Voy a hablar desde la ira, eso es definitivo. Y desde la ira es que iré sacando aquella sangre que permanece como remanente de alguna antigua amistad que sostuve con un enorme personaje de la poesía mexicana. Y viene a colación dado que pretendo hablar de poesía, y nadie como el desaparecido Marco para hablar de la poesía mexicana, la poesía toda.
Por Adán Echeverría
Desde la ira es de donde se puede hablar de Marco Fonz, de los poetas mexicanos actuales, los antiguos, los que están por venir; desde la ira igual se puede hablar de los farsantes, y de todos los equívocos. Uno de aquellos equívocos es el de educar a nuestros hijos a imagen y semejanza de nuestros fracasos. Sobre todo al intentar esconder nuestros fracasos arrebatando a nuestros hijos esto tan preciado que es la infancia. Toda luz, toda frescura, sin que seamos cursis para querer hablar de la inocencia.
Y este pensamiento es más o menos lo que me revienta al encontrarme con el poemario Travesía: entidad del cuerpo (Editorial La zonámbula, 2014), de Melissa Nungaray. Ira, rencor, contra la gente que la rodea y que la lanza al ruedo sin tener la gentileza de ser honestos con su obra, y lanzarla sin apenas acabarla de dejar que pueda poco a poco -en la experiencia- madurar.
Trataré de explicarme: Si la RAE no me miente, entidad viene de ‘ente’, que trae en sí el significar: lo que es, existe o puede existir; perfecto, quedamos claro. Luego, entonces, qué coño puede significar: entidad del cuerpo. Cuerpo: Aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos. ¡Vaya un hallazgo! Eso es todo. Travesía: entidad del cuerpo. Un título lanzado al aire con todo el sinsentido esparcido en la falta de cuidado.
Pero no vayamos más lejos, expliquemos. En el circo de la literatura, de la poesía (ahí tienen el siempre ganador Circo de Poesía de los Alí-Bojórquez-Lamas), uno no puede jugar a ser poeta, menos a ser editor, habría que intentar ser profesionales. Y si se juega, que con su nombre se le ampare. Y este es el caso que nos concierne con Melissa, nacida en 1998, pronta a cumplir los 16 años (sweet sixteen).
Y que no tiene más que en su haber, el estar presentándonos su cuarto poemario. Los anteriores tres fueron: Raíz del cielo (Secretaría de Cultura de Jalisco/Literalia, 2006) a los ocho años; Alba-vigía (Editrorial La Zonámbula, 2008) a los diez, y Sentencia del fuego (La Cartonera, Cuernavaca, Morelos, 2011) a los trece años cumplidos. La grave pregunta es: ¿qué estará escribiendo Melissa, si continúa al mismo ritmo, cuando haya cumplido los treinta años? Espero que algo mejor que lo actual, si es que no se aburre antes.
¿Pero toda la culpa se la debemos echar a la joven Melissa? La verdad que no. Joven al fin, pero responsable de su nombre; tiene padres, tiene maestros, tiene compañeros de taller -eso esperaría-, y tiene que recibir la instrucción adecuada que dan, sobre todo, las lecturas.
Melissa tiene que leer mucha poesía, más poesía debe ser devorada por sus ojos, antes de pensar en escribirla, mucho antes de lanzarse a publicarla.
En un medio en el que se impone más -dentro de la soberbia y la vanidad- el aparecer en el aparador, siendo parte de la parafernalia que brindan las presentaciones de libros, la ligereza de la pobre admiración que se lanzan unos sobre otros, cuando se nos mal educa literariamente; de ahí es de donde Melissa debería de escapar, y esperemos que con el tiempo lo haga.
A la autora le es necesario vivir, para que los poemas que escriba tengan vida. Y habría que evidenciarlo, queridísimo lector. Lo intentaré, pero ante todo partamos de que: el pobre pendejo de seguro que soy yo. Negarse a uno mismo.
Ante todo tengo que apuntar que el poemario tiene dos textos introductorios. Abordemos primero el de la contratapa que viene firmado por Tanya Cosío, alías -durante mucho tiempo- Tanya de Fonz. Desde este lúcido ser es de donde surge el siguiente texto:
«En Melissa Nungaray encontramos una lucidez terrible, estremecedora, una luz llena de sombras que tintinean desde las mareas más altas. Adentrémonos en ella, para descubrir cómo se escribe la poesía en estos tiempos».
Y eso es todo. Pero bueno, quien conoce a Tanya de Fonz sabrá, y sabe, que lo suyo no es la poesía sino el teatro, no es el ensayo sino el drama, no es la propuesta sino el escándalo, la vanidad, la soberbia, la mentira, el victimizarse en busca del aplauso social. No se le puede pedir mucho para que evalúe la obra poética que Melissa intenta construir.
