Por Omar Arriaga Garcés
“Estoy buscando a los descendientes de José Ortiz Ramos, nacido en (Tacámbaro) Michoacán en 1911. Su madre fue Ignacia Ramos, vivían en el rancho El Moro. La hermana de Ignacia, María, era mi abuela”.
Con estas palabras, que parecen sacadas de una versión siglo XXI de Pedro Páramo, o de lo que pudo ser la secuela 60 años después de Una familia de tantas (1948), dirigida por Alejandro Galindo, una tal Naomi Smith preguntaba en 2009 en un foro en Internet (www.genforum.genealogy.com/ortiz/messages/600.html) por el fotógrafo cinematográfico michoacano al que el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) rendirá homenaje en su décima edición, a iniciar este 3 de noviembre.
Y es que, a pesar de que la suscribiente afirma en su mensaje que Ortiz Ramos “fue un cinefotógrafo que rodó alrededor de 200 películas (más de 250, según el periódico catalán La vanguardia), la información sobre el personaje no abunda precisamente.
Recordado por trabajar con directores como Luis Buñuel y Arturo Ripstein, miembro honorario de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas hasta su muerte, acaecida el 16 de diciembre de 2009 en la Ciudad de México, a los 98 años de edad, además de ser “considerado como la historia viva del cine, (porque) su trayectoria abarcaba todas las épocas de la cinematografía nacional”, a José Ortiz Ramos se lo evoca sobre todo por su brillante intervención en el periodo clásico del cine mexicano, específicamente en cintas como Nosotros los pobres (1947) y Ustedes los ricos (1948), de Ismael Rodríguez, en las que Pedro Infante se hiciera famoso por su interpretación de Pepe El Toro.
En un momento en el que la cinematografía nacional estaba en auge, tratando de competir con la poderosa industria hollywoodense, “es durante esa etapa que Ortiz Ramos realiza obras fundamentales para la historia del cine nacional. Cómo olvidar la truculenta secuencia de la pelea en el interior de la celda de Lecumberri, de la cinta Nosotros los pobres (…) en la que Pepe El Toro (Pedro Infante) deja tuerto al asesino (Jorge Arriaga), para someterlo hasta arrancarle la confesión de su crimen, la muy célebre frase ‘Pepe El Toro es inocente’, resuelta toda en dramáticas sombras, extreme close up y rápidos movimientos de cámara”, escribe investigadora Elisa Lozano para Cuartoscuro.
Sin embargo, poca justicia haríamos a la carrera de Ortiz Ramos, si tomáramos en cuenta sólo su colaboración con un realizador de la talla de Ismael Rodríguez, quien en 1962, con guión del escritor hidalguense Ricardo Garibay, dirigiera al actor japonés Toshiro Mifune en Ánimas Trujano, uno de los hijos predilectos del cineasta Akira Kurosawa, protagonista nada más y nada menos que de Los siete samurái, Rashomon, Trono de sangre o Yojimbo. Era aquél el ambiente cinematográfico del medio siglo en México.
Luego de ser asistente de Ross Fisher, Ortiz Ramos debutaría en Por una mujer (1940, de Roberto Guzmán), y colaboraría en otras películas como ¡Esquina bajan! (1948) y Hay lugar para… dos (1948), de Alejandro Galindo; si bien, en la década de los 50s haría 71 filmes.
Doña perfecta (1950, A. Galindo), El siete machos (1950, Miguel Delgado, con actuación de Cantinflas), pasando por Susana (1950, Luis Buñuel), La hija del engaño (1951, Buñuel), Si yo fuera diputado (1951, M. Delgado), hasta llegar a El vizconde de Montecristo (1954, de Gilberto Martínez Solares, con actuación de Tin Tan) y La vida de Agustín Lara (1958, A. Galindo, con guión de Ricardo Garibay), son trabajos de José Ortiz en este decenio.
De aquella época, con discreción personal y un número inusitado de cintas, por más de 50 años el cinefotógrafo de Tacámbaro, entre luces y sombras, daría vida a algunas de las escenas más emblemáticas del imaginario popular del cine mexicano.
“Nominado como mejor fotógrafo (…) por El camino de la vida (1957), La casta divina (1978), Toña Machetes (1986) y El maleficio 2 (1987)”, Ortiz habría vivido en Los Angeles, California parte de sus últimos años de vida, si hemos de creer a la supuesta Naomi Smith: “Mi madre, Eva María y José (Ramos Ortiz), eran primos hermanos”, decía.
Pero no, el famoso (y a la vez desconocido) cinefotógrafo, como en el argumento de alguna película o novela, parecía ser otro: “¿Estás buscando a este hombre…? Murió el miércoles pasado a los 98 años de edad en la Ciudad de México (…) cierta información que proporcionaste sobre él estaba equivocada”, le respondería una tal Alexia Ortiz a la aludida el 22 de diciembre de 2009 a las 21:50 horas.
Ahora, el FICM, en una más que acertada decisión, evoca y trae hasta nosotros a José Ortiz Ramos para brindarle un homenaje más que merecido.
Si de su vida no se sabe mucho, su filmografía da cuenta de su historia en el cine mexicano
Santo contra las mujeres vampiro (1962, de Alfonso Corona Blake)
¡Ay, Jalisco no te rajes (1964, de Miguel Morayta)
Un dorado de Pancho Villa (1967, de Emilio El Indio Fernández, con guión de Juan Rulfo)
El hermano capulina (1969, de Alfredo Zacarías)
Modisto de señoras (1969, de René Cardona Jr., con actuación de Mauricio Garcés)
Ahí madre (1970, de Rafael Valedón, con los Polivoces satirizando la relación de Mauricio Garcés con su madre)
La venida del rey Olmos (1974), El esperado amor desesperado (1975), La casta divina (1976), Los pequeños privilegios (1977) y Estas ruinas que ves (1978, basada en la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia), dirigidas por Julián Pastor
La tía Alejandra (1978, de Arturo Ripstein)
Los renglones torcidos de Dios (1982, de Tulio Demicheli)
La camioneta gris (1989, de José Luis Urquieta, con Mario Almada)
Música de viento (1989, de Roberto Gómez Bolaños)
Traición (1989, de Sergio Véjar)
Los años de Greta, (1993, de Alberto Bojórquez).