A casi un año de haberse presentado en el FICM, llegó por fin a la cartelera local este tercer largometraje del cineasta rumano Calin Peter Netzer, previo paso por la Muestra Internacional de Cine en su edición 55.
Por Armando Casimiro Guzmán
El director rumano se dio a conocer ya hace una década con el extraño y agotador melodrama Perdón María (María, 2003). Su más reciente trabajo sorprendió en el Festival de Berlín, donde se alzó con el Oso de Oro, el galardón más importante del certamen. Coescrita por su propio director, La postura del hijo (Pozitia copilului, 2013), gira en torno a la difícil relación que lleva una madre dominante con su mimado hijo treintañero. A pesar de sus marcadas diferencias, ambos se ven obligados a reunirse tras un desafortunado accidente en donde un adolescente perdió la vida. La policía ha detenido al hijo, evidente culpable de la falta, pero la madre, una arquitecta y escenógrafa reconocida, hará todo lo que esté a su alcance para evitar que su inmaduro vástago sea procesado por la muerte del humilde joven.
Al hablar sobre el origen de la historia, Calin Peter Netzer cuenta que tras desechar un proyecto que había armado de manera conjunta con el guionista Razvan Radulescu, los dos iniciaron una charla sobre sus familias y sobre la complicada relación que ambos llevaban con sus respectivas madres. Fue de esta manera que basándose en una experiencia personal empezaron a desarrollarla en forma de ficción. Respecto al peculiar título de la obra, traducido literalmente como <<La postura del niño>>, el director rumano refiere que pensaba en reflejar el lugar que el hijo ocupaba en la relación, como una especie de víctima de su madre. En una de las escenas del filme, el protagonista ejecuta precisamente la postura de yoga con el mismo nombre del título, a modo de simbólica protección contra su progenitora.
Debido a que es un rostro muy conocido en su país natal, inicialmente el director se negaba a aceptar la participación de Luminita Gheorghiu para ejecutar el difícil papel de la madre, pero tras hacer un largo casting decidió que no había nadie que la superara. Algo que a la postre resultó uno de los mayores aciertos de la película, debido a la brillante interpretación de la actriz rumana.
La cinta no es solo un catálogo de destacadas actuaciones, también es una implacable crítica a la corrupción imperante en un país donde nuevas generaciones de ricos controlan la economía y las instituciones. Su oficio casi documental, con escasa luz retratada por una cámara mareante y claustrofóbica, nos pone frente a frente con los expresivos rostros de sus castigados protagonistas. Habiendo visto sus trabajos anteriores debemos intuir que la filmación resultó un reto para su director, quien parecía sentirse cómodo con secuencias largas y tomas fijas, en esta ocasión debió olvidarse de ello y perder un poco el control de las imágenes.
Definitivamente no es una obra que se recomendaría a toda clase de público, especialmente para quienes les resulte verdaderamente difícil seguir el curso de una cámara excesivamente nerviosa. Pero para los cinéfilos atrevidos esta es una gran opción, que en nada desmerece de las grandes películas que viene entregando desde hace una década la antes olvidada cinematografía rumana.