Escribía Anuar Saad Saad en 1999, que hay dos clases de escritura: la de ficción y el periodismo, “y este último está encasillado en su prosa, por lo general fría, insensible, opaca y nada emotiva. De ahí que hacer periodismo literario no es un trabajo sencillo, porque, como bien dice Simms, asumimos que lo que leemos como ficción… necesariamente debe ser ficción”.
Agrega este autor: “Pero el periodismo literario nos impone el reto de que lo que escribimos al mejor estilo de novela de ficción sean hechos reales, ciertos y verificables. Tal como la noticia, pero mejor concebida, escrita, analizada e interpretada, teniendo como base fuentes reales, personas reales que han dado un testimonio real. Lo que marca la diferencia es el estilo en que el periodista literario cuenta esa historia y matiza ese diálogo”.
Estas palabras cobran gran sentido con un hecho que marcó parte de la agenda en redes sociales y medios de comunicación recientemente: la portada de la prestigiada revista mexicana Emeequis en su número 337, titulada “El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)” firmado por el periodista Alejandro Sánchez González.
Se trata del reportaje sobre un asesinato ocurrido en Tlatelolco, un hecho lamentable en el cual Javier Méndez asesinó y descuartizó a la joven Sandra Camacho. Alejandro Sánchez decidió contar esta triste historia de una forma literaria, agregando herramientas que no solemos ver en el periodismo tradicional. Basado en las declaraciones del verdugo, así como todo el expediente policiaco, armó una crónica que juega con los tiempos para ir develando cómo fue que Javier huyó a otra ciudad para hacerse pasar por “Carlos”. En todo el texto, nunca hay una celebración ni se justifica de ninguna forma el crimen, el periodista jamás aplaude nada, solo cuenta los hechos, repito, con herramientas literarias.
El autor tomó el riesgo de entrar a la mente del asesino y desde ahí construye el relato, toma las diversas declaraciones ministeriales y hasta los mensajes de texto del teléfono celular para tratar de entender cómo fue que un joven de una mente brillante, un genio de la música, las ciencias duras y el deporte, de pronto tenía un cadáver en casa, el cuerpo de una chica a la que acabada de matar.
Esta osadía, la de agregar elementos literarios a una historia real, le costó a Sánchez la condena de una gran parte de lectores, quienes lo acusaron de misógino, clasista y defensor de criminales.
Todo porque el periodista no quiso ser cuadrado y contar los hechos como lo hacen casi todos los medios.
En vez de escribir: “Javier Méndez asesinó a Sandra Camacho en un departamento, según consta en las averiguaciones ministeriales y como él mismo lo confesó”, Sánchez decidió enriquecer su texto con líneas como: “Ella lo abraza con la determinación de quien se sujeta a un salvavidas en el mar”, o “Media hora después de que se desnudaron, el tono rojizo de la tarde empieza a anunciarse”.
“Pues que mejor se ponga a escribir novelas”, se mencionó en uno de los cientos de reclamos contra este texto “evidentemente machista y misógino”. La histeria fue tal, que se reunieron firmas para que el periodista y la revista pidieran disculpas públicas por atentar contra el buen periodismo, por aumentar el dolor en la familia de la víctima.
Creo que en las redes sociales pasa como con los Ovnis: basta que alguien salga a decir que vio uno para que mucha gente lo crea. En este caso, bastó que ciertos personajes públicos recriminaran el texto para que muchos más, en efecto, vieran una alta dosis de miseria en su autor.
Al final del texto, la revista apunta: “Este reportaje es un texto periodístico de no ficción. Todos los hechos descritos están basados en entrevistas y relatos de los protagonistas, expedientes judiciales, la evaluación sicológica, correos electrónicos y mensajes de celular”.
Bueno, pues eso no bastó. La vox e-populi exigió el linchamiento, la retractación del reportero, la mínima disculpa por semejante horror: el ponerle un poco de literatura a la noticia.
Al final, tanto Emeequis como Alejandro Sánchez accedieron y pidieron perdón. El reportero apuntó: “Lo que escribí es lo que piensa él y cómo él recuerda los hechos. Las expresiones acerca de Sandra no son mías ni tampoco una interpretación (…) Debí haber dejado claro que fueron las palabras de Javier”.
Ese es el problema, explicar todo con peras y manzanas, con bolitas, porque de lo contrario la gente estalla y condena, ordena el linchamiento público.
Carajo, Alejandro Sánchez nos contó una tragedia auxiliado por la narrativa literaria, y eso bastó para que la fanaticada de las redes sociales lo apabullara.
Tristes tiempos de lectores obtusos.
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Para leer completo «El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)» da click aquí.
La disculpa de Alejandro Sánchez, por acá.