…Y es que #YoSoy132 nos enseñó que las revoluciones no se hacen en las calles ni a madrazos, eso es cosa de anarquistas; no, las revoluciones se hacen en Internet, con memes, desplegados, peticiones de firmas y sintonizando el noticiero de Carmen Aristegui.
Por Jorge A. Amaral
El Mundial ha terminado y la afición mexicana se queda con los mismos sinsabores de siempre, y es que les pasó lo que al tipo carismático: fue el alma de la fiesta, cantó, agradó, hizo reír y charló animadamente pero no se ligó a nadie, así los aficionados mexicanos que fueron a Brasil: sorprendieron al mundo con su puto grito, alguien se aventó de un crucero, unos están presos por nalguearse a una brasileña y madrear al marido, Paco Memo y El Piojo se volvieron célebres, los compatriotas fueron reconocidos por sus buenas propinas y todo eso que hace que una afición extranjera se vuelva entrañable, pero al final tuvieron que volver a casa con el mismo trauma de siempre y culpando a quien se pueda.
Mientras eso sucedía en la cuna de la tanga, en México se cocinaban leyes secundarias de las reformas en Telecom y Energética pero casi nadie se dio cuenta porque todos estaban absortos en los goles, en el conformismo, en esa cortina de humo que los legisladores crearon para dejárnosla ir sin saliva, y es que, como buen chairo, creo que los mexicanos, siempre jodidos, seguiremos dejando que nos jodan más siempre y cuando no nos quiten nuestro opio: las telenovelas, la religión católica (nada más esa) y el futbol.
En cambio, hubo ciudadanos comprometidos con su país y su soberanía que sí defendieron a capa y espada el petróleo de la nación, para lo cual estuvieron viendo el Canal del Congreso, compartieron en sus redes sociales cuanto enlace de Morena les llegaba y fotos de Lázaro Cárdenas; de salir a las calles ni hablemos, ni que fuéramos democráticos, y es que #YoSoy132 nos enseñó que las revoluciones no se hacen en las calles ni a madrazos, eso es cosa de anarquistas; no, las revoluciones se hacen en Internet, con memes, desplegados, peticiones de firmas, sintonizando el noticiero de Carmen Aristegui, citando a los filósofos más macizos, pidiendo la democratización de medios (lo que sea que eso signifique), expresando simpatía por AMLO sin nunca haber estado en uno de sus mítines o brigadas de promoción del voto porque la revolución no es electoral, es virtual; Anonimous es nuestro líder y Snowden, nuestro mártir.
Pero pobre pueblo de México, qué pena me da, preocupado por distractores como la crisis, la carestía, el precio de la gasolina, la deficiente calidad de los servicios de salud y la inseguridad; pobres mejicanos (con jota, para que noten cuán molesto estoy), preocupados por eso sin darse cuenta de que con la Reforma en Telecomunicaciones el gobierno va a poder ver lo que compartimos por WhatsApp, telefonía celular o cualquier medio. Imagínense que en la Policía Federal vean que ayer estuve en el bar de moda y que hoy corrí 50 kilómetros sin siquiera ser cierto; imaginen que la PGR sepa que mi sobrinito salió de la secundaria, porque hay que decirlo, no soy agente secreto, político ni diplomático como para tener información muy confidencial, pero hay que ir en contra de esas medidas imperialistas, adoptadas también en la antigua URSS, la China socialista y Cuba, pero ahí sí estaba chido.
Yo por eso desde un principio apoyé a Nueva Zelanda para que México no pasara al Mundial, luego a Camerún, después a Croacia y Brasil y me puse mi playera naranja para que Holanda ganara, y es que los mexicanos se conforman con tan poco, que celebraron una victoria sobre Nueva Zelanda sin fijarse en que ellos tienen una mejor economía, mejores universidades y servicios, una mejor calidad de vida y nosotros sólo tenemos mejor futbol.
Pobres mexicanos, qué pena me dan, yo quisiera vivir en otro país pero soy pobre y no me puedo largar, por eso quiero cambiar algo aquí pero no se puede. Los mexicanos son conformistas y esa es la razón por la que pierden, por la que Alemania ganó la Copa (cierto, yo no vi el Mundial, hagan de cuenta que no leyeron eso. Bueno, sí vi algunos partidos, los de México; ok, las semifinales y la final también, pero sólo para saber qué es lo que les llama del futbol y no encontré nada que me pudiera enajenar, mucho menos hacerme actuar como un villamelón por no ser aficionado. Además no era penal; te odio Robben, te odio).
Las reformas ya están, nos han atorado, y cuando sus hijos les reclamen por qué no hicieron nada para impedirlo, ustedes digan: “Porque estábamos viendo el Mundial”, al fin que yo sí he luchado encarnizadamente desde el teclado de mi computadora.