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Un drama en dosis precisas

Like father, like son (Soshite chichi ni Naru) es una de esas películas que difícilmente se podrán ver en nuestro país fuera del Festival de Cine, y que se lamenta, porque es una muestra precisa de lo que el arte a través de la expresión cinematográfica puede transformar, en este caso el de una historia que podría verse simplemente como sentimental, pero que  traza los lazos familiares y el interior aquejado de un hombre que aprende a ser padre, de una manera precisa, estética y a la vez tierna.

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Es la historia de un par de familias que después de seis años de haber parido en el mismo hospital, son contactadas para decirles que sus hijos fueron intercambiados al nacer. Un shock emocional y a la vez una esperanza por encontrar al hijo perfecto por parte de uno de los padres, Ryoto, un arquitecto adicto al trabajo y al éxito, que se ve imposibilitado a tener una relación afectiva por la influencia de su padre y su propia relación apegada a la disciplina y poco afecto. La decisión de reconocer o desconocer lo que realmente forma una familia.

Una película pausada, con escenas llenas de luz, precisas en el contraste de las dos familias. Un drama que más que en el exterior sucede en el interior, natural, humanista con tintes de comedia que provocan la ternura y complicidad en el público por las excelentes interpretaciones de los personajes. El director sitúa al espectador también a la altura de lo niños, con excelentes actuaciones y que muestran su inteligencia, temores y vulnerabilidad en una situación donde ellos están lejos de elegir. Alejada del drama excesivo pero que alcanza para dejarte un nudo en la garganta.

El filme dirigido por Hirokazu Kore- Eda obtuvo en este año el Premio Internacional del Jurado en el Festival de Cannes y el  Premio del Público en el Festival de San Sebastián. El director cuenta entre sus películas Maboroshi no Hikari(Maboroshi, 1995), Distance (2001) y Dare mo shiranai (Nadie sabe, 2004).

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