El documental como vía de expresión artística y narración audiovisual adquiere una exquisitez absoluta en proyectos como Blue Bird, proyecto dirigido por el argentino Sebastian Wesman, quien invitó a colegas músicos a un paseo sonoro al interior del templo Kaarli, ubicado en la ciudad de Tallinn, Estonia. Multi-instrumentalista y también director de cine, Wesman nos dio detalles de este trabajo que ya ha ido a competiciones como el Festival Internacional de Cine Independiente de Ituzaingo (Argentina), así como muestras de la especialidad en Estocolmo y Lituania. Una historia acústica que esperemos pronto se pueda ver en México.
Cuéntanos cómo surge la idea de hacer este documental sonoro…
Me gusta pensar que cada etapa de nuestra historia oscila en una frecuencia sonora determinada y única. A raíz de esto, mi idea fue componer un cuento acústico que representara dichas etapas. El cuento está narrado desde los ojos de un pájaro que viaja en diferentes frecuencias sonoras a través del tiempo. La idea se fue formando poco a poco. En un inicio, el proyecto iba a ser representado por actores a modo de ópera, pero la austeridad de recursos en este caso me pareció un desafío aún mayor desde el punto de vista audiovisual. Entonces surgió contar la misma historia mediante piezas para violín y voz, en un solo escenario, a través de un lenguaje cinematográfico minimalista.
¿Por qué eligieron el templo de Kaarli, qué representa ese lugar?
Los templos me atraen, sin importar su religión. Son lugares donde la gente puede meditar, reflexionar y pensar en silencio.
Otras de las características de estos lugares es que tienen una arquitectura con una acústica muy presente y profunda. Esto hace que cada sonido pueda tener una reverberancia en la arquitectura y, por qué no, en el pensamiento.
La iglesia de Kaarli en Tallinn (Estonia) es un lugar que inspira a crear. Su acústica cuenta con aproximadamente 9 segundos de reverberancia, esto hizo que las piezas para violín y voz puedan ser captadas en directo e incorporadas en el film sin efectos. Por otro lado, la luz que hay en esta iglesia desprendió ante la cámara una gama de colores acordes a cada pieza musical, quedando integrado el espacio y la música, casi de forma química. Toda la película fue filmada en el interior de la iglesia, con la intención de captar el clima de reflexión que reposa en el lugar y por sobre todo, tratar de intuir mediante la cámara el viaje invisible del sonido.
¿Qué nos puedes contar acerca de las piezas que ejecutas durante el filme?
Desde hace unos años estoy trabajando en una técnica que me permite tocar el violín y cantar al mismo tiempo, melodías diferentes en forma simultánea. Este método está focalizado en la dinámica del cuerpo , (ejercicios de coordinación). Con el fin de hacer posible el equilibrio armónico entre la voz y el instrumento. La idea fue aprovechar todas las posibilidades acústicas del espacio en función del concepto que exigía cada capítulo del film. Para el último capítulo titulado «Sacrifice», utilizamos la parte superior de la iglesia donde se encuentra el órgano. Desde ese lugar el sonido se manifestó de una forma muy especial, creando diferentes voces, sin efectos, en su acústica natural.
En el caso de los separadores entre capítulos son fragmentos de composiciones para orquesta gravadas en estudio.
¿En términos estéticos y arquitectónicos, qué impresión querías dejar al espectador?
Lo que tratamos de comunicar con este proyecto son «estados en un tiempo alterado», Aunque creo difícil la idea de trasmitir un concepto tal y como fue pensado. Todo dependerá de las experiencias y predisposición de quien lo vea.
¿Cuál ha sido la respuesta en los festivales donde lo han presentado?
El film ha sido bien recibido por el público y la crítica. Pude asistir solo a una de las proyecciones en Estocolmo (Suecia), y más allá de mis nervios, percibí una buena señal por parte del público.