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Un viaje por la paz: mediano filme sobre Irlanda del Norte

 

La población de Irlanda del Norte sufrió durante muchos años la violencia producto de las diferencias entre católicos y protestantes. Dicho de una manera muy simplista, los primeros promueven la integración con Irlanda y los segundos prefieren mantenerse como parte del Reino Unido. Aunque obviamente la realidad es mucho más compleja de lo que puede resumirse en unas pocas líneas.

La espiral de violencia iniciada en 1968 provocó la muerte de millares de personas hasta la firma del acuerdo de Viernes Santo en 1998. Con ello inició un tortuoso proceso de paz que prácticamente culminó en 2007 cuando se reunieron en Escocia dos influyentes personajes, ambos enemigos irreconciliables: el reverendo presbiteriano Ian Paisley y el ex miembro del Ejército Republicano Irlandés Martin McGuinness.

Un recuento un tanto fantasioso de dicho encuentro es lo que vemos en Un viaje por la paz (The journey, 2016), sexto largometraje para cine que dirige el norirlandés Nick Hamm, quien no presentaba nada para la pantalla grande desde la comedia musical Killing Bono (2011). Lo más reciente del cineasta británico,  más conocido por su trayectoria en el mundo de la televisión, no corrió con suerte en su paso por las carteleras europeas y parece claro que sufrirá para mantenerse en las salas de cine a pesar del sólido apoyo de Cinépolis Distribución.

Como se mencionó antes, la cinta cuenta un episodio del proceso de paz en Irlanda del Norte. Los dos bandos rivales fueron reunidos en Escocia por el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair (en tono caricaturesco en el filme), así como Bertie Ahern, presidente de Irlanda, con la finalidad de alcanzar un acuerdo. Paisley, el representante de los unionistas, debe acudir a la celebración de sus cincuenta años de matrimonio, pero con el fin de evitar un posible abandono de las pláticas, McGuinness decide viajar con él. El accidentado viaje que debía durar apenas una hora está plagado de recriminaciones iniciales pero después de un tiempo, ambos hombres logran tender los puentes que permitirán llegar a una solución al conflicto.

El tema, de por sí complejo y delicado, exigía una aproximación seria que reflejara con claridad las posturas en conflicto. Pero casi desde un inicio se advierte que el filme de Hamm será incapaz de alcanzar la profundidad necesaria, maximizando el papel del primer ministro británico y trivializando las consecuencias del reparto de poderes entre los protagonistas, eso sí, correctamente interpretados por Colm Meaney y el reconocido Timothy Spall.

El conflicto norirlandés ha servido de inspiración para varias películas interesantes: Bloody Sunday (2002), de Paul Greengrass, En el nombre de padre (In the name of the father, 1993), Hunger (2008), la ópera prima de Steve McQueen, Masacre en Omagh (Omagh, 2004), así como la reciente ’71 (2014) de Yann Demange… y la lista sigue, pero hasta ahora no se había tocado con relativa seriedad la parte final del problema. Parece claro que aún queda mucho por explorar, ya que la cinta de Nick Hamm se queda en el intento, mostrándonos una versión idealizada del oscuro mundo de la política acompañada también de cierta dosis de ingenuidad y buenas intenciones.

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