Por Armando Casimiro Guzmán
“No te vuelvo a acompañar a misa/ ¡Si no me las vas a dar!”, reza el estribillo de la segunda y última canción de la banda protagonista de Somos Mari Pepa (2013), largometraje debut del jalisciense Samuel Kishi Leopo; previamente pudo verse en el Festival de Cine de Guanajuato y aterrizó en Morelia en el quinto día de actividades de la sección de largometrajes mexicanos en competencia.
Somos Mari Pepa está basada en el cortometraje previo del cineasta tapatío que ganó el Ariel a Mejor Cortometraje de Ficción y obtuvo el Ojo de plata en la misma categoría en la edición 2011 del FICM. En la cinta nos encontramos con Alex, un chico de dieciséis años que vive con su abuela en un minúsculo departamento. Alex pasa buena parte del día con sus amigos, en conjunto tienen como objetivo componer al menos una canción para poder participar en un concurso de bandas, pero deberán enfrentarse al mayor de todos los obstáculos: el acercamiento paulatino a la edad adulta.
Esta es una película que habla sobre la amistad, de la dificultad de pasar por una edad extraña y las dudas que surgen cuando encontramos que los adultos nos rodean no son precisamente los mejores ejemplos a seguir. No es un tema nuevo en el FICM, el año pasado pudimos ver No hay nadie allá afuera (2012), curiosamente también un filme tapatío, pero que carece de la energía, el carisma de los personajes y el juego lúdico de la ópera prima de Kishi Leopo.
El director se expresó así del carácter casi cien por ciento independiente de su obra: “la hicimos en el 2012, un año electoral, tocamos muchas puertas de empresarios e instituciones, pero fue muy difícil, es el derecho de piso que tuvimos que pagar. Pero los chavos estaban creciendo y teníamos las ganas de filmar, así que decidimos hacerla en ese preciso momento”.
Alejandro Gallardo, quien en unas semanas sale para Los Angeles para hacer uso de una beca de estudios de actuación, era el único de los integrantes del elenco que sabía tocar un instrumento, el resto de los chicos aprendió sobre la marcha. Aunque el responsable del trabajo musical fue el hermano del director Kenji Kishi, quien tiene experiencia en eso de las tocadas de adolescentes y las bandas fallidas.
Quizás le sobraron algunos minutos a Somos Mari Pepa (y eso que dura apenas hora y media), para ser completamente afín con el tono punk de la historia, aunque ese detalle puede soslayarse. Es una película marcadamente masculina y nostálgica, un repaso a las frustraciones adolescentes y el dolor de crecer, un recordatorio de que si eres púber, estás enojado y no sabes tocar un instrumento, lo mejor que puedes hacer es formar tu propia banda al más puro estilo Do it yourself.