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Tár: una fábula sobre el poder

Tár película

El antiguo ministro y periodista francés Georges Clemenceau se refería al poder como “la más completa de las servidumbres”. Quienes lo detentan suelen caer bajo su influjo, sintiéndose intocables e infalibles, pero están supeditados a una serie de circunstancias ajenas a ellos. Esta definición queda como anillo al dedo a la protagonista de Tár (2022), la vuelta a la pantalla grande, después de 16 años, del director y guionista estadounidense Todd Field.

Lydia Tár es una afamada directora de orquesta radicada en Berlín. Dos largas secuencias al inicio de la cinta nos permiten conocer aspectos fundamentales de su personalidad. La primera de ellas es una larga entrevista en donde se hace un recuento de su extensa y exitosa trayectoria. Dicha entrevista, conducida por el escritor Adam Gopnik, permite el lucimiento de Lydia, quien rechaza el título de “maestra”. De hecho, prefiere el masculino “maestro” y rellena la conversación con comentarios ingeniosos y sarcásticos. Ahí tenemos una primera impresión de ella, culta y segura de sí misma.

La otra escena, filmada en una sola secuencia, sucede en un salón de clases para alumnos de música. Lydia confronta a un estudiante que reniega de los compositores clásicos, debido a lo que considera una incompatibilidad de valores. La respuesta de la directora es tajante y a todas luces inapropiada. Este claro ejemplo de autoritarismo es un atisbo de lo que vendrá y parece plantear la pregunta: ¿se puede separar al artista de su obra?

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Todd Field construye el personaje y Cate Blanchett le da vida. La vemos enfundada no solo en costosos trajes masculinos sino en su clasicismo. Tár es un personaje complejo y humano. Tanto así que en las redes sociales han surgido muchas teorías acerca de su veracidad, confundiéndola con una película biográfica.

Tár disfruta de la atención, se asume abiertamente como lesbiana y no duda en expresar su opinión sin cortapisas. Sin embargo, es mucho más lo que oculta. Con una serie de gestos de concentración antes de entrar a escena, la mujer se transforma en Lydia Tár, la que conduce un Porsche y tiene en sus manos el destino de decenas de personas. Muy lejos queda la Linda Tarr que creció en un barrio popular de Nueva York, que plagia los conceptos musicales de Leonard Bernstein (a quien nunca conoció) y la que es perseguida por los fantasmas de sus víctimas.

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Y es que la directora de orquesta lleva años promocionando carreras musicales a cambio de favores sexuales y quienes no aceptan ven arruinadas sus carreras. Su influencia es tal, que las inevitables acusaciones quedan en simples rumores. Hasta que un trágico suicidio y las redes sociales hacen que sea imposible ocultar la verdad. De esta manera, la ficticia Lydia se une a la lista de directores de orquesta sobre quienes pesan acusaciones de abuso sexual, entre los que se encuentran James Levine y Charles Dutoit.

En el tramo final Todd Field hace referencia a la cultura de cancelación, tan popular en la actualidad, que obliga a la protagonista a retirarse de los grandes escenarios. En un giro de los acontecimientos, y con cierto humor negro, Tár termina dirigiendo una orquesta infantil que interpreta música de videojuegos en un país asiático no especificado (probablemente Filipinas, ya que hacen referencia a Apocalipsis Now de Coppola). ¿Será suficiente castigo?

Ajustándose a la definición de Clemenceau, Lydia termina siendo presa del poder y sus circunstancias. Acaba de cumplir cincuenta años y lo nota cuando una joven chelista rechaza con desparpajo sus embates. En ese momento debe contrastar sus ideales juveniles con las decisiones que tomó a lo largo de su carrera basándose en su capricho. Tár, la antes influyente e incuestionable, es un recordatorio de que el poder no tiene raza, género ni preferencias sexuales, pero está ahí, esperando a quienes no pueden escapar de su propia ambición.

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