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Trainspotting 2: un remix de generaciones

Los pies han dejado de correr en el cemento. Ahora corren en una cinta de MDF sobre una caminadora que nos llevará al disparador de la historia. Los planos fijos y bien compuestos ya no son de Brian Tufano, el director de fotografía de Trainspotting (¿uno?). Ahora son de Anthony Dod Mantle (Festen, Dogville, Slumdog Millonaire) y la música ya no es de Pulp, Elastica, Blur, Lou Reed, ahora son Queen, Wolf Alice, Young Fathers, un remix de Prodigy con Iggy Pop y una segunda parte (¿aparantemente?) de Born Slippy de Underworld, que ahora se llama Slow Slippy. El director sigue siendo Danny Boyle (¿quién más?). En el Show de Graham Norton, Ewan McGregor explicó cómo fue el reencuentro de Danny Boyle. Limaron asperezas. Hicieron la segunda parte. Los amigos han envejecido y se esparcieron, aunque no por el mundo. Renton vuelve de Amsterdan y el reencuentro los obliga a buscar una nueva forma de encontrarle significado a la vida.

En aquel entonces eran jóvenes que se burlaban del sistema que quería mantenerlos saludables. Hoy se burlan de haberse burlado. Finalmente, aún a sus 40, no pueden aceptar la imposición. Es una mierda ser escocés, gritaba Renton en la primera. Hoy parece que es una mierda ser europeo, o volver a ser escocés en una Escocia que parece estar a punto de decirle adiós al Reino Unido. Antes no había postproducción, ahora la hay pero no con la saturación barroca de Oliver Stone en Natural Born Killers, por ejemplo. Es la saturación a lo snapchat, instagram, twitter, facebook. Hace 20 años queríamos ser felices. Hoy también. Unos se fueron por un camino correcto, como Diane, a pesar de haber iniciado sacándole la lengua a las leyes. Antes Begbie era un iracundo que por cualquier motivo iniciaba una pelea, hoy está viejo y parece que no ha cambiado.

Parece, solamente. Trainspotting es el término que se refiere a contar el tiempo entre tren y tren, una forma muy clasemediera y triste de pasar el tiempo. Pero también puede referirse a esos momentos negros que hay entre luz y luz, que es un viaje de heroína, como pasar por un túnel, sin detenerse durante mucho tiempo. Lo de menos es decir si la película cumple o no, porque un análisis (o pseudo-análisis) sobre la formalidad implicaría que no hemos atendido lo que realmente sucedió en la primera y que esperamos que no sucediera en la segunda: un niño muerto, una madre que grita, un joven sano y deportista que se decide deslizar al cadalso, un padre que no ve crecer a su hijo por estar en prisión, otro que tampoco pudo ser un buen padre porque prefirió la heroína. La mierda de ser escocés es aderezada, mezclada, batida, servida con grandes momentos musicales, una búsqueda por hacer que el color casi explote, juegos de luces que re-inventan los «flares», raccords de trenes y algo de ingenio.

Han pasado 20 años y se nota la diferencia entre los actores que han estado en activo (Ewan McGregor y Jony Miller) a diferencia de los que no tanto (Ewen Bremer y Robert Carlyle). Dod Mantle (director de fotografía), parece volver a hacer su primer álbum, como un banda de rock de adolescentes que quiere ponerlo todo ahí. Y lo logra bien. Sin embargo Danny Boyle insiste en regresar una y otra vez al pietaje original, a esas secuencias que lo aventaron al universo de las grandes ligas. En momentos es nostalgia, en otros parece necedad. Como dice la canción Lust for life de Iggy Pop, «soy solo un hombre moderno, ya me lo han reclamado, porque querer comerme al mundo[i]«.

¿Qué hacer con una película que quiere darle una palmada en el hombro a la generación anterior, pero que busca encontrar un espacio en la nueva generación? Entre otras formas, buscarle un remix, como el de Prodigy a Iggy Pop. ¿Renovarse o morir? Cuando anunciaron Trainspotting en 1996 le llamaban «la Naranja Mecánica de los 90». Todos nos reíamos. Le nombraron «la vida en el abismo». Hoy, las distribuidoras la nombraron nuevamente como «la vida en el abismo». Ya no nos reímos porque aceptamos lo que nos dicen.

Hoy ya no podemos ir todos en grupo a ver la película, ni siquiera para ver qué pasó con los hijos de aquellos jóvenes porque ahora nuestros (vuestros) hijos nos demandan tiempo. Tampoco podemos pasar un día entero encerrados en una habitación sin hacer nada, porque si no es una obligación la que nos chupe nuestro preciado tiempo, entonces habrá otra obligación más futil, la de las redes sociales, la que nos demande ese tiempo. Una secuencia (a mi parecer hermosa) nos muestra a Mark Renton explicándole a una joven por qué y de dónde venía la famosa letanía de «Escoge vivir, escoge un trabajo, escoge una carrera… (choose life, choose a job, etc.)». La joven no entiende el mensaje, solamente aprecia al mensajero. El viejo que debía ser más sabio por junkie que por viejo, ya no puede entregar su mensaje. Seguramente Trainspotting 2 tampoco logre hacerlo. Porque es una mierda la vida actual, vivir entre sobre-estimulación, no tener amigos, ni seguridad social ni un trabajo estable. Es una mierda ser escocés, europeo, británico o latinoamericano. Es una mierda envejecer.

[i]           Esta no es una traducción literaria. Si bien «Well I am just a modern guy» sí es traducido como «solo soy un hombre moderno», decir «lust for life» es un modismo que se refiere a «comerse al mundo», si bien la traducción literaria podría ser «lujuria por la vida», no tendría el mismo sentido. La traducción y el modismo fue revisado y comparado con angloparlantes nativos.

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