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Somos lo que hay

Por Omar Arriaga Garcés

 

Imposible encontrarle un solo matiz al mundo. Ni la física clásica logró una reducción a términos de masa y movimiento. El ojo humano intentará adentrarse en la espiral de matices de las cosas, pero ¿sin llegar al vértigo?

Pregúntele a la mujer de El perro andaluz, de Buñuel, cuando una navaja rasga su ojo en dos. Así con el país.

Un proverbio chino habla de los contrarios engendrando armonía. La misma creación provendría de esos contrarios, pero afirmarlo en nuestro contexto equivale con toda seguridad a asumir una postura dialéctica. Quizá hasta maniquea.

Para no ir más lejos: una postura en blanco o negro, de bueno o malo.

Pero la realidad en México nos dice otra cosa: ésta es la realidad real, sin física clásica.

Aunque claro: el arte tampoco exime tales contingencias. Mucho menos el cine, género social, de por sí en boga.

Aun antes de que en el 2010 (con motivo del Bicentenario del inicio de la Guerra de Independencia de este país) se estrenara El infierno, tercer filme de Luis Estrada, director de La ley de Herodes; otra película ya conocida por nosotros cuestionó de forma mucho más corrosiva las circunstancias de México de cara a su magno festejo.

Una cara, encarnada de manera sobresaliente por el Distrito Federal (aunque en lo fáctico sean varias urbes y estados los que hoy se disputan ser la plaza más sangrienta de la geografía nacional), una cara maligna y grotesca.

Tal vez esa siniestralidad sea la que llevó a parte del público a abandonar la sala antes que acabara de proyectarse Somos lo que hay (largometraje ganador del Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2010, ópera prima de Jorge Michel Grau); una cinta de la que el cineasta norteamericano Jim Mickle, tres años después, ha hecho un remake hollywoodense (We are what we are). Ahora, por obra y gracia del Festival Internacional de Cine de Morelia, ambas películas se proyectan al público para hacer el cotejo de los dos trabajos, si bien, debo decir que luego de verlas la del estadounidense me parece que le hace un flaco favor a la realización de Michel.

Un filme que al inicio parecía Principio y fin, el dramononón de Arturo Ripstein. Con todo, al final ya querías un dramamine para el mareo… Así de sangrienta y barroca es esta farsa.

Lo sorprendente es que parezca tan normal, sugiriendo episodios como los de Súbitamente el último verano, obra de Tenesse Williams, o los de El perfume: historia de un asesino, de Süskind.

Y que halle consonancia en pasajes de La consagración de la primavera, la obra orquestal de Igor Stravinski en la que una muchacha es asesinada como ofrenda para una obscura deidad, a fin de obtener buena cosecha en los campos…

En Somos lo que hay, Michel transforma la violencia de la Ciudad de México en una novela negra de sacrificios rituales por los que una familia sobrevive.

Nada de Hannibal Lecter: el organismo antropófago es una familia, médula de la sociedad.

Alusiones al canibalismo prehispánico y al tamalero asesino parecen igual de apropiadas.

En la obra teatral de Williams, unos niños-aves de rapiña conducen al muchacho hasta los vestigios de un antiguo templo donde será devorado vivo.

En Somos lo que hay, las putas dirigen a la madre al círculo sacrificial: un parquecito.

En la novela de Süskind, el protagonista muere ingurgitado por quienes desean un pedazo de belleza de ese ángel cuyo olor trastorna la mente.

En el filme de Michel, el rito y la carne son cuanto hay y, por tanto, cuanto importa. Para qué hablar de las insinuaciones del incesto.

Fraternos caníbales, degustadores de cadáveres; como en la canción de Soda Stereo, como Dalí en su manía de comerse a Gala.

Somos lo que hay: más que el acta de una realidad rota, la demostración de la tesis de Hobbes: el hombre es el lobo del hombre.

Del epitafio de Sir Isaac Newton: “Dad las gracias, mortales, al que ha existido… Gran adorno de la raza humana”. Cuando leo tal cita pienso que en eso ha quedado la física clásica, en un gran adorno. Somos lo que hay se proyecta de manera gratuita este lunes en la Casa Natal de Morelos en punto de las 20:30 horas, una oportunidad para ver esta peculiar cinta.

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