En medio de buchonas y mirreyes morelianos, Bostich y Fussible ofrecieron un dj set que repasó lo mejor de sus creaciones. El autor de esta crónica nos revela los pormenores de esta noche sonora y accidentada.
Cuando nos encontramos en ese estacionamiento contiguo a la galería del zapato, Noctis[1] se puso feliz porque pensó: “Ya no pagaré taxi”. La gente no se veía muy entusiasmada con la música y, si no fuese por una amiga, no habría reparado en la apariencia de los que estaban alrededor.
Ella me señaló a una chica que no era muy agraciada, pero que iba vestida con ropa de Donna Karan y traía una bolsa de diseñador; Gucci, creo. “¿Ya le viste las uñas?”, preguntó mi amiga. En efecto, sus apéndices de queratina pintados con colores intentaban rivalizar con los del actor brasileño Zé do Caixão.
“Ve el chavo con el que viene; digo, no es así que tú digas wow, qué guapo, pero pues sí está muy bien para ella, ha de ser buchona”. Le pregunté qué era eso de buchona y en dos palabras lo explicó. Seguimos viendo gente, chavitos, ella; chavitas, yo. “Morelia es pequeño, demasiados conocidos”. Varios con texana.
Había unas cuantas mesas al fondo, de frente al escenario, donde los que habían llegado desde cerca de las siete cheleaban y platicaban sin prestar mayor interés al dj que mezclaba en una de las dos consolas, antes de que Nortec Collective hiciera lo suyo, a eso de las diez cuarenta y cinco.
Quizá por ser jueves (27 de marzo de 2014) y trabajar a la siguiente mañana, para quienes llegaron temprano la espera se hizo interminable, tanto que a las doce de la noche una parte de los 350 asistentes se había eclipsado.
O quizá esperaban que Nortec, en esta ocasión, tal como lo habían visto en las pantallas del Vive Latino, llegara con una banda completa. Como haya sido, a las doce incluso mi amiga ya se había esfumado, pero lo que hasta entonces Pepe Mogt y Ramón Amezcua (Bostich + Fussible) habían estado haciendo no era sino el preludio.
Luego de la medianoche, las Sesiones Púrpura dejaron de sonar un tanto Tiesto, un tanto Kylie Minogue, y apareció el sonido del acordeón que hacía sonar más buchón todo aquello, y comenzó a sonar más Nortec. La mayor parte de las canciones eran de Bulevar 2000 y Tijuana sound machine.
La también interminable fila de los dos baños rentados para el evento pareció desaparecer de pronto; quienes estaban escondidos detrás de los árboles y de los autos regresaron para rendir tributo al sonido de Nortec y bailar, bailar, bailar, cerca de una hora y media, quince minutos antes de las dos. Y la fiesta siguió en el Pepe Gaucho.
Estuvimos de acuerdo con Noctis en que Tijuana sound machine había valido el boleto, y él recordó que el título de otra rola de Fussible, Tijuana makes me happy, del Tijuana sessions vol. 3, había sido adjudicada al recientemente fallecido escritor de Tijuana, Rafa Saavedra, quien era feliz como nadie. Si Nortec había en parte inventado el sonido de la frontera, Rafa había en parte creado su fisonomía y su estado de ánimo.
Si no me equivoco, Nortec cerró entre ¡Vivas México! con Mama loves Nortec. En el auto me terminé el whisky que había comprado y enfilé hacia el centro a llevar a Norctics, que estaba realmente satisfecho con la presentación de los tijuanenses.
No contaba con que se me iba a ponchar la llanta, íbamos a tener que parar un taxi para que nos prestara su gato y su cruceta, iba a tener que ayudarme a cambiar el pneumático, e iba a tener que prestarme lo que le quedaba porque yo ya no traía ni un cinco para ofrendarle al taxista por su préstamo. Por fortuna, “Morelia makes Norctics happy”, y no se quejó. Ya en la semana te pago, Noctis, lo juro por el taxista y sus historias obscenas.
[1] Reportero de cultura, director de la revista literaria Clarimonda.