Cuenta François Ozon que hace muchos años estuvo en una reunión familiar en casa de una tía y en la comida se sirvió un guisado con setas que su pariente había recogido en el bosque. Por la noche todos se sintieron mal, a excepción de la tía que preparó los alimentos y que no probó bocado esa tarde. Afortunadamente la intoxicación no pasó a mayores, pero esa anécdota echó a andar la imaginación del cineasta francés.
Años después, tomando como punto de partida esa historia, Ozon presentó en el Festival de Cine de San Sebastián su película Cuando llega el otoño (Quand vient l’automne, 2024), en donde se llevó el Premio del Jurado (a mejor guion) y el de mejor actor de reparto para Pierre Lottin. Ahora la película llega a México como parte del 29 de Tour de Cine Francés, la octava ocasión que un trabajo del cineasta francés se presenta en esta muestra itinerante.
Michelle es una mujer mayor que vive en la campiña francesa. Espera con ansiedad la llegada del nieto, quien pasará una temporada en su casa. Sin embargo, la relación con su única hija es tensa y difícil, está atravesando por un divorcio y le cuesta llegar a fin de mes con su salario. Para colmo, una intoxicación con un guisado de champiñones volverá más complicadas las relaciones entre ellas, además de que será la excusa perfecta para alejar al nieto de la abuela.
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Después de rodar varias películas inspiradas en piezas teatrales o novelas, esta vez Ozon vuelve a trabajar en un guion original, en esta ocasión acompañado de Philippe Piazzo, uno de sus colaboradores habituales.
El otoño del título hace referencia no solo a la estación del año en la que suceden los acontecimientos principales del filme. También muestra el tedio y las preocupaciones de una mujer que está cerca de la última etapa de su vida. En las primeras escenas, se describe silenciosamente la rutina de la protagonista: ir a la iglesia, prepararse una comida sencilla y deambular por la casa. La monotonía de Michelle (Hélène Vincent), se rompe solo con los encuentros con su mejor amiga Marie-Claude (Josiane Balasko), con quien hace visitas ocasionales a la prisión donde está encerrado el hijo de ésta.
Desde un inicio es evidente que hay clara una animosidad entre Michelle y su hija. Aunque el origen de este desencuentro es un misterio, más tarde nos enteramos de que la madre se dedicó durante mucho tiempo a la prostitución en la capital francesa. Desafortunadamente los rumores corren rápido en los pueblos pequeños y eso terminó afectando a la hija, aunque no por ello deja de sacar provecho de los beneficios económicos que se generaron con esta actividad.
La película avanza a base de silencios y complicidades. Vemos las dudas y la introspección en Michelle mientras prepara una comida potencialmente mortal, cuando escucha la confesión de su amiga moribunda y miente descaradamente a la policía que investiga una muerte sospechosa. Tal vez son decisiones que de manera subconsciente la ayudan a sobrevivir en un entorno que margina a una persona que ha ejercido durante tantos años un oficio mal visto por la sociedad.
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Así, mientras las hojas caen en la zona rural de Borgoña, vemos cómo se va formando una nueva familia. Una que se elige por afinidad entre una anciana, su nieto y un expresidiario. Ozon no se preocupa por darnos todas las pistas, deja un gran espacio a la suposición y no juzga a estos personajes que han elegido callar para protegerse a sí mismos.