En una nota fechada en diciembre de 2014, el sitio en español de la BBC reporta que en la comunidad keniana de Bukuso, los niños que nacen producto de una relación incestuosa son asesinados por los habitantes del pueblo, quienes tienen la creencia de que estas criaturas traerán desgracias como infertilidad o problemas mentales.
Les llaman “bebés tabú”; algunos de ellos son rescatados por el orfanato de Kanduyi, pero la mayoría mueren asfixiados cuando apenas van naciendo. Es un fenómeno creciente y que preocupa a las autoridades de Kenia por dos vías: primero porque el abuso sexual entre consanguíneos ha crecido mucho en los últimos años (las penas van de 5 años de prisión a cadena perpetua) y además porque la gente ve normal que esos bebés tengan que ser sacrificados.
Así lo reporta la BBC: “Cuando la muchacha está a punto de dar a luz, se reúne un grupo de mujeres que pretende ayudarla en el nacimiento, pero en realidad lo que hacen es asfixiar al bebé aprisionándolo entre los muslos de la madre, con lo cual la criatura fallece discretamente».
En Moebius (2013) el más reciente filme de Kim Ki-Duk, coreano famoso por películas como Las estaciones de la vida y El espíritu de la pasión, vemos un enfermizo triángulo amoroso entre padre, madre e hijo, con una muchacha sexy como cuarta en cuestión. La trama deja ver el conflicto en sus primeros minutos: cuando la señora descubre que su marido le es infiel, se arma con un cuchillo para cortarle las partes nobles, pero como éste logra escapar, ella se desquita con su único hijo, quien había espiado el acto impuro seguido de una rigurosa masturbación.
De esa forma, el junior sufre el trauma de ser castrado por su propia madre, con nefastas consecuencias como el bullying escolar ante la mirada de su padre, un tipo débil y cobarde que no ayuda mucho. Ambos enfrentan esa nueva vida buscando soluciones médicas en Internet, todo mientras el chico se enamora de la novia-amante del papá.
Cuando la mamá regresa a casa, intenta conseguir el perdón de su polluelo con sugestivas caricias que sobrepasan cualquier límite de la moral; empieza un toqueteo retorcido, tan enfermo como todo ese mundillo contado en una película sin un solo diálogo y con situaciones cómicas como la de un chaval, también castrado, que intenta recuperar su pene aplastado por decenas de automóviles, lo que nos recuerda a la película Crónica de un desayuno y la desgracia del personaje interpretado por el fallecido Eduardo Palomo.
Hablando de cine mexicano e incesto, cómo olvidar al deschavetado Gabriel Lima en El Castillo de la Pureza (Arturo Ripstein, 1972). Interpretado de forma magistral por Claudio Brook, se trata de un firme creyente religioso que encierra a su esposa y sus tres hijos en una casona, pues allá afuera solo hay pecado y una raza humana sin valores. La estricta disciplina impuesta por el señor de la casa se convierte en un infierno cuando descubre a sus hijos Porvenir (Arturo Beristáin) y Utopía (Diana Bracho) teniendo un cachondeo sexoso, lo que los condena a golpes, trabajo pesado y un encierro dentro del mismo encierro.
En su más reciente filme Mapa de las Estrellas, el no menos retorcido David Cronenberg plantea una comedia negra estelarizada por estrellas de Hollywood en decadencia: una actriz venida a menos que espera una segunda oportunidad: interpretar el mismo papel que hace años hizo su madre, quien abusó de ella sexualmente; un niño actor adicto a las drogas y su hermana pirómana que ha quemado parte de su rostro y buscará avivar las llamas del amor con un beso incestuoso y apasionado.
Cuando el deseo apremia, parecen romperse los códigos más elementales. La mente llega a puntos de extravío tan sonados como el caso de Ed Gein, inspirador del clásico Psicosis (Alfred Hitchkock, 1960) ahora revivido en una exitosa serie televisiva que detalla la forma en que el pequeño Norman ama y odia a una madre que ya no sabrá cómo controlar a semejante depredador.
La misma BBC, pero en su canal de TV, informó el año pasado que un grupo de científicos cree que Tutankamón fue producto de un incesto, de ahí que tuviera malformaciones congénitas que le obligaban a usar bastón.
Lo bueno para él fue que nadie lo asfixió, y que lejos de ser un niño maldito, tuvo una vida, literalmente, de rey.