convivimos, tal vez ayude a solidarizarnos con su dolor y entender que no sólo era un equipo de futbol. Era un elemento de cohesión, incluso a la distancia. Pregúntenle a sus amigos o parientes foráneos si se sentían más cerca de su hogar cuando veían jugar al Morelia en el estadio desde esa otra ciudad donde residen o cuando portaban su playera rojiamarilla.

En estos días, nos guste o no el futbol, elijamos la empatía y recordémosle a la afición dónde queda su corazón. Quizá eso alcance para imaginar otro futbol. Como dicen: “Se llevan al equipo, pero nos dejan la historia”.

Pensemos entonces que es posible reescribirla y que el futbol se quede en Morelia.

Imagen: Hefebreo/Flickr

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