Sobre todo cuando Tanya dice algo como «… descubrir cómo se escribe la poesía en estos tiempos». ¿Cómo? Pues coño, pareciera que Melissa contestara: no lo sé. Y que todos los lectores nos digamos: es verdad, así se escribe la poesía en estos tiempos, tan a la ligera.
Y entonces podría tener razón la valiente crítica. Pero Tanya no pretende denostar sino exaltar. Abramos pues el libro de Melissa en cualquier parte, veamos por ejemplo la página 35:
«El forastero del milenio en manos del infame de alimañas / sin sangre en pieles sumergidas en aerosol / emitente de locura donde transcurre el tiempo / detenido en la pregunta, sigo en el lugar / sola en el pastizal recurrentemente desaparecido.»
Ésa, según Tanya de Fonz es uno de los ejemplos para «descubrir cómo se escribe la poesía en estos tiempos».
Como ven, si es que pudieron leer los versos, el sentido se atropella, las imágenes son pobrísimas: «en manos del infame de alimañas», y uno debe decir, Oh, he aquí a la nueva Condesa de Lautréamont. ¿En serio?
Vayamos pues a otros ejemplos:
«Transpirando el muro de la visión / ondean las páginas del principio.»
«La conexión del aire coexiste en la madera de la travesía / cortando cada paso de la vida»
«Salvemos la colisión del flamenco / en la salamandra de la perseverancia».
«Devoro la séptima uva del lagrimal / de flores indecisas a seguir volando en el delirio».
«Rumbo eterno en la esencia de libertad / zona de ostentación en el lucro de la tersura».
«La esencia se siente en el alma, se intuye, es tuya en el tiempo».
«Versátil infinito de eslabones / que declinan la rectitud / de la ausencia de existencia.
«El vientre de la resonancia en incremento es un fastidio».
«Altura lejana dormitando en el oráculo.»
Dirán entonces: sí que es pendejo el que escribe esta reseña, porque esos versos al presentarse sacados del contexto no pueden leerse en sí mismos, ni ser la transmisión de todo el poema del que fueron sacados. Pero la pregunta entonces sería ¿en serio les parecen versos bien logrados?
No lo creo. El vientre de la resonancia, en verdad que suena horrible. No se duda que Melissa tenga intenciones. Se agradece. Las muchas lecturas, el corregir y corregir, le ayudaría mucho a poder determinar hasta dónde puedo estirar la idea, el concepto, la imagen en sí misma.
Imagen, ritmo y sentido, son los principios básicos que tiene que haber en todo poema. Dónde se observan las imágenes en Altura lejana dormitando en el oráculo.
El poemario Travesía: entidad del cuerpo, se encuentra dividido en tres apartados. La primera parte se llama Cantos del averno en glóbulos de linaje. La segunda ha sido nombrada Cuerpos robados por cielos imparciales. Y la tercera parte -sin duda la mejor- Deambulo para formar la silueta de la tinta.
El tercer apartado es, sin duda, el que mejor se ha logrado. La autora tuvo que entregarnos antes 41 páginas de intenciones poéticas, con todas las reminiscencias de una Pizarnik metida en el ritmo y estructura de Los Cantos de Maldoror.
Pero la figura del Conde de Lautréamont, que tuvo su significado en el decadentismo del siglo diecinueve, no nos dice nada ahora en el siglo XXI; pero sí le puede parecer interesante a una pequeña de quince años, pero claro. Evidenciemos un ejemplo más sacado del libro:
Silencio, hoy nadie morirá,
dejando cuerpos en corrientes de alientos,
Acaso la autora no tiene buen oído. No puede escuchar la rima interna en el segundo verso entre «cuerpos» y «alientos» (e-o); y de la pobreza de la imagen, ni que hablar. Eso sí, muy del estilo de Tanya de Fonz que decía cosas como éstas:
Nace la flor ladeada, hechizo y espada.
Lenta como risa lastima ecos.
Pregona, Cassandra, pena que sobre hombros vendrá.
Y si a esto le llamaba Tanya poemas, cómo no puede decir las mil maravillas de Melissa. Es claro que Melissa tiene un aliento mucho más logrado que todo el trabajo que Tanya ha presentado como poemas. Es claro, como entre los versos de Tanya: «ladeada», «espada» son una rima tan pero tan gigante, como para evidenciar sus muchísimos errores como escritora, como para engolosinarlos más con semejantes textos.
Tanya de Fonz era capaz de escribir y publicar cosas como éstas:
Clementemente trastorna mi mente
para trastocar suelo y volverle mar de fuego
Y a uno le rechinan las orejas de las muchas rimas internas (y sin esfuerzo, cómo de que no).
