Por Armando Casimiro Guzmán
Fuertes críticas ha recibido desde su estreno Diana, el secreto de una princesa (Diana, 2013), séptimo largometraje del cineasta germano Oliver Hirschbiegel, que retrata los últimos años de la vida de la princesa de Gales, quien como mucha gente sabe, murió en un aparatoso accidente automovilístico en las calles de París en agosto de 1997. A pesar de los comentarios negativos que generó desde el lanzamiento oficial del tráiler, los productores decidieron estrenarla justamente en los países de habla inglesa, donde debió enfrentar el rechazo de las personas que siguen idolatrando a la malograda Lady Di. La cinta hace un par de meses inició su lastimoso peregrinar por la cartelera nacional y por estos días puede verse en varias salas de la capital michoacana.
La película está basada en el libro Diana: Her last love (aún sin editarse en español), de la autora británica Kate Snell, en donde se recrea la teoría de que la princesa de Gales empezó a salir con el magnate egipcio Dodi Al Fayed solo para darle celos al médico paquistaní Hasnat Khan, quien sería, de acuerdo al relato, el amor de su vida. De hecho, el filme se centra en el romance que sostiene Diana con el cirujano y en las dificultades que deben enfrentar debido al acoso de la prensa y a la oposición de sus respectivas familias
La Diana de Hirschbiegel es caprichosa, frívola y autoritaria (“una princesa obtiene siempre lo que quiere”, dice en una de las escenas); a la par que recauda fondos para numerosas obras de beneficencia, la ex consorte del príncipe Carlos gasta cantidades estratosféricas en viajes y ropa de diseñador. La princesa de Gales huye de la prensa en Londres, pero muestra su mejor sonrisa cuando saluda de mano a las víctimas de minas terrestres o se presenta con su galán en turno.
Naomi Watts hace un esfuerzo enorme para darle vida a Lady Di, pero debió soportar los reproches de la prensa por su escaso parecido físico con la princesa y por las desagradables pelucas que portó durante buena parte de la película (aunque de eso no se le debe culpar, ya que el horrible peinado de casco fue una característica muy notoria de su personaje). Naveen Andrews, conocido por su papel en la serie Lost, interpreta al enamoradizo médico paquistaní, en una interpretación que resulta tan poco interesante como la historia que nos quiere contar el director alemán.
Diana, el secreto de la princesa puede verse como un tropiezo en la carrera de Hirschbiegel, quien anteriormente ha firmado trabajos mucho más interesantes como el ensayo social de El experimento (Das experiment, 2001) o el extraordinario retrato que hace de Hitler en La caída (Der untergang, 2004). A pesar de todo lo que se ha dicho de ella, no es una obra del todo despreciable, es muy notorio que las peores críticas provienen de medios que muchas veces se han declarado admiradores de las labores humanitarias de la princesa o de críticos aficionados a las revistas de celebridades. Es posible que resulte incluso entretenida, pero para quienes odiamos la sección de sociales de los periódicos puede y debe ser, una cinta perfectamente olvidable.
Robert Rodríguez dijo mucho y no dijo nada sobre Machete kills (2013), cuando la presentó junto a su protagonista Danny Trejo, durante el FICM. La secuela del más bigotón de los superhéroes mexicanos es el decimoquinto largometraje que firma el prolífico director estadounidense. De acuerdo a los reportes de ingresos en taquilla, fue un total fracaso en la tierra del Tío Sam y va para las mismas aquí en México, desde que recibió fuertes críticas entre los asistentes a su estreno en el festival moreliano.
Para esta segunda parte, Machete Cortez, el personaje creado por Marcel y Robert Rodriguez, es reclutado por el gobierno estadounidense para enfrentar la amenaza de un ex agente encubierto, convertido en mafioso bipolar, que planea volar con un misil la Casa Blanca, que, dicho sea de paso, es presidida por un extrañamente sobrio Charlie Sheen (como dato curioso, el actor es presentado con su nombre real al inicio de la película: Carlos Estevez). La cinta incluye la parafernalia habitual de la filmografía de Rodriguez: mujeres hermosas y violentas, tramas absurdas, peleas sin sentido y montones de malandrines decapitados.
Resulta sorprendente la cantidad de luminarias que aceptaron participar en el filme, aunque fuera en papeles mínimos: Mel Gibson, Sofía Vergara, Antonio Banderas… aparecen también por ahí Vanessa Hudgens, Jessica Alba y el muy venido a menos Cuba Gooding Jr. (a quien solo se le recuerda por ganar un Oscar por su personaje en la melosa Jerry Maguire). También hace su debut como actriz (es un decir), la cantante Lady Gaga, en un proyecto que hay que reconocerlo, se ajusta perfectamente al tipo de cosas que suele hacer.
Machete kills retoma todos los elementos característicos de su predecesora: el tráiler que anuncia la continuación de la saga (¿quién lo diría?, ahora será Machete kills again… ¡en el espacio!), el aire retro, los colores chillantes y la presencia de los actores latinos de moda. Rodriguez parece no esforzarse demasiado, cree que reunir una gran cantidad de estrellas para armar una historia que avergonzaría al mismísimo Austin Powers, será suficiente para dejar satisfechos a los pocos fans de la primera parte.
Hay quien quiere ver en Machete kills, una serie de denuncias sobre la inmigración ilegal en los Estados Unidos, los cárteles de la droga en México y hasta el apetito voraz de las grandes corporaciones… lo cual es una exageración total. El propio director ha resaltado que su intención era brindar simple y llano entretenimiento, cosa que logra por escasos minutos, porque la mayoría del tiempo resulta cansada, redundante y absurda, es obvio que solo la disfrutará un reducido grupo de cinéfilos. Robert Rodriguez es desde hace muchos años un cineasta predecible, la saga de Machete es como una broma que se repite una y otra vez. Pero no siempre fue malo, yo me quedo con aquellas inolvidables imágenes de Carlos Gallardo sorteando balas por las calles de Ciudad Acuña en El mariachi (1992).
