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Una noche de punk en un cuartel de veteranos

Una noche de punk

Aquello era un cuartel de veteranos. La noche moreliana del pasado sábado congregó a Vómito, Garrobos y Graffiti 3x, tres leyendas de la música mexicana que convirtieron al bar Beat en un refugio de metal, punk y hardcore de la vieja escuela.

Luego de dos intentos fallidos, el encuentro por fin se concretó con una entrada más que aceptable. La mayoría de los asistentes seguramente eran apenas unos niños cuando en los rincones del entonces Distrito Federal ya comenzaba a sonar Todos somos punks (Vómito), Un segundo más (Garrobos) y Esto no es un juego (Graffiti 3x).

Vómito fue el primero en activar el slam en el foro. Al ritmo del «tupa-tupa» clásico del punk, chicos y chicas comenzaron a empujarse a un ritmo frenético que dejó a más de uno en el suelo, pero que fiel a la costumbre de la escena, todos se solidarizaron para levantar a los caídos y reincorporarlos al festín.

«En todas las tocadas/ nos queremos presentar/ para darle gusto a la banda punk/ nos vamos a Toluca a tocarles hardcore/ llegamos hacia Puebla/ también les gusta el punk/ tocamos en Guerrero/ también les gusta el punk/ y estamos convencidos de que todos somos punks», cantaba Vómito como una declaración de principios que no tiene fecha de caducidad.

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Más tarde aparecería sobre el escenario Miguel (Lagarto) con una garrafa de mezcal. Un trago profundo y Garrobos comenzó lo suyo. Con un set corto, pero contundente, hicieron un repaso a lo mejor de su discografía, en el cual destacaron temas como Paredes, Los Locos, Un segundo más, Tribus y por supuesto el ya clásico Sacude el cráneo.

El reloj superaba las 3 de la mañana, pero el Toro, organizador del evento, supo burlar a los inspectores de Ayuntamiento para impedir que suspendieran la tocada. Para ese momento, casi todo el público se mantenía firme y sin dar señales de querer abandonar el lugar.

Con pasos lentos y cuidadosos, hizo presencia Roberto «Monstruo» Wong, vocalista de Graffiti 3x. La andadera que llevaba consigo era consecuencia de una cirugía que tuvo meses atrás y que lo puso al borde de la muerte.

Sin embargo, el infortunio de salud no le borró en ningún momento la sonrisa ni la actitud que lo ha caracterizado desde aquellos años mozos. En cuanto tomó el micrófono, a todos se nos olvidó que existía una enfermedad de por medio.

Con el oficio de tener más de 30 años en la escena, dio un show a la altura de lo que ha sido su trayectoria dentro del punk. La tocada no fue una más para el «Monstruo», pues significaba su reaparición tras haber caído en el hospital.

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En ese contexto, Roberto Wong no se guardó nada y compartió su sentir tras haber olfateado la muerte. Si la medicina y la ciencia lo salvó en la parte física, no dudó en asegurar que por su espíritu hizo lo propio el punk rock.

Lo que en un inicio parecía un casa de asistencia para adultos mayores en Morelia, terminó convirtiéndose en una noche de rock que se antojaba interminable. Un riff de guitarra, un golpe al bombo y un grito desde lo más profundo de las cuerdas vocales, bastaron para detener el tiempo y seguir siendo los de siempre.

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