Conocido por su Feria de la Pera, por un templo con más de 450 años de construido y una actividad agrícola pujante, Ucareo es otro pueblo michoacano donde sus habitantes han decidido alzarse contra quienes desde hace tiempo los extorsionan, los secuestran y los asesinan.
El pasado viernes 3 de julio, dos presuntos secuestradores fueron hallados muertos, colgados de un puente, en una postal más del México sangriento.
De acuerdo a algunas versiones, habrían sido los mismos pobladores quienes cansados de ser ignorados por la policía tomaron la justicia en sus propias manos. El saldo: cinco detenidos, quienes fueron privados de su libertad sin órdenes judiciales. A dos de ellos se les absolvió horas después y a tres los trasladaron al penal de Mil Cumbres la tarde del domingo 5 de julio.
En Ucareo suele haber paz y calma, tal vez demasiada; en un día normal las calles lucen solitarias, calles a las que nadie llama por su nombre oficial, sino por referencias físicas como Los Solares, El Charco, El Pozo o El Polvorón.
Un pueblo donde muchas y muchos han emigrado a Estados Unidos para buscarse un mejor nivel de vida, pues por más que se trabaje, el campo o el comercio no dan para mantener a la familia.
En ese terruño ubicado en las montañas del oriente michoacano, han llegado decenas de políticos a ofrecer un progreso que nunca llega. En cada Feria de la Pera el gobernador en turno manda a un representante quien asegura que Ucareo es muy importante para el estado y ahora sí habrá inversiones en el campo, o en la industria local que procesa las frutas para ofrecer licores, almíbar y otras variantes.
Pero como en un cuento de Rulfo, a las promesas se las lleva el viento helado. Igual que en Luvina, cuando se refieren a ese señor llamado gobierno:
“Y tienen razón, ¿sabe usted? El señor ese sólo se acuerda de ellos cuando alguno de los muchachos ha hecho alguna fechoría acá abajo. Entonces manda por él hasta Luvina y se lo matan. De ahí en más no saben si existe”.
Cuando la policía estatal arribó al pueblo, una hora después del hallazgo de los cadáveres, entró a varias casas supuestamente para hacer preguntas de rutina, pero al final se llevaron a cinco personas, sin órdenes judiciales. Entonces la gente se movilizó, sonaron las campanas del templo agustino y quisieron impedir los arrestos, sin conseguirlo. Más tarde, se trasladaron a Zinapécuaro, bloquearon la carretera y exigieron justicia para quienes presumen inocencia. Luego la caravana se dirigió a Morelia y se plantaron en la Procuraduría Estatal de Justicia. La consigna: no irse hasta que liberaran a sus compañeros.
“Vamos a convertirnos en un nuevo Cherán”, mencionó uno de los manifestantes, quien afirmó que en el pueblo ya nadie entra ni sale sin ser identificado, sin decir a dónde va, a quién visita o qué quiere.
En las redes sociales, una fanpage de Facebook llamada “Sabes que eres de Ucareo Michoacán cuando…” dejó del lado el buen humor para convertirse en la vía instantánea de comunicación. Se escribieron alertas, advertencias, oraciones y consejos para organizarse mejor, pues se especulaba que las cosas estaban lejos de tranquilizarse.
Hace muchos años, allá por los 80, en el pueblo mataron a Don Claudio, un señor que, sobra decir, era muy conocido; sobra porque en los pueblos pequeños como éste todos se conocen. De ahí en fuera no había más notas rojas qué contar, hasta que el crimen organizado penetró al poblado, y entonces vinieron las extorsiones, las cuotas, los crímenes, los secuestros.
Al parecer un levantón exprés colmó la paciencia de los lugareños, y de acuerdo a la versión policiaca, fueron varios de ellos quienes habrían colgado a los plagiarios después de que éstos cobraran el rescate.
Luego de la liberación de dos personas, éstas denunciaron ante los medios de comunicación que fueron obligados a testificar contra las otras tres, y que firmaron papeles con muchos espacios en blanco. Ya para el domingo, las bases de apoyo amenazaban con boicotear la clausura de la Expo Feria Michoacán como medida de presión.
No se van a rendir, y no van solos, incluso tienen el apoyo del pueblo vecino, Jeráhuaro, con quien históricamente mantienen una rivalidad de puro orgullo: que si su feria es la mejor, que si tienen un templo antiguo, que si las muchachas son más guapas, que si las tierras producen más.
A finales de julio comenzará la Feria de la Pera, la fiesta anual donde sí se ve a la gente caminar por la plaza, subirse a los juegos, comer antojitos y ver a los artistas en el teatro del pueblo. La época en que varios migrantes regresan en sus camionetotas, algunos con facha de cholos, otros con la panza llena de hamburguesas, y unos más con ese acento pocho que se pega rápidamente.
Pero ya no será lo mismo, incluso si los detenidos fueran liberados, algo de miedo, pero también de solidaridad, se sentirá en Ucareo.
Y el representante del gobernador ya no podrá ir a prometer lo de siempre, porque ahora la gente se pondrá brava, porque las palabras huecas, el atole con el dedo, se lo tendrán que guardar para otra ocasión.
Ucareo se levantó y las campanas de la vieja iglesia siguen sonando. Pero esta vez no son llamadas a misa donde algunos se quedan dormidos.
Al contrario: son llamadas para despertar.