Durante la más reciente edición del FICM se presentó en la sección de estrenos internacionales Amor índigo (L’écume des jours, 2013), el séptimo largometraje del cineasta y artista visual francés Michel Gondry, obra que ha recibido críticas más bien negativas desde su estreno en la cartelera francesa a mediados del año pasado.
La nueva película de Gondry está basada en la novela La espuma de los días del escritor francés Boris Vian, que fue publicada originalmente en 1947 (en español está editada por Alianza); la obra ya había sido adaptada previamente para el cine en 1968 bajo la dirección del casi desconocido Charles Belmont. En Amor índigo nos encontramos inmersos en una peculiar versión de París, una urbe sumergida en un universo absurdo y extraño. En ese lugar se encuentra el animado departamento de Colin, un hombre que cuenta con los recursos suficientes para no tener que trabajar, su hogar sirve de punto de reunión para el afable sirviente Nicolas y un pequeño ratón de bigotes negros. El cuadro se complementa con Chick, un ingeniero pobre, seguidor fanático de las obras de Jean-Sol Partré, quien lo lleva a conocer a Chloé, una encantadora joven que padece una enfermedad potencialmente mortal.
La película está ambientada con el estilo típico de Gondry, colores chillantes, artilugios extraños, desproporciones anatómicas así como innumerables animaciones cuadro por cuadro. Es imposible no relacionarla con La ciencia del sueño (La science des rêves, 2006) o con Rebobine por favor (Be kind rewind, 2008), aunque desafortunadamente se aleja de la estructura narrativa y del formato visual más convencional de la que hasta ahora es la mejor de sus obras: Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal sunshine of the spotless mind, 2004).
Los principales integrantes del relato son un desaprovechado Romain Duris (a quien también recientemente pudimos ver en el Tour de Cine Francés en la comedia Populaire), junto a una cada vez menos atractiva Audrey Tautou. Curiosamente, el desarrollo de la película por momento parece favorecer el lucimiento del moreno Omar Sy, famoso por su interpretación en Amigos (Intouchables, 2011).
Resulta irónico que el principal problema de Amor índigo, es justamente el sello característico de su autor: el abigarrado estilo visual. El filme resulta a partes iguales una experiencia esquizofrénica y agotadora (por su poco más de dos horas de duración). Da la impresión de que Gondry da más importancia a la forma que al fondo, aunque no debemos dudar esto puede resultar más que atractivo para los seguidores incondicionales del cineasta francés.
La llegada a la cartelera de Escándalo americano (American hustle, 2013), coincidió con el anuncio de sus numerosas nominaciones a los premios Oscar (diez ni más ni menos, entre ellas la de Mejor película). Este es el séptimo largometraje del neoyorquino David O. Russell quien empezó a granjearse el reconocimiento de las grandes audiencias tras el drama boxístico de superación El peleador(The fighter, 2010) y con el inusual romance esquizofrénico Los juegos del destino(Silver linings playbook, 2012). Su más reciente película causó revuelo en la ceremonia de los Globos de Oro (donde obtuvo tres reconocimientos en las categorías más importantes), además de que a la fecha ha recaudado en taquilla el triple de sus costos de producción, nada mal para llevar apenas un mes en exhibición.
La cinta cuenta la historia de una pareja de estafadores que se ven obligados a trabajar para el FBI en una operación encubierta para sacar a la luz la corrupción dominante en las altas esferas del congreso estadounidense. La investigación está dirigida por un ambicioso pero torpe investigador e involucra, además de los anteriores, a un popular político y a la peligrosa mafia local. El complejo enredo es suficiente para sacar lo peor de cada uno de los personajes. El guion fue coescrito por el propio Russell y está ligeramente basado en una operación llamada Abscam que tuvo lugar entre 1978 y 1980, (desde el inicio se puede leer la frase “algunas de estas cosas realmente sucedieron”), el objetivo de ella era poner tras las rejas a una serie de congresistas corruptos, pero la situación causó polémica debido al carácter claramente vengativo del caso (en aquella época el FBI estaba en pleito con los legisladores por una controversial acción de espionaje).
Russell recurre a una serie de actores que previamente trabajaron con él, sobre todo en sus últimas películas: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Christian Bale y Amy Adams. Fuera de una ligera introducción, la historia es contada de manera convencional, de manera simple pero eficaz, con todo el colorido y los engorrosos peinados de la época. Destacan Bale con su peinado falso y sus kilos de más, así como la rubia Amy Adams, quien no solo luce espectacular sino que saca lo mejor de sí en las escenas donde se muestra con escaso maquillaje. La película se presta para el lucimiento de los primeros, mientras que los personajes de Lawrence y Jeremy Renner, son más bien periféricos y de soporte.
Escándalo americano tiene todo el sello de Russell: está bien pero da la impresión de que pudo ser mucho más. Es divertida, pero no tanto como Los juegos del destino, tiene personajes interesantes pero deja muchos espacios en blanco (por ejemplo, ¿qué pasó con la prometida de Richie?), se mofa de un caso vergonzoso pero es poco incisiva y además dura un poco más de lo que debiera… el resultado es en cierta forma un tanto decepcionante, tal vez por el gran elenco, quizás por los antecedentes del director o si consideramos el gran material base de la narración. Mientras tanto, la película ha sido recibida con un entusiasmo enorme, desmedido, pero como dice el protagonista en uno de los diálogos: “No puedes engañarte a ti mismo todo el tiempo”.