Los iluminados (Les éblouis, 2019), es una de las dos óperas primas que presenta el 24 Tour de Cine Francés. Con este trabajo, la actriz marsellesa Sarah Suco debuta como guionista y directora, tomando como referencia una historia personal. La película se estrenó hace un año en Francia, con éxito moderado, pero con una buena cobertura de los medios de ese país.
Como se mencionó previamente, la cinta está basada en la experiencia personal de la directora, quien vivió diez años (desde los ocho hasta la mayoría de edad), en una comunidad religiosa perteneciente al Movimiento Carismático Católico. La historia comienza cuando la protagonista, Camille, tiene doce años y es la mayor de cuatro hermanos.
Lleva una vida tranquila hasta que sus padres deciden asistir a los servicios de una iglesia local. Con el paso del tiempo, la familia se deja embaucar por la personalidad del cura Eric-Marie, hasta que se integran definitivamente a la comunidad religiosa que dirige el sacerdote. Las voluntades de los padres de Camille se funden con las de la comunidad en aparente estado de gracia… pero la joven tiene otros planes.
La historia se cuenta desde el punto de vista de Camille, quien observa la gradual integración de su familia a la comunidad y las consecuencias que este hecho tiene en su persona. Primero debe abandonar sus clases de actos circenses y después su forma de vestir (“el negro es el color del diablo”). Ambas cuestiones son sancionadas como inmorales por el dirigente de la comunidad. Por último, presencia la sumisión total de sus padres a las normas de la agrupación en aras de tomar los votos definitivos del culto.
Y es que el padre de Camille es un hombre originalmente bondadoso pero de carácter débil, un profesor de una escuela local que termina predicando en las aulas. Mientras que la madre es una mujer frustrada por haber sacrificado su vida profesional para criar a sus cuatro hijos. Ambos encuentran en la iglesia un sentimiento de pertenencia y la satisfacción de sus deseos, pero sin tomar en cuenta las consecuencias que esta elección tiene en sus hijos.
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El gran acierto de Sarah Suco es mostrar como una familia aparentemente ajena a los extremismos, termina seducida por un culto religioso. La integración es paulatina, casi imperceptible: los cantos, las palmadas en la espalda, las desaforadas muestras de alegría y hasta los rituales catárticos (tan utilizados en los llamados “retiros espirituales”), son solo herramientas que utiliza el cura Eric-Marie para ejercer un despótico control mental sobre una comunidad que se va haciendo más y más cerrada.
Pero Camille llega a los catorce y va distanciándose del fanatismo de sus padres. Tiene sus primeras citas amorosas e incluso roba dinero de la caja de la comunidad. Resiente las consecuencias que este estilo de vida ha tenido en sus hermanos: desde la ignorancia y el estrés, hasta el abuso sexual.
Esta narrativa desde el punto de vista de Camille no es un acto revanchista de la directora hacia sus padres. De hecho, aunque dedica la película a sus hermanos y hermanas, Sarah Suco trató de tomar distancia de su pasado y trabajó su historia a cuatro manos (junto al guionista Nicolas Silhol), para evitar maniqueísmos o interpretaciones tremendistas.
Una traducción más aproximada del título original en francés pudiera ser “Los deslumbrados”. Y es que los padres de la joven protagonista se ofuscan ante la perspectiva de la vida idílica dentro de una comunidad que los acepta. Mientras que Camille se deslumbra y se deja llevar por el amor que siente hacia sus padres… hasta que adquiere control de su mente y sentimientos. Para unos el embelesamiento es temporal, pero para otros es permanente.