Desde el comienzo de Rusia 2018, hemos publicado un intercambio de cartas entre el mexicano Adrián González Camargo y el argentino Roberto Jáuregui. Sus esperanzas mundialistas han sido derribadas, pero su amistad no la destruye ni el mejor delantero del mundo.
Estimado Roberto:
Dijo Edén Hazard: prefiero perder como juega Bélgica que ganar como juega Francia. La mezquindad los hizo ganar. Ganar con el mínimo necesario y no dejar jugar, defender el burgo desde adentro, esperando que las flechas sean lo único que lastime al enemigo y de vez en cuando enviar un Pípila que sea capaz de quemar el portal del cuartel contrario. Eso fue Francia.
Ayer Inglaterra no encontró formas para quitar los ladrillos croatas y Mandzukic, Perisic y Modric se fueron drenando de a poco. Sobre todo, Croacia trajo consigo la historia de combatir desde la pequeñez. El último que lo hizo en los mundiales fue Uruguay. Los ingleses no fueron mezquinos ni agrios: fueron muy jóvenes para quienes tenían enfrente. Croacia tiene sinónimo de esperanza. Garra, fuerza, salvajismo son palabras que se leen burdas aquí. Croacia es sinónimo de giro de timón, de tabula rasa. ¿Por qué emociona, Croacia? Por aburrición de los otros, por necesidad de una nueva perspectiva. Porque los espectadores contribuimos a que se modifique el status quo si celebramos que gana Croacia. ¿Sabes qué supieron hacer los grandes imperios, como la iglesia católica y las trasnacionales gringas? Franquicias. Supieron eliminar las imágenes de los de abajo, aburrirnos con repeticiones hasta volverlas parte de nosotros.
¿Has vuelto ya de Sudamérica? Si estás en Morelia, espero te encuentres bien. Escuché que llovió tanto en Morelia que cayeron árboles y los tigres del zoológico podrían escapar de su jaula. Al final, solo fue un rumor. Sin embargo, se ha vuelto a colapsar la ciudad. ¿Y en el resto del mundo dónde llovió ayer? En las provincias romanas de Pannonia, Dalmatia y Gallia. Esta noche, el cielo seguramente estará despejado. Sábado y domingo, tendrán tormentas aseguradas en Moscú.
Conversé con un señor que caminaba, subiendo una colina. Abajo estaba el lago, esperando que la lluvia viniera a despertarlo. Me dijo un refrán sobre la suerte. La suerte es esa mula que no quiere caminar por más que uno le pega. Tiene que venir, simplemente. ¿Viste cómo dicen que Napoleón quería solo generales con suerte, además de ser talentosos? ¿Crees que eso haya pensado Didier Deschamps, cuando escogió a sus jugadores? No sé si la suerte exista, pero cada vez creo más en dos fuerzas que mueven al mundo o lo hacen volcarse cuando creemos que hay lógica: la ironía y la inercia. La ironía se reirá siempre de nosotros. La inercia nos hará estrellarnos en ella. ¿Será irónico que Croacia gane en Moscú? La independencia de los ex soviéticos vendría a confirmarse en la madre Rusia. Como dijo el poeta croata Miroslav Krleza: «En vano Buda, Cristo, Mahler y Skriabin. A nosotros nos muele el caos loco, terrible y eterno».
En 1991 nació la Croacia moderna. Una nación que tuvo que combatir a los otomanos, negociar con los austro-húngaros, crear y separar a Yugoslavia; un reino que se disipó. Los jóvenes que hoy defienden a la Croacia futbolera nacieron en el post-comunismo y sobrevivieron a una guerra. Sus mediotiempos eran entre bombardeos. Por otro lado Kane, Steerling, Dier pertenecen a esta generación de jóvenes futbolistas ingleses que no pudieron graduarse antes de tiempo, que salieron pronto de la licenciatura y los pusieron en la antesala de una defensa de tesis doctoral. Recuerdo que decías que le dieran un buen auto a Checo Pérez. Yo digo que les den tiempo a estos jóvenes ingleses. Y justicia a los croatas.
¿Sabes qué odié de ver esta semifinal por televisión abierta? Escuchar a un miraombligos (te robo la imagen, propongo la nomenclatura) como el de la televisora mexicana Azteca repitiendo las mismas palabras una y otra vez porque su vocabulario se quedó en el primer tiempo y no le dio para más. Parecía un periodista al frente de guerra que solo contaba cuánto humo salía de los barriles de los fusiles. Me encanta la palabra que usan ustedes y lo resume: embole. ¡Qué embole, Roberto!
Lo dijiste cuando empezamos esta correspondencia: «(los comentaristas) vociferan como histéricas interrumpiendo a cualquiera para imponer su punto de vista». En contraposición, vi un video donde los hinchas ingleses cantaban a Southgate, el técnico inglés: Southgate you’re the one!, mientras él agradecía a mitad del campo, cuando todo se había acabado. Deberíamos ver estos partidos más en la cancha y menos en la televisión. Ya sé, es caro y casi imposible. Uno de estos «periodistas» puso en comparación a Modric con Giovanni dos Santos, ambos fichados por el Tottenham al mismo tiempo hace 10 años. ¿Se habrá olvidado dónde nació cada uno?
El domingo, pues, será la final y una vez más, volveremos a empezar una travesía, ahora hacia el 2022. Por lo pronto, la belleza que se sentó en las rodillas de Rimbaud ahora está de pie, esperando su destino. ¿Cómo terminará este mundial, Roberto? Uno de los dos porteros debería escribir en estos momentos lo que se pregunta Martín en Sobre héroes y tumbas, de Sábato: «¿Cuándo empezó esto que ahora va a terminar en mi asesinato? Esta feroz lucidez que ahora tengo es como un faro y puedo aprovechar un intensísimo haz hacia bastas regiones de mi memoria.» Esto pensará uno de los porteros, justo cuando termine este mundial, cuando el árbitro silbe y se guarde el silbato por cuatro años. Al portero que pierda, ese haz lo va a llevar al recuento de los goles que le han metido, los que pudo evitar, los que eran inevitables. Va a preguntarse si pudo haberlo evitado. Uno de esos goles será el más doloroso, como una bala, Roberto, esa bala que finalmente lo va a matar. En estos momentos solo hay una tumba abierta. No sabemos si para Lloris o para Subasic. Ahora solo queda esperar.
Un abrazo fuerte,
Adrián.
Zirahuén, 12 de julio del 2018.