Revés Online

Ucareo: después de la tormenta, llega su feria…

En Ucareo, el pueblo que por una semana fue el foco mediático de Michoacán, se respira un aire de mayor tranquilidad. Ya no hay barricadas ni policías llevándose gente, y su tradicional Feria de la Pera está por comenzar.

Ucareo
Fotos: Cortesía de Luis Enrique Granados

A inicios de julio una noticia fue conocida en medios estatales y nacionales: en un pequeño poblado de Michoacán aparecieron dos hombres colgados en un puente de la autopista, tras lo cual, la policía detuvo a cinco «sospechosos».

No había pruebas, las detenciones se basaron en oídas, una vieja tradición en el sistema judicial de este país.

Dos de ellos fueron liberados horas después, pero tres continuaron retenidos y solo pudieron recuperar su vida normal gracias a la organización de la comunidad, cuyos habitantes se movilizaron hasta salirse con la suya.

En el olvido

Víctimas de robos, extorsiones, secuestros y una violencia inédita, los ucarenses nunca fueron escuchados por el gobierno, sino al contrario, hallaron en la policía local un sospechoso cómplice de la mafia que azotó por cinco largos años a esa parte de la montaña michoacana.

Hará un año que estando por allá escuché a alguien decir que ya había gente con ánimo de formar autodefensas, como en Tierra Caliente, pero en sus palabras también cabía el temor: “Uy, yo creo que no somos tan valientes para eso”, atajaba.

En el pueblo pasó de todo: muchachos que se volvieron narcos, agricultores que fueron robados, ganaderos obligados a regalar vacas, pequeños comerciantes pagando cuotas, tianguistas expulsados y varias personas secuestradas de forma exprés.

Nomás que ahí no estaba Mireles, ni Hipólito Mora, ni Papá Pitufo, ni El Americano, ni el comisionado Castillo.

Y entonces a nadie le importaba: ni al gobierno, ni a los medios, ni a los columnistas, ni a la policía.

Era una silenciosa pesadilla en un pueblo pintoresco, una comunidad religiosa, amable, pujante y conservadora.

Pero llegó el fatídico julio y como es costumbre, medios y autoridades aparecen hasta que corre la sangre. Dos colgados, aprensiones ilegales, confesiones manipuladas y tres personas detenidas, uno de ellos, el secuestrado.

La población reaccionó de forma espectacular para exigir la liberación de los tres vecinos: cerraron por minutos la carretera a la altura de Zinapécuaro, vigilaron entradas y salidas e hicieron de su defensa un gran golpe mediático. Marcharon a Morelia, se apostaron en la Procuraduría, nombraron a sus voceros y hasta consiguieron el apoyo de personajes como Guillermo Valencia.

También posicionaron un lema de batalla: “No son tres, es todo un pueblo”.

De estar en el olvido, Ucareo salió en el Reforma, en Televisa, con Ciro Gómez Leyva, con Carlos Loret de Mola, en Proceso, en TV Azteca, en La Jornada, en Aristegui, en Sin Embargo y hasta en CNN.

Varios de esos medios exageraron al asegurar que en Ucareo surgían nuevas autodefensas, pero qué importa un poco de amarillismo si eso orillará al gobierno a procurar un poco la justicia.

Durante esa semana, las campanas de la iglesia sonaron no para llamar a misa, sino para llamar a la organización pacífica en defensa de sus compañeros. Y lo lograron.

Incluso el juicio contra los tres inculpados tuvo su dosis de emoción: a criterio del juez, los abogados defensores desconocían las técnicas de litigación que establece el Nuevo Sistema de Justicia Penal, por lo que fueron sustituidos por un abogado de oficio que luego de varias horas cumplió su cometido: lograr la liberación (bajo reservas) de los acusados.

A su regreso, los tres nuevos héroes fueron recibidos con banda de viento, flores blancas y miles de aplausos.

Las redes sociales también sirvieron para informar el minuto a minuto, para pedir apoyo económico de los que han emigrado a Estados Unidos, para escribir oraciones y clamar justicia.

Ahora se respira la calma y se prepara la Feria del Pera, que va por su edición 39 sin interrupciones a partir del 26 de julio.

Los vecinos anhelan que todo sea como antes, que ya nunca se presente la violencia, que los dejen ser como siempre han sido: trabajadores y discretos.

Siguen unidos.

No son tres, ni cinco.

Es todo un pueblo.

Salir de la versión móvil