Volviendo al libro de Melissa no bastan solo las palabras rimbombantes, falsas, y fallidas que Tanya le lanza en la contratapa. Los editores del poemario (dirigidos por Jorge Orendáin) se atreven a más.
Como si de un circo se tratara (vengan a ver a la niña poeta), el libro trae un texto introductorio de poco más de cinco cuartillas, y que lleva por título (escuche usted) Lo prodigioso de una niña prodigio, que viene firmado por Artemio González García. (¿?). Todo un desconocido que uno tiene que googlear para enterarse de que el gran don Artemio González García nace en la década de 1933, en Arandas, Jalisco, México. Que es poeta, narrador, dramaturgo y ensayista poco comprendido. Ja, las itálicas son mías.
No puedo dejar de decir: Ja, y una vez más Ja Ja. «ensayista poco comprendido», pero claro. Si es capaz de leer Travesía: entidad del cuerpo, de Melissa Nungaray, y sacar de su ronca pluma un texto que titula: Lo prodigioso de una niña prodigio, como si dijera: vengan a ver a la mujer barbuda, o vengan a ver a esta poeta joven.
El texto introductorio de don Artemio es una total idiotez, cargado de una ideología tan cándida, vendida, y muy manoseada, que poco hará por apoyar el libro de Melissa, peor aún, la carrera que apenas despunta.
En el ensayo introductorio se pueden leer aseveraciones como éstas:
«Melissa es una niña prodigio, que actualmente ha entrado en la adolescencia. Ella cuenta (si no lo cuenta ella, lo contarían sus padres) que a los seis años de edad, cuando aún no aprendía a escribir, ya pronunciaba a voz viva ideas de poemas que le venían a la memoria. (Que no a la mente, no, sino a la memoria, es decir, ¿eran recuerdos de otra vida?, se trata entonces de una reencarnación: será Sor Juana, decían unos, quizá es Rosario Castellanos, dijeron otros, pero nadie se ha podido poner de acuerdo. Pero qué cosas dice el viejito Artemio).»
Pero no bastando, el señor Artemio dice:
«Los extractos melissanos…» pero por dios, añadiría. Y luego remata:
«Por veinticuatro autovías corren las veinticuatro autoánimas de Melissa». (Señor -de las moscas- por favor, socórrenos de estos personajes).
No, compañeros, no. Ante este tipo de ilusiones que solo le causan daño a los jóvenes -descubrir cómo se escribe la poesía en estos tiempos-, a uno no le queda remedio más que dejar en claro los siguientes:
Cuatro pasos para crearle el mito al escritor
- Hablar de un escritor en cada oportunidad, siempre señalando que si no lo conoces, es porque sos un estúpido que no sabe escoger bien sus lecturas, y si lo has leído y no te ha gustado, es porque no has sabido captar la esencia vital que su literatura permea en todos los lectores, luego entonces sos más estúpido.
- Redactar reseñas e invitar a alumnos -sobre todo- a elaborar reseñas sobre él.
- En la primera oportunidad que se tenga dentro de algún sistema de poder, publicar textos de ese escritor en toda revista y promover su permanente divulgación en todo método de comunicación. Diseñar programas de lectura que incluyan su trabajo. Otorgarle becas y premios si el escritor está vivo, realizarle homenajes si ya es anciano o ha fallecido.
- Promover en la juventud, sobre todo la juventud que pretende ser ‘alternativa’, que el escritor al que queremos hacerle el mito, es necesario revalorarlo, es necesario que los jóvenes apliquen las nuevas tecnologías promoviendo su obra (así sea de una simpleza y nimiedad notoria y mayúscula).
P.d. Sólo el tiempo pondrá en su lugar a los Poetas (Escritores, por extensión Artistas)
Permitámosle a los niños ser niños. A los ancianos morir en paz, desde la memoria y el respeto. Y exijámosle a la poesía todo lo que pueda darnos.
Seguro estoy que Melissa será una buena poeta; qué tan grande es cosa que solo ella puede conseguir. Pero ante todo tiene que vivir una realidad muy clara: tiene que leer mucho, escribir poco y publicar menos, como diría el maestro Lope Ávila. Porque solo la lectura, y por supuesto la vida, le irán brindando la oportunidad de conectar con los lectores y con la tradición cultural; descubrirá que escribir es un medio más para la comunicación entre las personas y la sociedad. Los poetas somos islas, y los poemas son puentes que nos unen a los unos con los otros.
Nungaray, M., (2014). Travesía: entidad del cuerpo. Poesía. La Zonámbula Editorial. Guadalajara, Jalisco, México. 59 pp.