Tool y Primus fueron las bandas internacionales que más gente reunieron en la Cumbre Tajín 2014. Extrañamente, otras pasaron un tanto desapercibidas, como Illya Kuryaki. Aquí nuestra crónica:
No entraré en pormenores del viaje en auto durante diez horas a Papantla, cuando el año pasado hicimos seis horas y media. Pero, para no variar a la cita con el Parque Takilhsukut, llegamos tarde al segundo día de Cumbre Tajín 2014. Ya habían tocado los Puscifer y la primera banda, Vayijel, de Chiapas. Una lástima no verla. No tocó Tomahawk porque al vocalista le dolía la panza y canceló. Aunque comentaron que sólo fueron escasos veinte minutos los que salió al escenario Puscifer, el otro proyecto del líder de Tool, que cerraba la noche, en su segunda presentación en América Latina, luego de haber dado un concierto en la Ciudad de México días antes.
Estábamos afuera del recinto comiendo tacos de cinco por 40 pesos, lo más austero que había, y yo aún no traía boleto. Se me había prometido el que le sobraba a alguien de Puebla con el que un amigo se había apalabrado días antes, pero es imposible encontrarse en el Tajín durante esas fechas, así que si uno quiere quedar con alguien para verse allá, lo más ingenuo es tratar de comunicarse por celular o mandarse mensajes por las redes sociales: no hay señal de nada, y si te pierdes te reto a que halles a los otros entre más de 50 mil personas (al menos).
Con todo, poco importó el hecho de no traer entrada, pese a que las localidades se habían acabado a los tres días que salieron al público. Los revendedores acapararon buena parte de los boletos –como siempre–, el concierto ya estaba empezado y lo que querían era deshacerse de ellos lo más pronto posible. Compré la entrada al precio. Mejor dicho, un poco más barata. Hasta dudé que fuera fidedigna, pero sí pasó el detector del parque. Si alguien más hubiese querido ir no habría tenido ningún problema para entrar, y sé de muchos que se quedaron porque ya no había localidades.
Ya adentro, el caos era mayor que un año antes. Los periódicos dicen que Tool rompió récord al ingresar 40 mil personas, pero cuando Calvin Harris y Fatboy Slim alternaron en 2013 se indicaba que eran 50 mil los asistentes, así que las cifras no cuadran. Como quiera que sea, es un hecho que había más gente que el año anterior. Si en 2013 no se podía caminar esto era alrededor del escenario; ahora no se podía caminar en todo el Parque Takilhsukut.
Primus, la banda que rápidamente uno ubica al ser la que interpreta el tema de la serie animada Southpark, la de los monitos groseros e insolentes, la rompió de principio a fin. Larguísimas canciones, con atmósferas opresivas y luminosas, guiadas siempre por un bajo poderoso, fueron el denominador común. Tocaron, si mis sentidos no me engañan, alrededor de una hora. Tardó un rato Tool en salir y, al igual que con Primus, pensamos acomodarnos en torno a las pantallas gigantes para disfrutar de su interpretación, porque era imposible avanzar hacia el escenario y desde cualquier punto del parque no se veía nada.
Nos formamos para comprar una cerveza y, a decir verdad, había menos puntos de venta que el año anterior. Tool comenzó a tocar Third eye, nos apostamos frente a una pantalla y ¡oh sorpresa!, sólo desfilaban escenas psicodélicas en tonos azules y negros de cuerpos que se iban formando y deformando a partir de líneas de interferencia, así como de figuras en estado gaseoso. Escuchamos Vicarious para ver si aparecía el concierto en la pantalla y nada. En Shism tuvimos que levantarnos del pasto y correr al escenario a tratar de meternos a como fuera lugar.
Por el frente no llegábamos ni a la mitad, pero por una de las laterales nos colamos como hasta la tercera parte, y de ahí ya no se podía. La gente se aplastaba mientras no dejaba de corear la canción. Un chilango decía, no sólo a nosotros, “ya nadie entre, nos vamos a matar si siguen empujándonos”, y se veía que de verdad estaba preocupado, pero a los que querían ver a Tool no parecía importarles su opinión. Tocaron Pus hit, y ahora sí ya vislumbraba el escenario, aunque desde lejos. Vinieron Intension, Lateralus middle (me empezaron a dar ganas de ir a orinar…), Jambi (pero sabía que si salía…), 46 + 2 (me olvidara de volver a estar tan adelante).
Dejé mi lugar rumbo al baño y hete aquí que empiezan a tocar Aenemia. Traté de regresar, pero como había previsto, fue imposible. “Fret for your figure and fret for your latte and fret for your hairpiece and fret for your lawsuit and fret for your prozac and fret for your pilot and fret for your contract and fret for your car”. El placer fue doble mientras escuchaba la canción y dejaba fluir lo que el cuerpo no absorbería ya.
Tras hora y cuarenta minutos, Stinkfest cerró la presentación de Tool en la que había unos colombianos y unos chilenos que decían haber venido a México sólo para ver el concierto de la banda de California. Por alguna extraña razón que, sinceramente, no me había tocado presenciar antes en otros conciertos, la gente estaba embobada, como hipnotizada. Cuando Tool se despidió, “muchas gracias Tajín, gracias gracias gracias”, y en la pantalla salió “Tool los ama”, casi nadie pidió por otra canción más. A veces aplaudían cada que terminaba una, pero en realidad nadie dejaba de mirar hacia el escenario y permanecer como en éxtasis, sin moverse.
El público del Totonacapan es atípico. Se pone a bailar con Calvin Harris sin descanso, no celebra a unos Smashing Pumpkins colosales, no celebra a unos Illya Kuryaki portentosos (es más, muchos alrededor dijeron no haberlos nunca escuchado) y se queda extasiado con Tool, sin poder proferir nada, ni siquiera un “otra”. Pasaban de las doce en el Nicho de la Música, los asistentes fueron abandonando poco a poco el parque, pero la noche no hacía sino comenzar.