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Victoria: experimento con sello alemán

En el segundo día de actividades de la sección de Estrenos Internacionales de la decimotercera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentó Victoria (2015), cuarto largometraje, primero de alcances internacionales, del cineasta y actor alemán Sebastian Schipper.

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La película se exhibió en el Festival de Cine de Berlín, en donde se llevó entre otros reconocimientos, el Oso de Plata, el segundo premio en importancia del certamen. La cinta ya tiene desde hace una semana presencia comercial en México, aunque se encuentra limitada al circuito de arte.

¿Y por qué ha hecho tanto ruido Victoria? Bueno, el aspecto más llamativo del filme es indudablemente su construcción a partir de un larguísimo plano secuencia de 138 minutos. Como referencia obligada en el tema, deberíamos mencionar obras como El arca rusa (Russkiy kovcheg, 2002), de Aleksandr Sokurov, más recientemente Birdman (2014), de Alejandro González Iñárritu. Aunque a diferencia de las anteriores, la cinta alemana no gira en torno a un recinto específico (el museo Hermitage de San Petersburgo, en el caso de la primera y un teatro neoyorquino en la segunda), en cambio, la cámara Schipper deambula por las calles de Berlín, clubes nocturnos, edificios de departamentos, hoteles elegantes y hasta se da el lujo de dar largos paseos en auto.

Victoria es una ingenua joven española que lleva apenas tres meses radicando en la capital alemana. Una madrugada al salir de un antro, se topa con un grupo de chicos con quienes traba amistad. En menos de dos horas (recuerden que la narración es continua), Victoria se verá inmiscuida en una peligrosa actividad criminal que la pondrá al límite de su cordura.

Eloisa Suárez de la Fundación Goethe, fue la encargada de hacer la presentación del filme en el FICM, según sus palabras, “Victoria refleja mucho del Berlín actual”. Y es que aquí encontramos una ciudad multicultural (de hecho casi todo los diálogos están hablados en inglés), muy masculina, la protagonista inicialmente vulnerable tiene que salir adelante en este ambiente dominado por los hombres (“debería partirle la cara a mi jefe”, espeta la protagonista).

Pero al final, la anécdota parece tan sencilla que uno se pregunta cómo es que la película dura más de dos horas. No hay una respuesta definitiva, pero el tiempo que se lleva la improvisación en varias escenas con miras a evitar los cortes de edición, parece acercarse bastante. En todo caso, el guion coescrito por el propio Schipper intenta agregar algo de pasado al continuo presente de sus personajes: Boxer ha pasado un tiempo en prisión y Victoria ha tocado el piano durante dieciséis años antes de que sus profesores del conservatorio le dieran las gracias.

Hay quien dice que el director alemán la rodó en tres partes y luego las unió, también hay quien afirma que la filmación se hizo tres veces y al final dejaron la que quedó mejor. Pero en todo caso, lo importante es que es una apuesta interesante, sobre todo cuando se observa un cambio en la aletargante primera parte para convertirse en un intenso thriller en la segunda. ¿Funcionaría Victoria sin ese enorme plano secuencia? Es difícil decirlo pero la juvenil presencia de Laia Costa le daría al menos una oportunidad.

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